Lo dramático

arturo mora
Dr. Arturo Mora Alva

“El gran problema de la humanidad, es que los estúpidos están seguros de todo, mientras los inteligentes están llenos de dudas.”Bertrand Russell

“La verdad es que, a pesar de las dificultades insuperables, todos nosotros siempre esperamos que algo extraordinario suceda.”Khaled Hosseini

“La historia nunca dice ‘Adiós’. Lo que dice siempre es un ‘Hasta luego’.”  – Eduardo Galeano

El drama es un género literario que es una síntesis entre la comedia y la tragedia, que bien define en gran medida lo que somos como sociedad y de alguna manera delinea la forma en que nos comportamos en lo individual. Herederos forzados de una visión maniquea que nos pone muy rápido en la tesitura de los extremos de las cosas y de las situaciones. Nos movemos entre la risa y el llanto, entre el humor y el dolor, entre lo luminoso y ominoso, dicotomías que han marcado la forma de ver y vivir la vida en todos los sentidos, polaridades que nos ponen entre el todo y la nada, entre la espada y la pared y nos llevan buscar la validación social y la justificación personal de nuestros actos.

Nos gusta el drama sin duda. Lo cultivamos de las formas más insólitas y desproporcionadas, hacemos un conflicto de la nada y soportamos estoicamente verdaderas injusticias. Buscamos la comprensión y la redención al mismo tiempo. Justificamos lo injustificable, las violencias por ejemplo y aceptamos el “orden de las cosas, del mundo” como conspicuos e ilustres monjes tibetanos que todo lo aguantan, de ahí a la afición a los conflictos, a las novelas rosas, a los chismes de la farándula, pero también nos gana el morbo de la nota roja, somos consumidores de las noticias sobre los desastres naturales, accidentes y de las historias de guerra.

Estamos en un momento de la historia que es contradictorio en muchos planos, dimensiones y sentidos. Lo asombroso está llegando como lo es la Inteligencia Artificial (AI) a la vida cotidiana, ya no son solo los algoritmos de las cuentas en las redes sociales que nos conocen y nos seducen, ya es el real “big brother” que todo lo ve.

La cantidad de sitios en los que somos monitoreados por cámaras crece exponencialmente y ya lo hemos naturalizado, la privacidad se queda reducida a unos cuantos espacios vitales y privados, y ya en muchos casos ni eso. Se instalan cámaras en casa que “cuidan” lo que hacen bebés e infantes, aplicaciones para seguirnos en tiempo real al usar un servicio de transporte, sistemas de reconocimiento facial para entrar a un clúster habitacional o al trabajo, registros en los sistemas de seguridad en calles, avenidas y carreteras, aplicaciones para seguir vía GPS a personas con la más variadas intensiones e inseguridades.

Todo ello explota la nueva necesidad social de “anunciar” qué hacemos, dónde estamos, qué comemos, qué compramos y crear nosotros mismos la sensación de ser una especie de “habitante distinguido del mundo”, que se lanza ingenuamente a encontrar una autoestima virtual y fugaz entre likes, “palomitas” y corazones que necesitamos como si fueran shots de adrenalina, que son una droga dice Marian Rojas a la que nos hacemos adictos con una enorme facilidad.

El drama crece entre la vacuidad y lo insípido, entre la soledad y el abandono. El drama  teje sus redes en la ignorancia y la fantasía que hacen que las expectativas sean cada vez más grandes e inalcanzables y que por tanto, la frustración, la decepción y el fracaso se conviertan en lo ya esperado e inevitable, por ello trágico e irónico y que sin embargo, logra nos instalamos en la repetición mítica de la tragedia y de la comedia, como si fuera un refugio para contener y aceptar el drama que conllevan las decisiones que tomamos, y en donde buscamos con una facilidad asombrosa culpables fuera de nosotros mismos para huir a toda prisa de nuestra responsabilidad. La culpa funciona mejor para evadir el compromiso con uno mismo y con los demás, que con lo que implica y con lo que conlleva hacernos cargo de nuestros actos y de las decisiones.

Julio Llamazares escribió  “Últimamente hay demasiado ruido. Si de alguna manera tuviera que definir la época en la que estamos viviendo, sería como un tiempo en el que hay tanto ruido que nadie escucha a nadie, ni siquiera a sí mismo.”  Agregaría que ya hay tantas pantallas, tantas imágenes nuestras que es una época en la que ya no nos vemos y no queremos ver la realidad. Lo real es una ilusión que se proyecta a través de pantallas y de imágenes a las que se les aplican “filtros” y retoques de “belleza”, con las que se pueblan de mascaras teatrales las redes sociales y se crea un mundo inexistente.

Se huye del dolor, de la miseria, de la soledad, del abandono, pero el primer paso es aceptar que estamos ahí, que venimos de ahí y que eso es lo que nos constituye como sujetos, aunque nos duela entenderlo, además de que es más difícil comprenderlo, cuando sean cambiado de prioridades y de valores humanos fundamentales, por otros que solo están centrados en la ganancia de unos cuantos a costa de la vida y la dignidad de miles de millones de seres humanos.

Bienvenido al siglo XXI. Donde el sexo es gratis y el amor es caro, donde la pizza llega más rápido que una ambulancia, donde perder el teléfono es más doloroso que la dignidad, donde la ropa determinada el valor de una persona, donde la lealtad y sus amigos se han vuelto envidiosos, donde el dinero es la estatua de la libertad, la justicia y la igualdad, bienvenidos a la era negra, donde la mentira es una moda, la traición es inteligencia y la pobreza es un defecto” escribió Ernesto Espíndola 

Lo dramático de la vida es poder encontrar para cada persona lo que se desea, y actuar en la búsqueda real de ese deseo, aunque nunca se alcance en sentido estricto y aceptar que en el trayecto nos vamos a perder muchas veces. Emil Cioran escribió “El sufrimiento abre los ojos, ayuda a mirar cosas que de otra forma no hubiésemos percibido”. Y vaya que hay vocaciones de mártires innecesarios por doquier. “También mueren los lugares donde fuimos felices” sentenció Julio Ramón Ribeyro.

Reírnos de lo trágico es una característica que nos define como pueblo, lo constato Ikram Antaki. Hacemos chistes de todo, nos burlamos del dolor y el sufrimiento del otro, asumimos en carne viva el dolor y ponemos corazas de negación, evasión y resistencia, pero nos doblamos ante el poder y ante la amenaza del castigo eterno sin querer darnos cuenta que eso es la verdadera tragedia y en donde la comedia la hacemos nosotros, somos un pueblo, una sociedad que se regodea de si misma de formas dramáticas.

Estas dos escritoras mexicanas nos ofrecen algunas palabras que tiene la fuerza necesaria para invitarnos a asumir el drama de otra forma y dar valor sentido a la vida misma, Ana Beck, joven escritora y Frida Kahlo que dejo retazos y retratos de su desconsuelo y que creo nos viene bien reflexionar a partir de sus textos

“No busco ver mi nombre en papeles, epitafios o paredes. Que mi cuerpo se ablande en el agua o se fusione entre la tierra y las flores, sin rastros. No quiero otra oportunidad de existencia, no busco morir y nacer de vuelta. Necesito gritar la demencia y decir que mis cicatrices no son mudas ni se cubren con tinta china. Aquí, en esta vida, no en otra”.  Ana Beck

“No reniego de mi naturaleza…no reniego de mis elecciones…de todos modos he sido una afortunada. Muchas veces en el dolor se encuentran los placeres más profundos…las verdades más complejas…la felicidad más certera. Tan absurdo y fugaz es nuestro paso por el mundo…que solo me deja tranquila el saber que he sido auténtica, que he logrado ser lo más parecido a mí misma que he podido……” Frida Kahlo