Libia y Claudia… ¿Hay pacto limpio?

La rapidez con que se han dado los acuerdos entre la presidenta Claudia Sheinbaum y la gobernadora Libia Dennise García sorprende hasta a los más escépticos. En un estado que durante años fue relegado y hasta castigado por diferencias políticas, hoy se observan gestos de cooperación que parecen impensables en la confrontación Morena–PAN. Las reuniones, anuncios y apoyos que se concretan en cuestión de semanas generan suspicacias: ¿de verdad hay un pacto limpio o detrás se cocina una entrega política de Guanajuato a Morena?

En la cultura política mexicana, la desconfianza nunca sobra. “Nada es gratis” repiten los analistas que ven en cada abrazo y cada firma un anticipo de elecciones futuras. Guanajuato, bastión panista por más de tres décadas, es pieza codiciada para la estrategia de Morena. Que en tan poco tiempo se anuncien inversiones, apoyos y coordinación en seguridad alimenta la idea de que Libia y Claudia ya negocian más allá de los proyectos públicos. En ese terreno, las sospechas se vuelven inevitables.

Sin embargo, también es cierto que la política debe evaluarse por sus resultados. Lo que hasta ayer era pleito y cerrazón hoy se traduce en puentes de entendimiento. El guanajuatense común, que ha vivido años de violencia creciente y de oportunidades limitadas, difícilmente se detendrá a analizar si hubo o no pacto oculto; lo que le interesa es que se concreten obras, que la seguridad mejore y que el estado vuelva a ser prioridad en la agenda nacional.

Un dato insoslayable es que Guanajuato fue dejado en la orilla durante el sexenio pasado. Se sintió el desdén en programas de seguridad, en infraestructura y en proyectos de desarrollo regional. La relación ríspida con el gobierno federal terminó por debilitar a la entidad en un momento crítico. Hoy la foto de Libia con Claudia devuelve la esperanza de que Guanajuato no sea más un estado incómodo, sino un socio en la construcción del futuro.

Por eso conviene poner el acento en lo que viene. Se habla de obras carreteras, de mejor conectividad ferroviaria y de inversiones que pueden fortalecer el corredor industrial. La posibilidad de recursos federales para el Aeropuerto Internacional de Guanajuato y para nuevos polos de desarrollo es real si la relación fluye. En materia de seguridad, cualquier refuerzo federal será bien recibido, siempre que no se convierta en simple despliegue mediático.

También están en la mesa los programas sociales. La ampliación de becas, apoyos al campo y subsidios para grupos vulnerables pueden ser motor de estabilidad en comunidades donde el crimen organizado ha echado raíces. En lo educativo, una coordinación seria con universidades y centros tecnológicos de la región abriría caminos para que la juventud no vea la migración ni la violencia como únicas salidas.

Claro que el costo político existe y está por verse. Libia Dennise corre el riesgo de ser acusada de ceder terreno en un bastión panista que ha resistido el avance de Morena. Pero al mismo tiempo, puede fortalecerse como una gobernadora que supo tender la mano y colocar a su estado por encima de los colores partidistas. Si lo segundo ocurre, su capital político crecerá incluso más allá de Guanajuato.

En todo caso, la pregunta inicial queda flotando: ¿hay pacto limpio? Tal vez nunca se sepa. En la política mexicana las certezas son escasas y las sospechas abundan. Lo importante es que, por primera vez en mucho tiempo, la relación entre gobierno federal y estatal promete beneficios tangibles. Ojalá que esos frutos se traduzcan en seguridad, infraestructura y bienestar para los guanajuatenses, más allá de cálculos electorales. Porque si al final se trata de pactar, que sea con la gente y no a espaldas de ella…