Nueva York, Estados Unidos, 12 de septiembre de 2024.- Este viernes 13 de septiembre del 2024, Juan García Abrego cumplirá ocho décadas de vida, pero no tendrá un cumpleaños feliz.
Este hombre que hizo una fortuna exportando estupefacientes de México a Estados Unidos, apenas ha cumplido 28 años de las 11cadenas perpetuas a que fue condenado en 1996.
Nacido un 13 de septiembre de 1944 en Matamoros, Tamaulipas, García Abrego se inició en el hampa como ladrón de autos, pero cerca de cumplir los treinta su suerte cambió. Fue invitado a compartir el imperio criminal de rutas y relaciones construido por su tío Juan Nepomuceno Guerra quien desde los años 30 del siglo XX contrabandeaba whisky a través de la frontera entre México y Estados Unidos. En la postguerra, desde una empresa de autobuses legalmente constituida, Juan N Guerra, se dedicó a contrabandear productos automotrices, electrodomésticos y licor, pero sobre todo se erigió como un influyente personaje en esa región fronteriza.
Sin limitarse al negocio de la fayuca, el sobrino Juan García Abrego decidió cambiar de giro y por ahí de 1976 arrancó con la exportación de marihuana (él dice que fue hasta 1979) inicialmente los 300 kilos que le invitó a traficar su viejo amigo Carlos Reséndez. Luego que se uniera al clan el primo de Juan, Francisco “Paco Pérez” los cargamentos se multiplicaron uniéndose a la mafia Oscar “El Profe” López Olivares quien prestó su avioneta para trasladar cannabis que almacenaba en el rancho de García Abrego en el Ejido El Soliseño, en Tamaulipas. Su destino final eran Texas, Luisiana, Florida, Oklahoma y California, principalmente.
Entrados los ochenta García Abrego y su grupo criminal tomaron ritmo.
Amos de tan relevante cruce fronterizo a partir de 1985 García Abrego comenzó a ordenar asesinatos. Primero el de otro narco, Casimiro “Cacho” Espinoza, de quien absorbió su parte del negocio. En 1984, Ernesto Flores, editor del diario tamaulipeco El Popular, fue igualmente ejecutado en su auto, junto con la reportera de ese medio Norma Morena, debido a las investigaciones sobre las actividades del Cartel del Golfo (CDG). Aunque nunca se investigó se cree que García Abrego ordenó el ataque molesto por la que juzgaba como una perjudicial cobertura.
Luis Medrano, un empleado de “Cacho”, se unió a García Abrego quien ya desde 1985 (él dice que fue hasta el 87) había dado el brinco a trasiegos de la droga que estaba de moda entonces: la cocaína que comenzaba a desplazar a la marihuana la cual se miraba como un negocio estacional.
Por esos años agentes estadounidenses habían cerrado la ruta de Florida al tránsito de la cocaína, pero los colombianos buscaron otras formas de acarrear el producto. Así iniciaron alianzas con criminales mexicanos siendo el pionero García Abrego quien se relacionó sobre todo con el Cartel de Cali. Aparte de comprar su propia cocaína El Cartel del Golfo, comenzó a cobrar de derecho de pasada a otros narcos que deseaban traficar por Matamoros. La tarifa era de 200 mil dólares por cada carga de avión que pasara por la zona y después creció a recibir entre el cuarenta y el cincuenta por ciento de los cargamentos.
Medrano junto con Oscar Malherbe trabajaban como gerentes y supervisores debajo de García Abrego en la cadena de mando del Cartel del Golfo, según el Departamento de Justicia y testimonio de los propios narcotraficantes detenidos y presentados en el juicio contra el capo. Con las cuantiosas utilidades García Abrego comenzó a comprar ranchos en Soto la Marina, Tamaulipas y casas en la playa.
García Abregó aceptó que su organización movió un promedio de 100 toneladas al año, La cocaína la vendían en Houston a cifras que oscilaban entre 17 mil y 23 mil dólares por kilo, aunque en Los Ángeles y Nueva York aumentaba a entre 23 y 25 mil dólares.
Se estima que entre 1989 y 1993 la Organización de García Abrego blanqueó 53 millones de dólares a través de American Express. En 1994, la Administración para el Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA) estimaba, parece que exageradamente, que García Abrego estaba ganando “hasta 10 mil millones de dólares al año”. Incluso, como hizo Forbes con el Chapo Guzmán, la revista Fortune tasó “el imperio de García Abrego” en 15 mil millones de dólares.
Como es natural en un capo de narcotráfico, Juan García Abrego repartió grandes sobornos a funcionarios en puestos estratégicos en agencias de seguridad mexicanas. De su nómina salían pagos periódicos a un tal López Parra, comandante de la Procuraduría General de la República (PGR), a Luis Esteban Villalón, que estaba a cargo de la policía federal en la zona controlada por CDG, y a Javier Coello Trejo, el subdirector general de la PGR. Según redactaron los investigadores texanos, cada uno recibía cifras cercanas a 1.5 millones de dólares al mes, pero a veces más. García Abrego incluso ordenó a “Paco Pérez” que comprara ropa cara para los empleados de Coello Trejo, para lo cual invertían entre 50 mil y 80 mil dólares en cada compra.
Pero no solamente en México se extendieron los tentáculos de García Abrego. Uno de los operadores, Juan Antonio Ortiz, relató que, entre 1986 y 1990 el cártel enviaba toneladas de cocaína en autobuses del Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos (INS), un servicio infalible puesto que esos esos camiones no eran objeto de supervisión.
“El Director”, como también le llamaban, gozaba también de trato especial entre miembros de la Guardia Nacional estadounidenses apostados en Texas que le transportaban cargamentos de cocaína y marihuana desde la frontera hasta Houston, a cambio, claro está, de sobornos. Aunque el Departamento de Justicia lo sabía, los empleados federales sobornados por el líder del CDG nunca fueron acusados de conspiración y, cuando mucho, fueron removidos de sus cargos, como fue el caso del agente del FBI, Claude de la O.
En el frente local, las cosas comenzaron a salirse de control para García Abrego cuando su viejo aliado “El Profe” López Olivares, amenazó en la prensa que expondría la empresa criminal asentada en Matamoros. Buscando controlar los daños, García Abrego repartió más sobornos a funcionarios del gobierno y se mudó a Monterey, una ciudad más grande donde calculaba pasaría más fácilmente desapercibido, debiendo abandonar para siempre su Matamoros querido.
Entre más cocaína movía más llamaba la atención de agentes mexicanos que en enero de 1990 detuvieron a 18 miembros del CDG. Al sentirse en peligro, Juan García Abrego se mudó a casa de una hermana en McAllen, Texas, y luego puso más distancia ocultándose en un apartamento en Chicago desde el cual se enteró que el gobierno de México le confiscaban ranchos y otras propiedades en Matamoros.
Desde la distancia, García Abrego había estado negociando los términos en los que se entregaría a las autoridades. Puso condiciones como un tratamiento médico para la diabetes de su hermano encarcelado, que lo dejaran hacer un último viaje a Colombia y que permitieran a sus amantes visitarlo en prisión. Deseaba además ser encarcelado en el Penal de Puente Grande, Jalisco, junto a algunos de sus gatilleros, y pidió tener a un comandante de la policía amigo cerca de él. Obvio, ninguna autoridad fue capaz de concederle sus propuestas.
A finales de 1990, fiscales de la Corte Federal del distrito sur de Texas, con sede en Houston, dieron a conocer un dictamen en la cual acusaban a García Abrego y más de 40 conspiradores de al menos 20 cargos. Por ese tiempo, el capo dejó Chicago y se instaló de nuevo en Monterey, para dirigir desde ahí las operaciones del CDG y en sus ratos libres comprar propiedades como los ranchos donde se escondió desde 1991 hasta 1994. Aunque según plasmó en su libro “Bienvenido a Sinaloa”, el periodista Diego Enrique Osorno asegura que el líder criminal se paseaba por la Macroplaza, los palenques o las carreras de caballos con la seguridad de que los sobornos repartidos a casi todas las corporaciones policiacas le otorgarían impunidad.
Al segundo año del régimen de Ernesto Zedillo, el Ejército Mexicano implementó la “Operación Leyenda”, que llevó a la detención de García Abrego el 14 de enero de 1996 en uno de sus ranchos ubicado en el municipio de Juárez, Nuevo León. En su arresto participaron 14 agentes especiales que lo sometieron sin un solo disparo. Al día siguiente, autoridades mexicanas lo enviaron a Estados Unidos de manera ilegal vía fast track, sin seguirse los protocolos establecidos en el tratado de extradición entre ambos países.
El Juicio del Siglo Pasado
En septiembre de 1996 inició en la corte de Houston un juicio de cuatro semanas en contra de Juan García Abrego que su abogado Tony Canales calificó de puro “espectáculo”. Durante esos días cerca de 50 personas testificaron contra él capo y contaron parte de la historia reseñada líneas arriba.
Canales aceptó que “nunca, nunca, nunca, nunca, hemos hablado” de que su cliente —sujeto a códigos de honor de la vieja escuela—, buscara llegar a un acuerdo para negociar una pena más corta y revelar secretos de otros narcotraficantes o de funcionarios involucrados en la narco-corrupción. También el fiscal adjunto de Estados Unidos, John A. Melissa aceptó que nunca hubo intentos ni por parte de García Abrego ni del gobierno de negociar una sentencia menor a cambio de su cooperación.
Quienes si aceptaron colaborar fueron sus excolaboradores convertidos en testigos, muchos presos en Estados Unidos portadores de evidencias físicas y orales sobre trasiegos y millones de dólares en ganancias o en sobornos repartidos a fiscales y policías mexicanos. Al jurado le llevó menos de un día deliberar para hallarlo culpable.
Menos de 5 meses después el 1 de febrero de 1997 el juez Ewing Weerlein sentenció a García Abrego a 11 cadenas perpetuas y permitió al gobierno incautar un estimado de 350 millones de dólares de sus ganancias ilegales. Canales el defensor dijo que eso era “un robo simbólico por nada” ya que su cliente no residía en los Estados Unidos ni tenía activos ahí. Se ignora si algún día el Departamento de Justicia pudo hincarle el diente a los activos del criminal.
A finales del 97 García Abrego apeló su sentencia alegando catorce motivos entre los que se hallan “el pago, concesiones de inmunidad y negociar sentencias a testigos”, “errores del tribunal de distrito que se negó a aclarar al jurado” los beneficios a testigos, “errores del juez a dictar sentencia” e “insuficientes pruebas respaldaron las condenas de García Abrego por los delitos sustantivos relacionados con drogas”. En mayo de 1998 le negaron la apelación y fue enviado a la Supermax de Colorado, nombrada como la cárcel más segura del país, pero también la más inhumana.
Ahí cumplió el narco tamaulipeco casi 20 años hasta que en 1996 fue recolocado en la penitenciaría Hazelton, Bruceton Mills, West Virginia, conocida por los presos como “La Montaña Miserable”.
Esta es la segunda prisión más mortífera del país y ha recibido a célebres mafiosos como el líder de la pandilla bostoniana Winter Hill, Whitey Bulger, asesinado al día siguiente de haber llegado a Hazalton. Lo golpearon con un candado envuelto en calcetín y luego lo apuñalaron con un cuchillo de cocina.
Otros huéspedes distinguidos de Hazalton son Fran “Cadillac” Salemme, jefe de la familia criminal los Patriarca, igual del área de Boston, y el Supremacista Blanco, James Alex Fields Jr acusado por crímenes de odio al usar su auto para matar a uno y herir a 19 protestantes en un mitin de Charlettosville, Virginia en 2017.
También en Hazelton, García Abrego se topó con Alfredo Beltrán Leyva, “El Mochomo” con quien trabó amistad. Sin embargo, esta duró muy poco ya que tras pelear en una corte de apelación su cadena perpetua, en junio del 2020 Beltrán Leyva fue enviado como castigo a la ADX Florence, donde se halla preso Joaquín “El Chapo” Guzmán y de la cual logró salir García Abrego.
En la Penitenciaría de los Estados Unidos (USP) de Hazelton, en Bruceton Mills, “El Director”, tiene algunos privilegios de los que carecía en Colorado. Por ejemplo, ahora puede interactuar con otros prisioneros, incluso asistir al comedor, y elegir una celda con litera para compartir con un compañero, en lugar del confinamiento solitario obligatorio de la Supermax. Igualmente podrá caminar por prisión sin llevar grilletes y sin escolta, además de que le es permitido mezclarse con la población, tener acceso a la capilla y al gimnasio.
García Abrego, fue el primer líder de un cártel en aparecer en la lista de los diez fugitivos más buscados del FBI, y el primer jefe del narco mexicano en ser extraditado a Estados Unidos.
En la única foto que se tiene de él en prisión (que debe ser del cuatrienio que corrió del 2016 al 2020), aparece junto a “El Mochomo” y otros reos ya en Hazelton. Sus abundantes rulos negros habían dado paso a un pelo casi completamente blanco y corto. Lleva un crucifijo, al parecer de plata, que reposa al centro de su sudadera gris y ahora usa lentes. Ya no queda huella del sobrepeso con el que lo conocimos en las imágenes de su detención o las que puso a circular el FBI cuando era el rey de toda el hampa norteña.
Sin posibilidad alguna de redención, ya dejó de pelear legalmente y ahora sólo ve pasar el tiempo desde su reloj en la muñeca izquierda, recordando sus novias colombianas, sus excesos las alianzas y traiciones que finalmente lo llevarán a morir en prisión.
Seguro añora a Matamoros y su restaurante Piedras Negras desde donde solía despachar en su investidura de hombre más poderoso de la región.
Que hoy ha quedado reducida a nada.