Las vistas en León y los grandes personajes del séptimo arte

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

La llegada del cinematógrafo a León (1897) marcó un deje muy especial en la cultura nuestra pues no solo la puso dentro del circuito mayor del entretenimiento en el país, sino además la colocó como una ciudad en movimiento constante.

Un puñado de personas, de los casi 50 mil habitantes en la ciudad, disfrutaron de la “lámpara mágica” con los rollos que mostraban vistas de otros lugares del mundo como Lyon, Francia. Por ejemplo, aquella mujer que arrojaba puños de semilla para atraer palomas quienes descendían de sus aleros y atrapaban el alimento.

Quien manejaba aquel sofisticado equipo Werner en el Salón de la Concordia (Portal Bravo No. 2), uno de los Hermanos Becerril, se daba el lujo de detener paulatinamente la manivela y con ello provocar el congelamiento de la vista ante la sorpresa de todos.

No pasó mucho tiempo y pronto la ciudad en la primera década del siglo XX tuvo lugares ex profeso para la exhibición del más sofisticado invento de los Hermanos Lumière, luego de la fotografía fija.

Lugares como la Plaza de Gallos, el Teatro de Doblado, el Círculo Leonés Mutualista (calle Álvaro Obregón No. 106), así como los Salones “Verde” y “Rojo” (frente al Oratorio de San Felipe Neri), el Teatro Cine-Élite (por la Callejuela Padilla), dieron sendas funciones.

Si bien algunos no vieron con agrado la intervención del cinematógrafo en la vida cotidiana, ya que lo consideraron como espectáculo non grato para la moral del vecindario y, por ende “nada artístico”; sus promotores no cedieron y se posesionaron de la plaza para consolidar la fiebre del cine, como refiere el historiador José de Jesús Ojeda Sánchez.

Entonces surgen personajes locales de primer orden para la historia de la cinematografía mexicana, como el asturiano Indalecio Noriega Colombres avecindado en Guanajuato, capital (1911) desde donde patentó un sistema de sonorización cinematográfica que llamó “sincronógrafo” o “sincrono”.

El aparato era capaz de sincronizar fonógrafo y cine al momento de la filmación y de la proyección. El invento consistía en dos agujas que se mueven sobre un cuadrante: una de acuerdo al fonógrafo y la otra de acuerdo con el cinematógrafo. Pero la novedad que los dos aparatos podían arrancar, de manera simultánea, con lo que las posibilidades de desincronización disminuían, según consigna el Diccionario de Directores del Cine Mexicano (2000) de Perla Ciuk.

Así que dicho aparato “graba la palabra de los artistas mientras que toma sus movimientos y los exhibe matemáticamente con la misma precisión con que los ha tomado”.

Por supuesto don Indalecio filmó al prócer Francisco I. Madero a su entrada a la capital (1911) como también otras escenas del maderismo en Guanajuato y de las tropas zapatistas, hasta reunir 39 rollos de películas.

Otro de los personajes locales a destacar es Manuel Sánchez Valtierra oriundo de León también conocido en el medio solo como “Valtierra”.

Se tiene noticia de que se formó en actividad fílmica en Hollywood (1911 y 1920). Luego volvió a México y trabajó como camarógrafo para el gobierno en turno bajo las órdenes del general Rafael Cal y Mayor (1921) donde filmó varias películas documentales.

En 1922 dirigió su primera película Fanny o el robo de veinte millones.

Actuó luego en Sacrificio de amor de Francisco García Urbizu.

Por estas fechas filmó en León La lusitana de compras (1923) donde presentó a una chica saliendo con bolsas de las principales casas comerciales de la ciudad.

Con el estallido de la guerra de los cristeros (1926) simpatizó con ellos y fue expulsado de León por su colaboracionismo con el movimiento.

Los años posteriores se refugió en la Ciudad de México donde trabajó como cinematografista al servicio de varios gobiernos y de personajes destacados en la política.

En la década de los cuarenta, luego del fracaso de su proyecto empresarial de la Cooperativa Elaboradora de Películas Atoyac en Jalisco, perdió su equipo y desapareció del panorama fílmico. Nadie sabe dónde y cómo murió Valtierra.

Otros singulares protagonistas del séptimo arte en el estado y que bien aportaron a la cinematografía nacional en el siglo XX son:

  • Rolando Aguilar director de Los millones de Chaflán (1938) oriundo de San Miguel de Allende.
  • Eric del Castillo director de Las sobrinas del diablo (1982) oriundo de Celaya.
  • Juan Ibáñez director de Los caifanes (1966) oriundo de Guanajuato, capital.
  • Manuel Muñoz director de la saga Chucho el roto (1959) y Las chivas rayadas (1962) oriundo de Irapuato.

Joaquín Pardavé director de El baisano Jalil (1942) oriundo de Pénjamo.