Las NO cosas, y las cosas

Es necesario reivindicar el derecho de soñar. Quizá pueda parecer, a primera vista, un derecho de poca monta. Pero, si se reflexiona sobre ello, aparecerá como una gran prerrogativa. Si el hombre es capaz todavía de nutrir ilusiones, ese hombre es aún un hombre libre.

  Antonio Tabucchi

“Del suelo sabemos que se levantan las cosechas y los árboles, se levantan los animales que corren por los campos o vuelan sobre ellos, se levantan los hombres y sus esperanzas. También del suelo puede levantarse un libro, como una espiga de trigo o una flor brava. O un ave. O una bandera. En fin, ya estoy otra vez soñando. Como los hombres a los que me dirijo.” José Saramago

«Ojalá puedas vivir todos los días de tu vida» Jonathan Swift

Somos finitos porque el nuestro es un mundo habitado por ausentes, porque la presencia plena es imposible, porque la presencia plena es la muerte.

   Joan-Carles Melich

«Me gusta la gente que sueña o habla consigo misma todo el tiempo. Me gustan porque son capaces de estar aquí y en otros lugares a la vez.»

   Albert Camus

“Se aprende todo en la vida. Incluso las cosas más difíciles. Se aprende a sonreír cuando se pierde las ganas de hacerlo. Se aprende a llorar cuando por orgullo no se deja bajar las lágrimas. Se aprende a caminar cuando las decepciones nos detienen. Se aprende a correr cuando se quiere alcanzar los sueños y se aprende a elegir a quien llevar con nosotros y a quien dejar atrás…”

Silvia Nelli

Estamos inmersos en una dinámica social cada vez más compleja y apabullante, entre un tsunami diario de información y todo lo que se produce en las redes sociales, somos consumidores y somos también prosumidores, creadores de “contenido”. Nos movemos entre la materialidad del mundo las cosas, los objetos en sí que ocupan un espacio en el tiempo de nuestra existencia, pero también y hoy somos consumidores de lo intangible, las no cosas, fotos, videos, música, historias, relatos, imágenes de lo se ve en la calle, se sube a las redes sociales en tiempo real, desastres, accidentes, balaceras, y todo aquello con pudor y sin él se comparte.

Hay una condición humana que nos define y contiene, la dimensión emocional, el mundo de los afectos y los sentimientos, que son intangibles e inefables muchas veces, son también “no cosas” y que trasmutan de muchas formas y maneras y son lo que nos impulsa a hacer, son las acciones, son reacciones, respuestas y son el impulso, la motivación interna para realizar sueños, y que se concretan en los en poemas, en música, en pintura, en cine, en danza, en literatura, en escultura, esas “No cosas” que nacen de lo humano nos constituyen y se articulan para abrazar a alguien, para querer el bien de alguien, para amar, para poder trascender desde el espíritu del ser para estar con los demás.

Sin embargo, más allá de los objetos en sí que necesitamos para vivir: una cama, una estufa, unas sillas, una mesa, una casa y todo aquello que nos brinda confort o que es un soporte para atender las necesidades básicas de la vida de las personas, -el tenerlas, el disfrutarlas-,  que ya puestas, todas ellas en la lógica del capitalismo y en las estratificación de las clases sociales, estas, adquieren precios y costos que poco tienen que ver con el valor del uso y sin con el valor de cambio, y con todo lo que expresan esas diversas formas de acumulación, lujo y ostentación, en contraste con lo básico, lo sencillo, y hasta miserable que pueden ser las cosas para sostener las necesidades humanas mínimas de la existencia material.

Byung- Chul Han publicó el libro “No-cosas” en las que nos dice que estamos en una sociedad en la que “nos encontramos con la idea de la desmaterialización de los objetos, de las cosas, de los afectos que los seres humanos experimentamos ante lo que se puede tocar, ver, oler, por culpa del poder hegemónico impuesto autocráticamente por la información”. Todo se ha traslado a la virtualidad, a las pantallas, al tiempo de conexión a través de computadoras, tabletas y smartphones. Las relaciones humanas han construido también un capitalismo de ficción que lo describió Vicente Verdú, periodistas y escritor español.

Han denuncia que “Vivimos en el mundo de las tecnologías de la información, no en el de las cosas, como sucedía en el pasado. Hoy estamos en la transición de la era de las cosas a las no-cosas. No son las cosas, sino la información, lo que determina el mundo en el que vivimos”. Pero en esa avalancha de información el sujeto se somete, ya no solo en el orden lo material, trabajar por un salario, sino ahora paga para estar sometido virtualmente, el gran negocio es que se paga para tener acceso a internet, se paga para habitar el ciberespacio y caer en la ilusión de que ahí hay “vida”.

Byung-Chul Han describe este momento de la sociedad: “Estamos rodeados de estímulos prácticamente vacíos, que no duran más que un suspiro, que no dejan huella, que nos inducen a buscar otros nuevos estímulos en ese proceso circular de consumo desmedido que impone ferozmente la era del capitalismo tardío en la que se desarrolla nuestro tiempo. Los big data, el like, los followers, se convierten en los ejes que vertebran nuestra conducta, nuestro pisar en el mundo, nuestro falso ser-en-el-mundo, como diría Heidegger. Somos adictos a Internet y a los smartphones, que nos absorbe como sujetos carentes de voluntad, de discernimiento racional.”

Jean-Paul Sartre nos advirtió:  “El hombre debe dar un significado a las cosas con cuidado, porque se convierten en su percepción de la realidad.” Y la existencia en todas sus esferas nos lleva a establecer significados a las cosas y los afectos, a las ideas, a las experiencias, significados que atribuimos a los sucesos, a los objetos y las vivencia dan forma a la existencia misma y a su esencia en nuestro estar en el mundo para estar y ser con otros. Ese acto de subjetivación, de interpretación, es parte de la fuerza vital que hace que la inteligencia y la sensibilidad emocional se expresen y con lo cual es posible navegar por la realidad.

El nuevo mundo de las “No cosas” nos absorbe y controla lo que nos queda de libertad, en un contexto de estructuras y super estructuras, que tiene el control de las voluntades y en donde la rebeldía es disruptiva por esencia, pero que ahora se enfrenta a la falta de conciencia de clase y a la falta de conciencia personal y social ante la mancha voraz de una virtualidad que consume cuerpos y almas.

El capitalismo ha hecho lo impensable, ha logrado la auto explotación dice Han. La sociedad del rendimiento no hace creer que somos dueños de nuestro trabajo, pagando costos muy altos: ansiedad, depresión, burnout, que legitiman a su vez un individualismo hedonista. El mundo de las “No cosas” hace que “nos creemos libres y sin embargo vivimos esclavizados por la información, una no-cosa, intangible, sin fisicidad […] Perdemos la relación directa con las personas al sumergirnos como pollos sin cabeza en esa red inmaterial que tiende a monopolizar nuestros actos: “la ausencia de relación y apego conduce al empobrecimiento del mundo”, “preferimos escribir mensajes de texto, en lugar de llamar, porque al escribir estamos menos expuestos al trato directo”. Ya nos da miedo el contacto cara cara, el abrazo, el aroma del otro, la sonrisa, la alegría, el temor de ser contagiados por el Covid o por las emociones y por la realidad.

Es tiempo de retomar con consciencia de sí mismos, desde un ejercicio propio del pensamiento crítico, que urge y que se necesita ejercer con cautela y en libertad, para analizar lo que estamos viviendo, iniciar un proceso consciente, para replantear la vida toda, y que los significados que emerjan de ese procesos crítico y analítico nuevas preguntas, con la apertura para encontrar nuevas respuestas. Interpretar la realidad que se alinea a valores y aspiraciones que en muy poco rescatan los derechos humanos y la dignidad de las personas requiere valentía y coraje, sobre todo para alzar la voz y poder invitar a todas y todos a la construcción de nuevos significados, para buscar juntos una existencia coherente, con propósitos y con responsabilidades para crear un mundo posible, con justicia, equidad, igualdad, fraternidad, sororidad y con profundo valor para la vida y la naturaleza.

Haruki Murakami escribió: “La vida es esencialmente injusta, de eso no cabe la menor duda. Pero creo que incluso de las situaciones injustas es posible extraer lo que de “justicia” haya en ellas. Puede que ello cueste tiempo y esfuerzo. Y puede que ese tiempo y esfuerzo sean en vano. Decidir si merece o no la pena intentar extraer esa “justicia” es algo que, queda al criterio de cada uno.”

El mundo de las “No cosas” junto con el mundo de “las cosas” no se tienen, nos da la oportunidad de preguntarnos ¿Qué queremos vivir? ¿Seguir en la ilusión de la virtualidad, de la fragmentación, de la desaparición de lo real? ¿Eso queremos? Hoy la guerra que se trasmite en vivo, la barbaridad y la crueldad son solo imágenes, que llenan pantallas para corazones vacíos e inmunes al dolor, hoy la banalidad del mal se instala y nos seda, nos adormece e internet nos entretiene, nos divierte, nos distrae de la realidad.

Lo cerca de las cosas, de los sucesos, del dolor, de la muerte, de la injusticia, nos aleja de nosotros mismos y nos aleja de los demás. Pareciera que deseamos ser solo un avatar, porque desde ahí todo sucede y nada se siente. Nos envuelve el vacío que absorbe el propio vacío que tenemos y que ya con nada se llena.

Soñar es un lugar para las “No cosas”, pero desde los sueños se han construido realidades y proyectos humanos que nos enseñan que las no cosas, esas internas, los sentimientos, los deseos, los sueños, la conciencia de sí, son también realidad y son la posibilidad de ser mejores personas, mejores en dignidad y en derechos, que dicho sea de paso es más que urgente.