México pasó de tener un tipo de cambio promedio de 20.549 pesos por dólar en julio de 2022 a uno de 16.942 pesos por dólar en lo que va de julio de 2023, lo que implica una depreciación relativa del dólar de 17.6%. En otras palabras, sin tomar en cuenta la inflación en cada uno de los países desde donde importamos mercancías, implica que lo que compramos (en dólares) del extranjero se hizo más barato en ese porcentaje en el último año.
Es una forma de decir que estamos en posición de extraer “riqueza” del resto del mundo a nuestro favor, pero a costa de nuestro crecimiento económico. Ahora sería el momento de comprar la maquinaria que necesitamos y que sólo se produce en el extranjero, es el tiempo para abastecerse de insumos no perecederos que tampoco se encuentran localmente, y así con muchas cosas más. Sin embargo, el efecto perverso es que ahora muchos productos son más baratos comprados en el extranjero comparado con producirlos en México.
Y así como las mercancías extranjeras se han vuelto más baratas en dólares, en el último año lo producido en México se ha vuelto 21.3% más caros en dólares para nuestros socios comerciales. Esto obliga a algunos fabricantes nacionales exportadores a sacrificar utilidades para no trasladar todo el ajuste del tipo de cambio a un alza de precios en dólares para nuestros clientes y así no perderlos. Sin embargo, cuando los márgenes de ganancia son bajos, se dan casos en los que las empresas mexicanas están dejando de atender los pedidos del extranjero cuando los clientes no autorizan ajustes de precios.
La fortaleza del peso explica parte de la desaceleración de nuestras exportaciones totales. Mientras que entre 2021 y 2022 nuestras ventas al exterior crecieron 16.7%, en el acumulado de los primeros cinco meses de 2023 aumentaron apenas 4.6% anual. ¿Por qué no han caído más las exportaciones? Pues porque también hay muchas transacciones entre empresas del mismo grupo empresarial que tienen operaciones en México y Estados Unidos; es decir, como pertenecen al mismo grupo, pueden absorber las pérdidas de la filial mexicana con la ganancia de la casa matriz en Estados Unidos.
La debilidad del dólar frente al peso mexicano no es única. Ahora estamos viendo una debilidad casi generalizada del dólar respecto a cómo estaba hace un año, lo que implica que los productos de Estados Unidos se han vuelto más baratos en muchos mercados, no sólo en el mexicano. De las 10 monedas más importantes a nivel mundial, en el comparativo de julio de 2022 al mismo mes de 2023, el dólar estadounidense se ha depreciado frente a siete de ellas: euro, libra esterlina, franco suizo, dólar de Hong Kong, dólar neozelandés, won coreano y peso mexicano.
Esto desde luego que ayudará a Estados Unidos a que mantenga su dinamismo económico a costa de los demás países, y si bien estos ajustes en el tipo de cambio no son parte de una política deliberada de debilitamiento del dólar, si pueden encajar en la definición de “guerra de divisas”, en las que los países ganan o pierden competitividad en función de los movimientos en los tipos de cambio.
Con relación a esto, en un artículo del analista James Rickards, titulado “¡Estamos en Guerra!” y publicado en DailyReckoning.com el pasado 20 de julio, se presenta una advertencia clara de que en este periodo de la historia nos tocará presenciar el colapso del sistema monetario internacional y el autor nos explica cómo tras 50 años de estudiar la economía, es que llegó a dicha conclusión.
El artículo comienza aclarando que al referirse al colapso del sistema financiero se trata de la pérdida de confianza en el papel moneda en todo el mundo. No es solo la muerte del dólar o la desaparición del euro. Es un colapso de la confianza en todas las monedas de papel.
Durante el siglo pasado, el sistema monetario internacional cambió cada 30 o 40 años en promedio. Antes de 1914, el sistema monetario se basaba en el patrón oro clásico. Y efectivamente, 31 años después del fin del patrón oro clásico, en 1945, surgió un nuevo sistema monetario en la conferencia de Bretton Woods. Bajo este sistema, había un tipo de cambio fijo a razón de $35 dólares por una onza de oro y los países debían mantener tipos de cambio fijos respecto al dólar. Es así que el billete verde fue designado oficialmente como la principal moneda de reserva del mundo, una posición que sigue ocupando hoy, aunque su hegemonía se ha venido debilitando.
Tras años de desequilibrios externos por parte de Estados Unidos, en 1971 Nixon puso fin a la convertibilidad directa del dólar por oro y por primera vez en la historia, el sistema monetario no tenía respaldo en dicho metal. A partir de ese momento, el sistema se basaría en tipos de cambio flotantes, sin un ancla dorada.
Hoy en día, el sistema monetario existente tiene más de 50 años de antigüedad, por lo que hace mucho que el mundo necesita un nuevo sistema monetario. Por su parte, las sanciones sin precedentes que Estados Unidos y sus aliados impusieron a Rusia, tras su invasión a Ucrania, solo han acelerado el avance hacia un nuevo sistema monetario. Desde este espacio hemos dado cuenta de ello en diversas entregas relacionadas al colapso del dólar estadounidense y el lanzamiento de una nueva moneda por parte de los países BRICS.
Las sanciones impuestas por parte de los Estados Unidos toman muchas formas y afectan muchas áreas diferentes del comercio interno y externo, pero lo que todas tienen en común es el uso del dólar estadounidense como el arma principal. Las naciones de todo el mundo se dan cuenta de que mientras dependan de los dólares como activo de reserva o para comprar productos básicos, estarán bajo el control de quienes controlan los sistemas de pagos en dólares, que son básicamente los EE.UU. con la ayuda de los grandes bancos europeos y japoneses.
Las naciones también saben que, si bien Rusia es el objetivo actual de las sanciones, otros países fácilmente podrían ser los siguientes. Hemos comentado que si China aumenta la presión sobre Taiwán, por ejemplo, pronto también podría estar sujeta a sanciones basadas en el dólar. Es así que la única forma de escapar de las penalizaciones por parte de Occidente es dejando de usar el dólar.
Eso explica en gran medida el desarrollo bastante rápido de la nueva moneda BRICS, que se anunciará el próximo mes. Si las severas sanciones contra Rusia impuestas por los EE.UU. y sus aliados no hubiesen ocurrido, es muy poco probable que este movimiento se estuviera llevando a cabo tan rápido en este momento. Esto no significa que la tendencia anti-dólar sea solo un fenómeno reciente, ya que ha estado en marcha durante años, pero es sólo que las sanciones impuestas a Rusia han acelerado mucho el proceso.
Eso tampoco significa que el dólar perderá su estatus de moneda de reserva de la noche a la mañana. Rickards, menciona que si deseamos tener una idea de cuál será el destino del dólar, debemos ver lo que ha sucedido con la libra esterlina del Reino Unido.
Muchos observadores asumen que la conferencia de Bretton Woods de 1944 fue el momento en que el dólar estadounidense reemplazó a la libra esterlina como principal moneda de reserva del mundo. Pero ese reemplazo de la libra esterlina por el dólar como principal moneda de reserva del mundo fue un proceso que tomó 30 años, desde 1914 hasta 1944. La conferencia de Bretton Woods de 1944 fue simplemente el reconocimiento de un proceso de dominio de las reservas en dólares que tomó décadas en desarrollo. Al igual que con la libra esterlina, el declive del papel del dólar como principal moneda de reserva mundial no es necesariamente algo que sucederá tan rápido como muchos creen.
Guerras de divisas
Las guerras de divisas son una de las dinámicas más importantes en el sistema financiero mundial actual y tienen gran impacto en la competitividad de la economía real de cada país.
¿Qué es una guerra de divisas? En pocas palabras, por lo general suceden cuando un país no tiene suficiente crecimiento económico y necesita expandir su producción a través de mayores exportaciones al mercado internacional. De igual manera, un país puede emprender una guerra de divisas depreciando su moneda cuando su tasa de crecimiento no le permite cubrir todas sus obligaciones de deuda.
Cuando hay suficiente crecimiento para todos a nivel mundial, a Estados Unidos realmente no le importa si algún país deprecia un poco su moneda para alentar la inversión extranjera e impulsar sus exportaciones. Pero cuando no hay suficiente crecimiento a nivel global para todos y los países recurren a múltiples devaluaciones competitivas, pues la situación se convierte en algo similar a un grupo de personas hambrientas peleando por migajas.
Nadie gana y todos pierden. Las guerras de divisas no generan crecimiento; simplemente el país con la moneda débil roba crecimiento temporalmente de los socios comerciales con la moneda fuerte, hasta que eventualmente los socios comerciales lo recuperan con sus propias devaluaciones.
En el mejor de los casos, las guerras de divisas ofrecen el lamentable espectáculo de países que roban el crecimiento de sus socios comerciales. En el peor de los casos, caen en círculos viciosos de devaluación-inflación-devaluación, recesión, represalias comerciales, empobrecimiento de la población y violencia real.
De acuerdo con Rickards, la guerra mundial de divisas actual, comenzó en 2010. En su libro Currency Wars, menciona que el mundo no siempre está en una guerra de divisas activa. Las guerras de divisas no implican luchas continuas todo el tiempo. En ciertos momentos, hay batallas intensas, que luego son seguidas de pausas, seguidas de batallas más intensas. Pero cuando están en vigor, estas guerras pueden durar mucho tiempo; 5, 10, 15, incluso 20 años. Eso significa que la guerra actual podría durar varios años más.
Las guerras de divisas en la historia
Ha habido tres importantes guerras de divisas en los últimos cien años. La Guerra de divisas I cubrió el período de 1921 a 1936. Realmente comenzó con la hiperinflación de la Alemania de Weimar y fue un período de sucesivas devaluaciones de las monedas europeas.
Como es bien sabido, tras las sanciones impuestas en el Tratado de Versalles, en 1921 Alemania destruyó su moneda; pero en 1925, Francia, Bélgica y otros hicieron lo mismo. ¿Cómo funcionaba el sistema monetario internacional antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914? Durante mucho tiempo antes de eso, el mundo funcionaba con el patrón oro clásico. Esto es, si tenías un déficit en la balanza de pagos, lo pagabas en oro; si tenías un superávit en la balanza de pagos, adquirías oro.
El oro era el regulador de la expansión o contracción de las economías individuales. Tenías que ser productivo, perseguir tu ventaja comparativa y tener un buen ambiente de negocios para obtener algo de oro en el sistema, o al menos evitar perder el oro que tenías. Era un sistema muy estable que promovía un enorme crecimiento y baja inflación.
Ese sistema se rompió en 1914 porque los países necesitaban imprimir dinero para luchar en la Primera Guerra Mundial. Cuando terminó la guerra, y el mundo entró a principios de la década de 1920, los países querían volver al patrón oro, pero no sabían muy bien cómo hacerlo. Hubo una conferencia en Génova, Italia, en 1922 donde se discutió el problema.
Cada país entró a la Primera Guerra Mundial con un cierto nivel de paridad especto al oro. Había una cierta cantidad de oro y una cierta cantidad de papel moneda respaldada por oro en cada nación. Pero al término de la guerra, la oferta de papel moneda de cada nación se había duplicado. Eso dejaba solo dos opciones si los países querían volver al patrón oro:
Podrían haber duplicado el precio del oro, básicamente reducir el valor de su moneda a la mitad, o podrían haber reducido la oferta monetaria a la mitad. Podían hacer cualquiera de las dos opciones, pero tenían que llegar a la paridad en un nuevo nivel o regresar al antiguo nivel. Los franceses dijeron: “Esto es fácil. Vamos a reducir el valor de la moneda a la mitad”. Hicieron eso y acertaron.
Por su parte, el Reino Unido tuvo que tomar la misma decisión, pero lo hizo de manera diferente. Allí, en lugar de duplicar el precio del oro, redujeron a la mitad su oferta monetaria. Es decir, regresaron a la paridad anterior a la Primera Guerra Mundial.
Esa fue una decisión tomada por Winston Churchill, quien era el Ministro de Hacienda en ese momento. Fue una medida extremadamente deflacionaria. El punto es que cuando has duplicado la oferta monetaria, puede que no te guste, pero lo hiciste y tienes que reconocerlo y admitir que tiraste a la basura tu moneda.
Churchill se sintió obligado a cumplir con el antiguo valor y redujo la oferta monetaria a la mitad y eso lanzó al Reino Unido a una depresión económica tres años antes que el resto del mundo. Mientras que el resto del mundo se topó con la depresión en 1929, en el Reino Unido comenzó desde 1926.
Menciono esa historia porque volver al patrón oro con un precio mucho más alto para éste, medido en libras esterlinas, habría sido la forma correcta de hacerlo (como lo hicieron los franceses). Pero el haber elegido el precio equivocado del oro contribuyó a la Gran Depresión.
Los economistas de hoy dicen: “Nunca podríamos tener de nuevo un patrón oro. ¿No sabes que el patrón oro causó la Gran Depresión? Lo sabemos: contribuyó a que ocurriera la Gran Depresión, pero no fue por el oro, sino por el precio. Churchill eligió el precio equivocado y eso fue deflacionario. La lección de la década de 1920 no es que se pueda tener un patrón oro, sino que un país necesita fijar el precio correcto. Los británicos continuaron por ese camino hasta que, finalmente, se hizo insoportable para el Reino Unido y devaluaron su moneda frente al oro en 1931.
Poco después, EE.UU. devaluó en 1933. Luego, Francia y el Reino Unido volvieron a devaluar en 1936. Vivieron su período de sucesivas devaluaciones monetarias y las llamadas políticas de “empobrecimiento del vecino”.
El resultado fue, por supuesto, una de las peores depresiones de la historia mundial. Hubo un desempleo vertiginoso y una producción industrial estancada que creó un largo período de crecimiento entre muy débil y negativo.
La Primera Guerra de Divisas no se resolvió hasta la Segunda Guerra Mundial y luego, finalmente, en la conferencia de Bretton Woods.
Fue entonces cuando el mundo se puso de acuerdo en un nuevo estándar monetario. La Segunda Guerra de Divisas se desató entre 1967 y 1987. El evento fundamental en medio de esta guerra fue que Nixon sacó a los EE.UU. del sistema del patrón oro el 15 de agosto de 1971, y con ello, en última instancia, al mundo entero.
Hizo esto con la intención de crear empleos y promover las exportaciones para ayudar a la economía estadounidense. Pero esto realmente no ocurrió. ¿Qué fue lo que pasó? EE.UU. sufrió tres recesiones consecutivas: en 1974, 1979 y 1980. El mercado de valores colapsó en 1974. El desempleo se disparó, la inflación se salió de control entre 1977 y 1981 (la inflación estadounidense en ese período de cinco años fue del 50%) y el valor del dólar se redujo a la mitad.
Una vez más, la lección de las guerras de divisas es que no producen los resultados esperados de mayores exportaciones, empleos y crecimiento. Lo que producen son problemas económicos. Esto nos lleva a la Guerra de divisas III, que comenzó en 2010.
Rickards se salta todo el período de 1985 a 2010, un período de 25 años. ¿Qué estaba pasando entonces? Esa fue la era de lo que llamamos “King Dollar” o la política del “dólar fuerte”. Fue un período de muy buen crecimiento y estabilidad de precios en casi todo el mundo. No era un sistema estándar de oro ni estaba basado en reglas.
Funcionaba porque la Fed veía el precio del oro como un termómetro para ver cómo les estaba yendo. Básicamente, lo que Estados Unidos le dijo al mundo es: “No estamos en un patrón oro, estamos en un patrón dólar. “Nosotros, los Estados Unidos, acordamos mantener el poder adquisitivo del dólar y ustedes, nuestros socios comerciales, pueden vincularse al dólar o planificar sus economías en torno a alguna paridad con el dólar. Eso nos dará un sistema estable”. Eso realmente funcionó hasta 2010 cuando EE.UU. rompió el trato y básicamente declaró la Guerra de Divisas III con su expansión monetaria después de la crisis financiera de 2008-2009.
Tras la crisis financiera de 2008 comenzó el periodo de tasas de interés ultrabajas y con ello el dólar estadounidense de depreció frente a la mayoría de activos, o puesto de otra forma, comenzamos a ver un periodo de gran expansión monetaria que se tradujo en una creciente inflación de precios de prácticamente toda clase de activos.
Con la pandemia causada por el virus chino, Covid-19, el problema de inflación de activos y pérdida de valor del dólar estadounidense se acrecentó porque el ritmo de expansión monetaria se aceleró. El rompimiento de las cadenas globales de valor, la invasión de Rusia a Ucrania, las excesivas ayudas gubernamentales que recibieron los estadounidenses durante la pandemia, entre otros, provocó que la inflación de precios de los activos se trasladara a inflación de precios de bienes al consumidor. La reacción del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos, con los incrementos en su tasa de interés de fondos federales hasta el nivel actual de 5.25% provocó que estallara la “burbuja del todo”.
Naciones como México, con tasas de interés del 11.25%, se han beneficiado de la coyuntura en el sentido de que han recibido más dólares de los que salen, por lo que el tipo de cambio se ha fortalecido hasta los 16.75 pesos por dólar, pero en detrimento de la planta productiva nacional.
Con este amplio relato, debería quedar claro que los precedentes históricos son suficientemente aleccionadores, pero los peligros actuales son aún mayores, aumentados exponencialmente por la escala y la complejidad de los vínculos financieros en todo el mundo. Como lo he señalado en otras entregas, no debemos dejar de ver lo que sucede con la nueva moneda BRICS, respaldada en oro que se avecina, por lo que las cosas podrían calentarse. Finalmente, no creo que “la suerte” del peso mexicano vaya a dura mucho más de unos nueve meses más. El ambiente político en México y en Estados Unidos se van a deteriorar en perjuicio de nuestro país, y eso afectará la confianza y eventualmente el tipo de cambio.