El aumento de un peso, en el costo del pasaje para el transporte público urbano, no es insignificante para la población de a pie, que es la que sufre más por la inflación galopante, más que para empresarios y personas de clase media para arriba.
Los transportistas pidieron las perlas de la virgen para quedarse con una joya de la reina. Querían cuatro pesos, pero su pretensión era que la Comisión Tarifaria Mixta les concediera dos, y su aspiración menor era la del peso. Así pasó de 12 a 13 pesos el costo de un pasaje.
Para el usuario que utiliza el promedio de viajes mínimo, sin tarjeta Pagobús, representan 312 pesos más de gasto a la semana y al mes son 1 mil 248 pesos, aunados al incremento en la canasta básica, pues la inflación acumulada en 2022 fue de 7.8%.
Los economistas ahora nos salen con que hay una inflación subyacente y esta no es otra cosa que la carestía, a cada momento, que impacta directamente al bolsillo de la población.
Para mal o para bien, el incremento ya se dio no sin protestas mínimas y ahora queda esperar el cumplimiento de los acuerdos a que se comprometen los dueños de los camiones, a más de la autoridad tanto municipal como estatal.
La principal deuda, y en que coinciden todas las encuestas de satisfacción sobre el servicio, lo representan las frecuencias y los tiempos de traslado, por los que las otras virtudes de nuestro SIT, se quedan chatas como decía mi tía.
Tenemos, por si no lo sabíamos algunos, el mejor sistema de transporte de México y uno de los mejores de América Latina ¿Entonces cómo andarán los otros?
El convenio de cumplimiento de acuerdos es importante como la instalación de cámaras conectadas al C4 en todos los camiones del sistema, que deberá verse reflejado en mayor seguridad para usuarios, en especial para las mujeres que sufren robos, acoso y agresiones de los depravados y enfermos mentales.
La renovación constante de la flota de unidades es también relevante porque significan un servicio más digno y que la gente ha ido aprendiendo a cuidar, aunque no así en las colonias donde muchos choferes los dejan estacionados a merced de vándalos, a falta de bases de las empresas.
De qué vale que en los camiones se tenga wifi si el trabajador va con la tensión de que no va a llegar a tiempo a su trabajo; y de qué le sirve que pueda hacer transbordos sin costo, si es que su viaje va a tardar más de dos horas.
Yo no lo digo sin conocimiento porque sigo usando de vez en cuando el servicio de transporte, precisamente para opinar: falta mayor limpieza de muchas unidades; la mayoría están rayadas de los vidrios de ventanas por lo que ya comenté.
Los tiempos de espera y de traslados son precisamente porque no se ha hecho una reingeniería eficiente y que es a la que se están comprometiendo, pero que debió ser previa a su petición de incremento.
Faltan rutas eficientes como una que vaya del Centro a Plaza Mayor sin tener que ir primero a Estación San Jerónimo para transbordar, en donde se pierde media hora más el tiempo de traslado, con los que se hace una hora o más, dependiendo de donde vengas.
Hace mucho propuse una corrida que fuera de la parte del Tajo de Santa Ana a Estación Timoteo Lozano, porque el usuario hacía hasta dos horas solo para ir a Prevención Social, en lugar de 30 minutos. Se implementó esa ruta y es ejemplo de lo que se puede lograr, pero ahora hablamos de toda la ciudad.
El tiempo es oro y también es vida; no se puede perder dinero ni pasar nuestra existencia en el transporte. Cuatro horas perdidas diarias en la vida de un empleado es tiempo que podría pasar con su familia o en algo más que represente superación.
Para el futuro, no se deberá otorgar un aumento en el costo si es que no se tiene lo que se presume: el mejor sistema de transporte del país, y que sabemos que aún no lo es.