“Mientras la tentadora canción de septiembre comienza a susurrar en mi oído, mi espíritu apasionado anhela el esplendor de su promesa.” Peggy Toney
“Así es siempre cuando termino un poema. Un gran silencio me invade, y me pregunto por qué se me ocurrió usar el lenguaje.” Rumi
“No es posible despertar la conciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por más absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad.” Carl Jung
“Las flores siempre hacen a las personas mejores, más felices y más serviciales; son luz de sol, alimento y medicina para el alma.” Luther Burbank
“No existe tal cosa como dar algo que es tuyo, ya que todo lo que das, inicialmente te fue dado como regalo. Y en este reconocimiento, surge la generosidad permanente.” Tahlia Hunter
“Y desde entonces he pensado en ti constantemente, como si fueras un hermoso sueño que no se acabará nunca, hasta que yo deje de vivir.” Juan Rulfo
“Me he convertido en mi propio motivo para continuar…” CW
“Yo busco asombro donde otros encuentran solamente costumbre.” Jorge Luis Borges
“Si tu compasión no te incluye a ti mismo, es incompleta.” Jack Kornfield
“En el acto de ver, se encuentra toda la belleza. Y con la belleza, hay amor; y cuando hay amor, no tienes nada más que hacer. Dónde estás, tienes dicha, tienes el cielo”. Krishnamurti
“Al final, son tres las cosas que importan: cómo hemos vivido, cómo hemos amado y cómo hemos aprendido a dejar marchar aquello que no era para nosotros.” Jack Kornfield
“Necesito de alguien, que me mire a los ojos cuándo hablo. Que escuche mis tristezas y desiertos con paciencia y aun cuando no comprenda, respete mis sentimientos.” Charles Chaplin
“Afortunadamente siempre existe otro día. Y otros sueños. Y otras risas. Y otras personas. Y otras cosas.” Clarice Lispector
“Cuando no sepas a donde ir, ve directo hacia tu interior. Cuando no sepas que elegir, deja que te guíe el corazón.” Arnau de Tera
“Lo que uno ama queda siempre cerca.” Julio Cortázar
Silvio Rodríguez, cantautor escribió Causas y Azares, canción que muestra la fragilidad de las certezas y el juego del azar en la vida.
Cuando Pedro salió a su ventana
no sabía —mi amor, no sabía—
que la luz de esa clara mañana
era luz de su último día.
Y las causas lo fueron cercando
cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando
poderoso, invencible.
Cuando Juan regresaba a su lecho
no sabía —oh alma querida—
que en la noche lluviosa y sin techo
lo esperaba el amor de su vida.
Y las causas lo fueron cercando
cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando
poderoso, invencible.
Cuando acabe este verso que canto
yo no sé —yo no sé, madre mía—
sí me espera la paz o el espanto,
si el ahora o si el todavía.
Pues las causas me andan cercando
cotidianas, invisibles.
Y el azar se me viene enredando
poderoso, invencible.
Una de las interrogantes que cruzan nuestros pensamientos, de vez en cuando y de tanto en tanto, es si nosotros conducimos nuestro destino mediante causas definidas o predeterminadas, o si es la vida la que va dictando nuestra conducta más allá de la voluntad y de nuestros deseos.
Cada día se presenta con la certeza de la rutina, y cada día existen probabilidades de que esa repetición se altere de alguna forma, y las vicisitudes de la vida hagan de las suyas. Lo real es que la rutina neutraliza el alma; los acontecimientos inesperados modifican nuestras ideas, nuestros actos y nuestra manera de percibir el mundo. Tensión y conflicto ponen a prueba el carácter, la personalidad, los aprendizajes y la experiencia. Nada es para siempre, y todo es posible en la dinámica de la vida como permanente incertidumbre.
Ernesto Sábato apunta a la posibilidad de que las casualidades no existen:
“Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino.”
José Luis Sastre pone el acento en la voluntad traducida en propósitos, y en lo que implica tener consciencia de sí:
“Lo natural sería cumplir con los propósitos que nos hacen mejores o que nos hacen sentirnos mejores. Es bueno tenerlos, para saber quiénes queremos ser. Pero es mejor saber de verdad quiénes somos y cuánto podemos exigirnos, no vaya a ser que el mundo esté hecho para que nos exprimamos y que, en esa competición, nosotros seamos nuestros peores aliados. Conviene tener propósitos para incumplirlos: porque a veces hay que decir hasta aquí. A veces hay que decir que no, empezando por uno mismo.”
Silvia Nelli nos pone ante la condición de aprender desde lo que se nos presenta, y de cómo vamos respondiendo conforme enfrentamos el azar de la vida y sus circunstancias:
“Se aprende todo en la vida. Incluso las cosas más difíciles. Se aprende a sonreír cuando se pierden las ganas de hacerlo. Se aprende a llorar cuando, por orgullo, no se dejan bajar las lágrimas. Se aprende a caminar cuando las decepciones nos detienen. Se aprende a correr cuando se quiere alcanzar los sueños, y se aprende a elegir a quién llevar con nosotros y a quién dejar atrás.”
Sin embargo, Carmen Martín Gaite, desde ese aprendizaje de la vida, se sitúa en el ejercicio de la voluntad:
“Aprendí a irme abriendo camino a tientas, a esperar sin esperanza, a no exigir de nadie una respuesta, a alimentarme únicamente de mi hambre de vivir, aunque la sintiera aletargada. Ése ha sido mi norte toda la vida.”
Para Susanna Tamaro, las palabras y las emociones son parte del entramado de conocernos y de entender que la frugalidad de la vida pasa por expresar lo que sentimos y dar salida al dolor humano, que en los hechos es una constante con la que las causalidades y lo incierto juegan en el hecho de existir:
“Lo que no supimos decir nos dolerá eternamente, y sólo el valor de un corazón abierto podrá liberarnos de esta congoja. Nuestros encuentros en la vida son un momento fugaz que debemos aprovechar con la verdad de la palabra y la sutileza de los sentimientos.”
Gabriel Rolón, psicoanalista argentino, dice que el duelo es una constante en nuestra existencia, y que pasamos buena parte del tiempo en duelo. Pareciera que sufrir es una forma que asumimos para paliar la culpa o evadir la responsabilidad de lo que somos, y de lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros, siguiendo una de las ideas de Jean-Paul Sartre.
Fiódor Dostoievski pregunta:
“Pero dime, ¿puede una persona soportar tanto dolor sin gritar? ¿Sin derrumbarse? ¿Puede uno llevar en su corazón tanta soledad, tanto miedo, y aun así permanecer de pie como si nada hubiera pasado? ¿No es extraño cómo podemos sonreír mientras ardemos por dentro? ¿Cómo podemos saludarnos mientras morimos lentamente? Mira a tu alrededor… todos llevan máscaras, todos esconden tras sus ojos una historia que no se atrevieron a contar, una herida que no pudieron oír. Amigo mío, no vivimos; interpretamos nuestros papeles brillantemente hasta el final, y cuando cae el telón, nadie oye los aplausos… nadie recuerda.”
Las causalidades y lo incierto nos dan la oportunidad de pensarnos y de preguntarnos sobre lo que queremos y deseamos; de aceptar y reconocer nuestras capacidades y virtudes. Pero también pasa necesariamente por reconocer nuestros impulsos, nuestras contradicciones, nuestras envidias, y aún las formas del mal que acechan nuestro pensamiento y nuestras acciones. Sin embargo, en la naturaleza humana está también el hecho de resistir a eso que nos deshumaniza. Emma Dancourt escribe:
“Me gusta el verbo ‘resistir’. Resistir a lo que nos aprisiona, a los prejuicios, a los juicios precipitados, a las ganas de juzgar, a todo lo que es malvado en nosotros y que sólo quiere expresarse, a las ganas de abandonar, a la necesidad de quejarse, a la necesidad de hablar de uno mismo en detrimento del otro, a las modas, a las ambiciones malsanas, al desconcierto ambiente. Resistir, y… sonreír.”
Tal vez, en esto de las casualidades y lo incierto, habrá que darle valor al tiempo y, con ello, aceptar con consciencia y responsabilidad, como escribió Séneca:
“No es que tengamos poco tiempo, sino que desperdiciamos mucho, porque la vida es suficiente para lo grande si sabemos emplearla bien; el problema es vivir como si nunca fuéramos a morir.”