Por David Saucedo (*)
1. Coahuila sigue siendo el bastión del PRI en el norte del país. El gobernador Miguel Ángel Riquelme controla los órganos electorales, medios de comunicación importantes e integrantes de su grupo político gobiernan en los municipios principales. Riquelme también tiene como aliados a gran parte de la élite empresarial, a la jerarquía católica y organizaciones sociales y campesinas más importantes. Nunca ha habido alternancia política en Coahuila. El presupuesto de este año se pudo orientar libremente para favorecer a los candidatos del tricolor. Los candidatos de oposición fueron combatidos y derrotados con toda la fuerza del estado. El PRI sigue funcionando como un partido de estado en Coahuila.
2. La baja participación electoral (menos de 40%) favoreció al PRI. Los electores que no fueron a votar, son en su mayoría votantes antisistema o, en todo caso, están en contra del PRI, pero se abstuvieron de participar en esta elección. La estructura de movilización priista hizo la diferencia. El manejo de los padrones de los programas de gobierno fue el adecuado para llevar a los simpatizantes del PRI a las urnas. Para ganar, la oposición necesitaba que la participación electoral fuera de más del 50%.
3. La oposición de izquierda en Coahuila, esta fracturada y dividida. Dos corrientes se disputan el control de la dirigencia estatal de MORENA. Se han demandado mutuamente ante el TRIFE. El proceso de selección de candidatos fue muy complicado y los dejó aún más divididos. Las pugnas de las corrientes de MORENA a nivel nacional, acentuaron aún más la división de los simpatizantes de AMLO en Coahuila.
4. Los programas federales no impactaron en la elección. La estructura de servidores de la nación en Coahuila no pasó su primera prueba electoral. El superdelegado Reyes Flores Hurtado, tiene metas de cumplimiento muy bajas, pero le da cifras alegres y maquilladas a su jefe Gabriel García Hernández, Coordinador General de Programas Integrales de Desarrollo.
5. El PAN perdió los distritos locales del municipio de Torreón, debido al mal gobierno de Jorge Zermeño, presidente municipal. El alcalde blanquiazul generó un voto de castigo en contra de su administración y de su partido que se vio reflejado en la elección intermedia.
6. Marcelo Torres, jefe de facto del panismo de Coahuila, no logró conformar un cuarto de guerra y estrategia electoral a la altura de la encomienda. El PAN no desplegó tácticas de contra campaña en Coahuila, la estrategia de comunicación de sus candidatos fue muy deficiente, las encuestas que mandaron a hacer para la toma de decisiones fallaron, muchos candidatos no contaban con los fondos necesarios para salir a campaña, etc.
7. Ni Marko Cortes, presidente nacional del PAN, ni Yeidckol Polevsky-Alfonso Ramírez Cuellar por MORENA, supieron o entendieron que sus candidatos requerían apoyo de los gobernadores de sus respectivos partidos para enfrentar a Miguel Ángel Riquelme. El PAN y MORENA solo mandaron apoyos testimoniales, como abogados y algunos operadores, hasta la víspera de la elección.
8. Si tomamos como referencia la elección del 2017, el gran perdedor fue el PAN. Guillermo Anaya, candidato del blanquiazul a la gubernatura, estuvo a punto de ganar. Obtuvo 36.40 %, mientras que Miguel Ángel Riquelme, candidato del PRI, obtuvo 38.90%. En dicha elección el PAN obtuvo 8 diputaciones de mayoría. En esta elección todo parece indicar que no ganará ninguna y solo tendrá diputados plurinominales.
9. Sin embargo, si tomamos en cuenta las tendencias de voto que marcaban varias casas encuestadoras, el gran perdedor sería MORENA, pues se anticipaba que dicho partido le arrebataría el control del congreso al PRI.
10. Los resultados de la elección de Coahuila nos dejan enseñanzas valiosas que es necesario asimilar para la construcción de estrategias y escenarios para la elección del 2021. Como dijo Oscar Wilde, después de todo: experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones.
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- Consultor y analista político