La primacía del sentir sobre el hacer

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique

Lisette Ahedo Espinosa llega de curiosa manera a la oficina de Cultura del municipio en un momento clave, luego de la debacle de su antecesor que prefiguraba sólo exhibir a Pablo Picasso o a Diego Rivera en las galerías del Instituto Cultural de León, ICL. Ahora se sentará en la mejor silla del lugar donde podrá ver que tiene su momento, aquel que tanto soñó por su adhesión partidista, pero más porque como gestora cultural supo hacer libros a la medida como también organizar meros eventos culturales.

Si el citado predecesor veía a los artistas plásticos, por ejemplo, siempre menores a él, y desde su trémula condición los enviaba al Museo de la Ciudad, bajo el argumento que tenía programado lo restante del año y el venidero en sus galerías; no esperemos algo nuevo en esta hora cultural tan aciaga para la ciudad sino algo que rondará en ciertas alianzas estratégicas, pero sin los agentes culturales adecuados.

Es decir, no habrá propagación alguna de los valores culturales, cualesquiera que provengan de las bellas artes, para producir e irradiar lo que hagan los artistas, promotores culturales y maestros que ponen a la disposición de los consumidores culturales y de la vasta sociedad leonesa. Porque la medida no está puesta en la voluntad y capacidad de los funcionarios, del que se fue y la que llega, sino en lograr la satisfacción de la primacía del sentir sobre el hacer.

Esto significa obviar por completo la respuesta a la pregunta fundamental de la política pública: “¿qué producen quienes nos gobiernan, para lograr qué resultados, a través de qué medios?”. Porque al no saberlo caemos en cuenta que tenemos un gobierno no transparente ni abierto a ser evaluado que no escucha ni está atento a las opiniones adversas mucho menos al diálogo, todo ello nos lleva a la pauperización del posible modelo cultural que necesitamos construir para León de los Aldama.

A lo anterior hay que sumar la gran confusión que tienen sobre el concepto de la política cultural contra la hechura de los eventos culturales que significa, esto último, responder a la externalidad en la materia, o sea, la “situación en la que los costos de producir o los beneficios de consumir un bien se derraman sobre aquellos que ni produjeron ni consumieron ese bien”. (Cristina Rascón Castro, 2009).

Si quien llega a la maltrecha silla del ICL privilegia los sentimientos sobre el hacer, es porque invocará con fuerza un magro proyecto cultural que padecemos desde la “ciudadanización de la cultura” (2001), es porque no tienen idea que “las políticas públicas son aquellas decisiones y acciones legítimas de gobierno que se generan a través de un proceso abierto y sistemático de deliberación entre grupos, ciudadanos y autoridades con el fin de resolver, mediante instrumentos específicos, las situaciones definidas y construidas como problemas públicos”. (David Arellano Gault, Felipe Blanco, [2013] 2109).