La Portentosa Imagen de N. Sra. de los Ángeles

Juancarlos Porras y Manrique, promotor cultural, escritor, poeta, cronista de la ciudad y columnista Platino.

El pequeño cuaderno mide 19.4 x 14.2 cm. El estuche que lo contiene no decayó. Al contrario. Sirvió como mortaja para proteger lo más posible las más de cien hojillas impresas con los recuerdos, que no la Historia a este papel, según considera y sugiere al lector, el Br. Don Pablo Antonio Peñuelas presbítero de este Arzobispado [de México], y traductor general de Letras Apostólicas, quien, sostiene que: “La mira que se ha tenido en sacar a luz esta Obrita, es encender los corazones de los Fieles en la devoción de esta Santa Imagen, dándoles una verdadera idea de lo que es, para disipar juntamente algunas noticias falsas, que corren entre muchos como ciertas”.

Así pues, el sacerdote apela “a que la principal prenda de un Historiador ha de ser la verdad de los hechos que refiere, prefiriendo en todo caso lo cierto a lo maravilloso”. Por eso llama a la conservación de la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles como milagrosa, maravillosa, portentosa y otras expresiones semejantes en la edición impresa en México, por D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, calle de la Palma, año de 1781.

Concedida la licencia del Superior Gobierno para su publicación, el 27 de enero de 1781, dada por el Exmo. Señor D. Martín de Mayorga, Caballero del Orden de Alcántara, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, Virrey, Gobernador y Capitán general de esta Nueva España quien vio el dictamen, de Joseph de Pereda, del 24 de enero del aludido año, Presbítero de la Congregación del Oratorio de S. Felipe Neri de esta Ciudad de México, y consultor del Santo Oficio de la Inquisición; aunado al parecer del M. R. P. Diego Marín de Moya Lector Jubilado de Sagrada Teología, así como la culta misiva de D. Joseph de Haro primero y perpetuo Mayordomo de dicho Santuario, del 16 de diciembre de 1780; el librillo congrega siete capítulos donde, al final, aparece un Índice junto con el “Parabién del Impresor” que no es más que un logrado poema, dedicado a De Haro, donde se apunta:

Propáguese por medio de las prensas

Un prodigio tan máximo, tan raro,

Como el ver conservada la Pintura

En un Adove por doscientos años.

 

Sépase que el Señor, aun no contento

De haverle dado al Suelo Mexicano

Un Ayate asombroso con MARÍA

En un Adove le hace otro Milagro. 

El desentrañamiento llega entonces hasta 1580 al ocurrir aquella trágica inundación de la hermosísima Ciudad de México que perturbó a los moradores y, por ende, a sus bajas casas hechas de materia tan débil como la caña y el adobe, salió, no se sabe de dónde, “una hermosa Imagen de María Santísima pintada en lienzo, que conducida de las ondas enfurecidas, y agitada con su muchedumbre y con los vientos, fue llevada al barrio de Coatlán, o lugar de salitre, hasta para en el mismo sitio en que hoy se venera la prodigiosa Imagen de NRA. SRA. DE LOS ÁNGELES, y que antiguamente fue habitación de la Nobilísima Parcialidad de los Tultecas, fundadores del poderoso Imperio Mexicano”.

De aquí se tiene noticia que la dichosa imagen llegó a manos del Noble Cacique llamado Ysayoque, Señor y Principal de aquel territorio, posible descendiente de los toltecas, de la cual se quedó prendado al ver la hermosura. Mandó luego construir una pequeña capilla donde pretendió colocar el lienzo, algo dañado por la humedad, lo cual perdió mucho de su perfección al partirse la tela. Entonces determinó hacerla pintar en la pared principal que miraba a la puerta del Adoratorio, advirtiendo a los pintores que imitaran y copiaran fielmente la Imagen de la Reyna de los Cielos.

Portadilla del libro del P. Peñuelas, 1781.

Así lo hicieron sobre la pared de la capillita. Destacando la siguiente descripción del óleo:

Su tamaño no llega a siete cuartas, que es la estatura natural de una Doncella joven de trece años: el pelo es entre obscuro y rojo, derramado blandamente por los hombros, particularmente sobre el izquierdo, poblado y crespo en los extremos, y ceñido por el celebro: la frente espaciosa y dilatada sobre una cejas arqueadas y tupidas: los ojos hermosos y modestamente inclinados, tanto,  que apenas descubre la mitad de la pupila: la nariz seguida, y no muy redonda: los labios encendidos y pequeños, que resaltan con mucha hermosura sobre una barba partida de un hoyito que se señala al medio: los carrillos con un color tan vivo, como el de la rosa más fragante y más fresca: el cuello corto y aguileño: el rostro de un colorcito muy apacible trigueño rosado. Se inclina mucho sobre la derecha, no descubriendo más que el oído siniestro: las manos y los dedos muy torneados y hermosos, descansando todo el cuerpo, según el ademán sobre el pie derecho.

La descripción revela la imagen de la Asunción a los cielos de María, aunque se sabe también que la instalación de aquella capilla, de la Asunción de Ysayoque, ocurrió en 1595 según el Fraile Antonio Gutiérrez. De manera posible por los ángeles que le acompañan en el lienzo, el pueblo, optó por llamarle De los Ángeles. Aunque, existe un testimonio de Joseph Giraldo, de 78 años, en 14 de agosto de 1777, afirma que el lienzo que condujeron las aguas a manos del Cacique, tenía pintada la Purísima Concepción de María.

Fotografía del óleo de N. Sra. de los Ángeles en León de los Aldama, ca. 1960.

Por otro lado, la figura de la virgen de los Ángeles corresponde, o, mejor dicho, representa la Inmaculada Concepción. Y aquí atañe pues traer aquel concepto ya pronunciado: en materia de Historia se ha de preferir siempre lo cierto a lo maravilloso. Aun cuando en su momento se le conoció como la Asunción de Ysayoque.

Pasados los años, en 1607, de nueva cuenta hubo otra inundación. Volvieron sus ojos a la Portentosa Imagen. Formaron una Hermandad, con Oficiales y Mayordomo para cuidar la capilla. Colectaron limosnas para el mantenimiento. Murieron aquellos hombres devotos y se apagó, enfrió, la devoción como también el inmueble. No así la pared donde permaneció incólume la Pintura. Solo la familia de los Giraldos se acercaba a la veneración.

Hacia 1737 hubo otro intento de reponer la Ermita, pero no se logró.

En 1745 apenas se veían algo de las reliquias de aquella devoción. Sol, viento, agua, insectos y demás animales acompañaron el paso del tiempo. Sólo se mantenía entera la pared de adobe, y sin lesión el bellísimo rostro y manos de N. SRA. DE LOS ÁNGELES.

Por ese mismo año D. Miguel Bibanco renovó el recinto y el culto. Entonces corrió el rumor que la propia Imagen se había renovado milagrosamente lo cual acarreó a la gente del pueblo y con ello el comercio: enramadas y puestos. De aquel desorden dieron cuenta al virrey en turno, D. Juan Antonio de Vizarrón, quien nombró a un Provisor para que juzgara y diera remedio a aquello.

Llegó luego la clausura del lugar con un Auto el día 27 de octubre de 1745. No se colectarían más limosnas ni tampoco celebrarían culto público. Se cubrió la imagen con unos petates mojados, afianzados con tablas y se tapiaron las puertas. Hubo un silencio tan profundo, que…

Continuará…