La Portentosa Imagen de N. Sra. de los Ángeles / 2

Juancarlos Porras y Manrique, promotor cultural, escritor, poeta, cronista de la ciudad y columnista Platino.

Luego del silencio tan profundo, por la cancelación del culto en aquel octubre de 1745, la Imagen permaneció oculta. Para 1747 otro Decreto, 29 de mayo, apareció donde se dio noticia a Don Benito Alvarado Moctezuma, indio cacique para que exhiba las licencias que tenga para la erección de la Capilla tanto para colectar limosnas como para formar la Hermandad de nueva cuenta. De igual manera se manda que se descubra la Santa Imagen pintada en la pared. Asunto que no se hizo al momento sino meses después…

La pintura fresca y hermosa se conservó bien bajo los petates impuestos. Así que el Señor Inquisidor mayor D. Pedro Navarro de Isla, quiso ver la pintura por las oídas que le llegaron. Se hizo acompañar de dos Religiosos Fernandinos. Habían pasado siete meses de aquella ordenanza de poner a ojos vistas la Portentosa Imagen, pero no fue así. Mandó entonces la descubrieran y la vio entera y sin lesión, quedando desde entonces expuesta a la veneración de los muchos que quisieron mirarla y admirarla.

Con ello dejó corriente la colecta de las limosnas y la devota Hermandad y con ello la “fábrica del nuevo Templo” que se hizo con lentitud y pobreza. El padre Peñuelas insiste en que la Imagen jamás se ha retocado (a dos siglos de su aparición) según consigna en el librillo de marras de 1781. El encargado de las obras del templo fue D. Joseph Zambrano corredor del número de este Comercio quien la techó lo mejor que pudo, la adornó, y puso puertas para su resguardo.

A su muerte se encargó un indio vecino del barrio de San Antonio el Pobre, llamado Agustín Anastasio, quien ganaba el sustento trabajando en las tierras de Real Casa de Moneda. Pero el implacable tiempo hizo de las suyas: porque los techos casi se hundieron, se anegaron los suelos, y no se veían sino indicios de lo había sido hasta el año de 1776.

El 28 de febrero de 1776 D. Joseph de Haro, Maestro de Sastre al realizar una diligencia propia de su oficio, tuvo tiempo para visitar, por la cercanía del rumbo, aquella Ermita, pero la encontró cerrada. Entre las roturas de las puertas vio aquel perfectísimo rostro, y desde entonces prisionero su corazón y dulcemente herido.

Volvió el 6 de marzo, y aunque no consiguió que le abrieran las puertas, quedó emplazado para el día 17 en que con su familia fue a venerarla… tampoco obtuvo resultados, pero pidió licencia al Cura de aquel territorio para obrar libremente a beneficio del Santuario. Comenzó la fábrica del Templo que se hizo de mampostería, al mismo que se trataba del adorno interior, y de habilitar la licencia para que se fabricara el Pan de los Ángeles, con los parámetros y vasos necesarios para sacrosanta función.

El 21 de abril de 1776, estaba la fábrica muy adelantada, adornada magníficamente con un Colateral de lienzo, la Santa Imagen entre vidrieras de cristal muy fino y transparente, que le forman un bellísimo nicho, vestida con tanza grandeza, gracia y arte, que arrebata los efetos y la admiración de todos.

Para las cuatro de la tarde de aquel día señalado, tembló la tierra. Las réplicas no se hicieron esperar ante el temor de los habitantes de la Ciudad de México: crujieron las vigas y los corazones. Los fieles se apostaron sobre la Imagen de la virgen de Guadalupe a pedir que se contuviera aquel desastre. Pero muchísimos se condujeron a los pies de NRA. SRA. DE LOS ÁNGELES, o por estar mucho más cerca, o porque se acordaron de lo que alguna vez oirían decir de aquella Imagen milagrosa.

De aquella ocasión, por la triste noche, no faltaron fieles devotos y con ello el sufragio para los innumerables gastos que se han hecho para la hermosa fábrica. Así, para el 1º. de agosto de 1777 se colocó la Imagen a la entrada de la Capilla al lado del Evangelio, con gran solemnidad, a vista de un concurso lucido y numeroso.

No obstante, de estar pintada sobre unas piedras que llamaban Chilucas la imagen se mantiene en pie, a pesar de las inclemencias del tiempo y de los elementos que la han combatido tan reciamente. Los demás santos y ángeles que se pusieron allí, se retocaron muchas veces, sin que jamás llegaran los pinceles al santísimo rostro y manos de la Soberana Emperatriz de los Ángeles.

 

Portada de un libro de rezos, León, 1911. Col. Part.