Con el desconfinamiento y la vuelta a la “nueva normalidad” de algunas actividades llamadas no esenciales, se deberán considerar las que en nuestro estado tienen que ver con la supervivencia de las familias, de los seres humanos, y me refiero a la industria textil y a la cadena cuero-calzado.
Cada país, cada región en el mundo, tiene sus propias características y realidades y no se puede determinar un patrón o una fórmula, para todos, respecto a la reactivación de la economía en medio de la crisis mundial por la pandemia del nuevo coronavirus.
Incluso en México, el Gobierno Federal no ha sido determinista e impositivo en relación al semáforo para el regreso a la nueva mormalidad. Se han marcado lineamientos y se ha hecho un mapa del país, pero se ha dejado al juicio de los estados y los municipios, la reactivación de las actividades llamadas no esenciales.
El catálogo de las actividades esenciales para mantener, con pinzas, a la economía de México, es un modelo que se ha establecido en otros países del mundo, respecto a su experiencia real ante la pandemia de la COVID-19.
¿Cuáles fueron esas actividades esenciales en un primer plano? Uno, las que son directamente necesarias para atender la emergencia sanitaria y en ella se incluye toda la cadena del sector salud, desde la producción de insumos y medicamentos, hasta la atención hospitalaria; se añadieron los servicios funerarios, inherentes a este flagelo que nos ha tocado vivir.
La segunda actividad esencial es la que tiene que ver con la seguridad pública en sus tres niveles de gobierno y el sector privado, sin dejar de lado la que conlleva la defensa de la soberanía nacional.
La tercera actividad económica esencial es más bien múltiple: servicios financieros, recaudación tributaria, distribución y venta de energéticos o combustibles, servicios básicos como el agua y la energía eléctrica, producción y distribución de alimentos y los transportes públicos y privados.
Esencial también fue catalogado el trabajo de las entidades de los tres órdenes de gobierno y los tres poderes, bajo ciertas condiciones y solo dejando a los que tenían que ver con los temas de actividades esenciales.
Finalmente, se dejó como primordial la labor del mantenimiento de la infraestructura de los servicios y actividades esenciales referidos, en el que participan dependencias y empresas contratistas particulares de la industria de la construcción.
De las estimadas como no esenciales, ahora se ha permitido el desconfinamiento del sector hotelero, de la industria de la construcción y la industria automotriz, con la producción de insumos y piezas automotrices.
En nuestro estado y más concretamente en León se permitirá, a partir de esta semana, la reapertura paulatina de restaurantes con terrazas y con 300 metros cuadrados o más, de espacio para el servicio a clientes.
Todas las acciones de desconfinamiento de sectores son esenciales para la supervivencia de las empresas y, por añadidura, de los trabajadores y de sus familias.
Sin embargo, en nuestra entidad existen sectores productivos masivos que han sido golpeados. Me refiero a la industria textil que interesa a municipios como Uriangato, Moroleón y localidades aledañas.
En León y San Francisco del Rincón está la industria del calzado y de la curtiduría afectadas casi en su totalidad, porque son pocas las fábricas, talleres o curtidurías que permanecieron abiertos.
Un sector dañado es el comercio del Centro Histórico, a diferencia de los comercios y pequeños negocios de barrios y colonias que no han cerrado. Se ha cerrado la plaza principal, pero no se han cerrado las plazas de barrios y colonias.
La reapertura de las empresas del corredor industrial es esencial para la supervivencia, luego de que los apoyos gubernamentales han sido insuficientes o no se han entregado. Falta capacidad de los funcionarios estatales en la tramitación de los créditos y ayudas y falta transparencia en todo el proceso. Esta es una queja que he escuchado reiteradamente.
La propuesta no significa que se desestime la gravedad de la epidemia en las localidades, sino que se deben seguir extremando las medidas de higiene y sana distancia. La disyuntiva es: o me mata el virus o me mata el hambre y la desesperación.
La nueva normalidad para nosotros, será la normalidad para las futuras generaciones. Nuestra nueva normalidad no debe ser igual que la normalidad anterior. La nueva normalidad se debe fundar en la solidaridad, en la empatía, en el esfuerzo conjunto, en nuestra capacidad de adaptación como seres humanos ante circunstancias extremas.
Esta nueva normalidad que inicia, es una prueba de coraje y valentía que nos debe sacar adelante y que debemos dejar como herencia de actitud para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.