La nostalgia de los superhéroes

Fernando Cuevas, analista y columnista Platino News.

Ya sea por los duras infancias vividas frente a la pérdida o el abuso, así como la incapacidad de ser recordado o al fin comprender que el final está cerca, los personajes comiqueros también tienen su corazoncito: es más, no son los grandes poderes los que los definen o las universales misiones para las que están llamados, sino cómo se logran aceptar tal cual son y terminan por entender que ciertos eventos o circunstancias no son convenientes de cambiar, sino más bien aceptarlas a pesar de que exista la posibilidad de intervenir en ellas: el remedio suele salir peor que la enfermedad.

Después de un pequeño bache en su segunda parte, Los Guardianes de la Galaxia Vol. 3 (EU, 2023) regresa con el equilibrio justo entre acción, humor y emotividad, sobre todo ahora cortesía del discurso crítico acerca de la trata de infantes y la experimentación con animales y cómo en condiciones extremas se pueden construir lazos de amistad que trasciendan la vida de este lado de la realidad. Tras ser atacado, el equipo debe conseguir un interruptor para salvarle la vida a Rocket, quien quedó inconsciente y a punto de morir: es en este estado cuando recuerda toda su vida como infantil mapache genio, usado por un científico loco para crear una sociedad perfecta.

James Gunn combina ambas vertientes del relato con amplia destreza narrativa, dando espacio para los momentos de profundización de los afectos entre los guardianes y, sobre todo, entre el pequeño Rocket y sus amigos de la infancia: una nutria, un conejo y una morsa también alterados y reducidos a objetos experimentales. El habitual elenco integrado por Pratt, Saldaña, Klementieff, Cooper, Diesel, Gillan y Bautista, ya bien compenetrados con sus respectivos personajes y acompañados por algunos otros para redondear la alineación, se dan vuelo en un diseño de producción variado y el acostumbrado soundtrack que pega en el blanco, con ambientaciones que van de los coloridos escenarios con seres de especies mutantes a las oscuridades de la prisión, donde el ahora protagonista sobrevive junto con sus compañeros de celda.

A las también logradas secuencias de acción se le integran los apuntes cómicos, sello de la franquicia, con un humor que trasciende la fórmula del género gracias al buen trazo de los personajes, y hasta un conflicto amoroso que pone el énfasis en la importancia de la memoria para estar en posición de amar: el tono no se pierde en ningún sentido y la resolución termina por darle un brillante cierre a estos guardianes, de lo mejor que ha hecho la cada vez más reiterativa Marvel que ha caído en secuelas que no terminan de estar a la altura de lo esperado.

El otro equipo, conocido como DC, recurrió a la fórmula vista en El hombre araña para juntar actores de diversas películas –universos les llaman- en The Flash (EU, 2023), cómic que apareció en la década de los cuarenta del siglo XX y que ha suscitado versiones fílmicas como la de Stephani y Taylor (1936) y su secuela dirigida por Beebe y Taylor (1940); la de Hodges (1980) con la clásica canción de Queen; la película animada para televisión de 1982 y la de Blison y De Meo (1990), además de varias series televisivas (Flash Gordon, 1954-1955; la animada Flash Gordon, 1979-1982; Flash Gordon, 2007-2008; The Flash, 2013-2024).

Andy Muschietti, responsable de las dos partes de It (2017 y 2019) y de Mamá (2013), dirige con ágil sentido de la narración este filme que representa para el estudio su apuesta fuerte para el verano, en cuyo argumento se juega con la necesidad y factibilidad de volver al pasado para ajustar algunas cuentas, particularmente la de la muerte de su madre y la acusación contra su padre, y en su caso, modificar el curso de ciertos acontecimientos, con las consecuencias evidentes cuando se regresa al presente, recordando el famoso efecto mariposa. No falta, claro, el fenómeno bizarro de que el propio velocista se encuentra consigo mismo en diferentes y alternativas etapas de su vida con las rupturas que ello implica.

Ezra Miller luce dinámico en el doble papel estelar, llegando a una dimensión en la que los superhéroes andan extraviados, y Michael Keaton tiene a bien brillar como el personaje que parecía nunca iba a encarnar una vez más: con algunas ayudas como la de Sasha Calle en plan de súper chica, tendrán que enfrentar al maloso de rigor, ahora encarnado por un General Zod muy exigente en sus demandas. Si bien toda la resolución puede ser predecible, incluyendo las pérdidas y triunfos, la cinta tiene un corazón que late con energía, envuelto en una propuesta visual convincente y con sus apuntes para discutir sobre cómo un problema puede atraparte durante toda la eternidad, hasta que llegues tú mismo a darle un giro al asunto.