La muerte del PRI

Jorge Marcelino Trejo Ortiz
Maestro Jorge Marcelino Trejo Ortiz, presidente del Colegio de Abogados del Estado de Guanajuato

Mi tía me dijo una vez que muchas personas muertas todavía andan por aquí porque no se han dado cuenta que están muertas. También lo que pienso es que hay fantasmas ya no asustan, porque ya se quedaron en una zona de confort.

Cuando en 1229 Plutarco Elías Calles fundó el Partido Nacional Revolucionario nunca sospechó el alcance histórico que tendría esa pretensión que, de inicio, fue la de aglutinar todas las fuerzas políticas y sociales post revolucionarias afines que andaban dispersas.

Son 93 años de historia que no se podrán resumir en un artículo porque nos estamos refiriendo al devenir de todo un país, en casi un siglo. Hoy las cosas que pasan en torno a este instituto político nos hacen presenciar los estertores que lanza lo que una vez fue una bestia.

“La dictadura perfecta”, la llamó Vargas Llosa, porque no era el régimen de un solo hombre como en Cuba, sino la de un partido hegemónico y adaptable a las circunstancias y tendencias en el mundo.

Aunque al PRI le llaman de centroderecha, cuántas veces no estuvo camuflado de izquierda. Hablamos de una institución que bien que mal edificó una nación, que en un momento determinado pudo ser una potencia mundial, pero, no lo sabemos de cierto, pero hubo fuerzas exteriores a las que no le convenía.

El PRI finalmente es todo lo bueno y lo malo que muchos conocimos, casi un dios, porque cuántos no decían: el PRI me lo dio, el PRI me lo quitó, bendito sea el PRI.

A la distancia del momento en que fue El Partidazo, hoy podemos ver los restos que no serán como el Ave Fénix que se recomponía de sus cenizas. Propios priistas se encargan de enterrarlo, como en el caso de su actual presidente nacional, Alejandro Moreno.

Alito, no le está dejando ni un halito de vida a su partido, y es lo que otros actores, incluso expresidentes están viendo y hoy quieren actuar para salvarlo.

Los ex Enclaves del PRI se han ido desmoronando como Oaxaca en la pasada elección de seis entidades, pero todavía es gobierno en la más grande (electoralmente hablando) como es el Estado de México, sin menospreciar a otra donde ganó en coalición, como Coahuila.

En EdoMex donde gobierna Alfredo del Mazo, de ocho encuestas en tiempos recientes solo en una la ganaba el PRI, las demás Morena y una el PAN. Aquí, tendría que ir unida la oposición para ganarle al partido color vino; si no, la pierden porque la pierden.

En Coahuila, ocho encuestas han ido revelando el ascenso de Morena hasta la más reciente donde se ubicó ya como ganador en la pregunta de por cuál partido votaría si hoy fueran las elecciones.

Edomex era denominado el laboratorio político porque una vez ganado, la Presidencia de la República también lo estaba. No ha cambiado y el ahora partido oficial lo sabe y va con todo, así como la alianza Va por México, también.

Luego de 70 años en el poder federal, tras la derrota del 2000, el Edomex fue el refugio, el santuario desde donde se recompuso el PRI, con la formación del Grupo Atlacomulco.

Hartazgo y desilusión en el pueblo llevaron al poder a López Obrador a la Silla Presidencial, quien desde ahí va a luchar por Edomex y por la sucesión presidencial.

Coahuila también será importante para todos los bandos y nuevas afiliaciones a uno de estos, como lo hará Movimiento Ciudadano. Como en los más recientes comicios, la palabra de ley la tiene el elector, el ciudadano con su voto, aunque los partidos y los poderes fácticos tengan su maquinaria trabajando.