En esta ocasión quisiera transpolar el suceso de “La noche triste” con el día más triste de los trabajadores del mundo, que sin lugar a dudas, fue este próximo pasado 1 de mayo. Gary Ryder, director de la O.I.T (Organización Internacional del Trabajo) declaró en reunión solemne lo siguiente: “ Para millones de trabajadores la ausencia de ingresos significa que no hay comida, no hay seguridad y no hay futuro, millones de negocios en el mundo apenas logran respirar”. Ryder, pronosticó el impacto de la pérdida de empleos y la afectación por la pandemia del COVID-19 de aproximadamente 1,600 millones de trabajadores de la economía informal. Estas afirmaciones, por razones obvias, resultan catastróficas porque no se habla de cuantía económica sino de pérdida de empleos y fuerza laboral, esto sin hablar de los millones a que ascendería la pérdida en tratándose de dinero.
En este orden de ideas, quiero ponerme de pie por el valor estoico que mostraron los trabajadores de México, en especial los guanajuatenses. Antes de seguir desarrollando este tema, quiero evocar que en este 2020 en el estado de Sonora, los empleados adheridos al sindicato de la CTM protestaron para restituir a 50 choferes de camiones, liderados por Javier Villareal. Así las cosas, cada año el día 1 de mayo, los trabajadores conmemoran su día con marchas organizadas, desfiles, consignas a coro o enarbolando banderas en mantas que forjan ex profeso para defender su derecho al trabajo y, lo más importante, sus reivindicaciones como una clase obrera; para ellos es el festejo de su libertad laboral, es un día especial y así sus familias, el pueblo y las autoridades ven pasar los contingentes de los trabajadores, tanto de los que están afiliados a sindicatos nacionales como los trabajadores libres, pero en esta ocasión el festejo fue impedido por un virus silencioso y contrario a esto es menester mencionar que no sólo dejaron de marchar sino que no pudieron manifestarse por el desempleo que está lacerando los distintos centros patronales y fuentes de trabajo. Así las cosas, la clase social de los trabajadores ha sido la más golpeada por la pérdida de miles de empleos, en Guanajuato se estima que ha rebasado los 10 mil empleos formales y en el estado, alrededor de 350 mil, situación que es adversa para ellos y sus familias y debido a la contingencia, no pudieron desfilar, pero su festejo fue el no abandonar los servicios públicos como son los hospitales, sanatorios, clínicas y demás establecimientos análogos porque había que seguir atendiendo a los enfermos hospitalizados por COVID-19 como la manda la LFT (Ley Federal de Trabajo). Es digno de reconocer sin cortapisas, que los trabajadores hicieron lo propio, absteniéndose de conmemorar el día del trabajo con un desfile.
Este terrible enemigo, desde mi perspectiva, se minimizó y no se atendió con el sigilo ni las medidas estrictas que ameritaba de acuerdo a lo que estaba sucediendo en otros países, luego entonces sorprendió a propios y extraños que el Presidente AMLO, invitara a los mexicanos a que salieran a la calle y se escudara en tradiciones ancestrales y sin sustento. Si bien es cierto que como sociedad debemos asumir responsablemente las medidas sanitarias, existen otros aspectos que no se visualizaron por parte del gobierno Federal como la compra de los ventiladores y lo absurdo de lo absurdo, vender cubrebocas a China cuando los mexicanos íbamos a necesitarlos a la postre y luego comprarlos a un precio más alto, lo que pone al descubierto la falta de logística que nos sirviera para enfrentar la tempestad que se avecinaba y no menos importante garantizar la atención en un centro hospitalario con la adecuada infraestructura para atender a un número cada vez mayor de estos enfermos; así mismo proveer un eficaz equipo protector para el personal de la salud, de alta calidad y probada, para evitar el contagio del personal. Al final de la jornada, el presidente López deberá de realizar un escrutinio público para establecer quien cumplió y quien no y quien se tiene que ir por no haber dado los resultados esperados ante esta contingencia.
Antes de cerrar mi columna, quiero traer al autor Victor Frankl, que en su libro “El hombre en busca de sentido”, puntualiza un escenario que puede ser el espejo, en mi opinión, de lo que puede estar sucediendo en estos momentos y esto lo hago con todo respeto para mis lectores:
“Quienes nunca han pisado un lager (en alemán, significa: campamento, campos de exterminio) se hacen una idea equivocada de la vida en un campo de concentración, mezclando sentimentalismo y compasión; desconocen la lucha por sobrevivir que extenuaba a los prisioneros, especialmente en los campos pequeños: la lucha diaria por un trozo de pan, por mantenerse vivo o salvar a un amigo. Tomemos como ejemplo un traslado oficialmente anunciado para llevar a cierto número de prisioneros a otro campo; no era difícil adivinar el destino de esos prisioneros: la cámara de gas. Se seleccionaba a los enfermos, a los más débiles, a los que no podían trabajar, para enviarlos a uno de los grandes campos centrales, equipados con cámaras de gas y crematorios. El anuncio de traslado suponía la señal que desencadenaba una encarnizada lucha entre los prisioneros o entre distintos grupos, para conseguir, del modo que fuera, tachar de la lista el propio nombre o el de un amigo. Todos éramos conscientes de que había que encontrar otra víctima para sustituir el número borrado; la cantidad estipulada de traslados no podía alterarse. Seguir vivo exigía la muerte de otro (…)”.
En este orden, es necesario ponderar que el gobierno federal no supo establecer parámetros para proteger la salud y la vida en primer plano y luego el patrimonio, pero como lo dije, todavía es tiempo, no nos convirtamos en asesinos indirectos de los más vulnerables, no propiciemos el contagio.