Uno de los mayores problemas que enfrenta nuestro país en materia económica es el de la elevada inflación, misma que llegó a 8.09% anual en la segunda quincena de junio. Como lo he señalado desde este espacio, este es un tema mundial que difícilmente se resolverá con los incrementos en tasa de interés por parte del Banco de México o con la “disciplina” de las finanzas públicas por parte de la Secretaría de Hacienda, por lo que no nos deja de preocupar el hecho de que pasaran muchos meses antes de que volvamos a ver una tasa de inflación por debajo del 4.0% anual.
El alza persistente de precios en México, en un contexto de un proceso de recuperación económica inconcluso (dado que el PIB del primer trimestre de 2022 todavía se encuentra 2.94% por debajo del nivel que tenía en el mismo trimestre de 2019), ha causado un enorme costo social que ya se ve reflejado en carestía y un deterioro de la confianza de los consumidores.
Para ilustrar esto tenemos que el INEGI recién publicó el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) del mes de junio y vemos que el valor de éste ligo dos meses consecutivos con caídas mensuales, de manera que entre abril y junio disminuyó -1.10%. Esta disminución podría parecer poca cosa, pero el nivel de confianza de los consumidores observado en junio de este año es similar al que tenían en julio de 2018, cuando AMLO ganó la elección de Presidente de la República (el nivel máximo de confianza del ICC se alcanzó en febrero de 2019).
La caída de -1.1% en el ICC se debe a que los cinco componentes que lo integran registraron disminución, pero destaca el deterioro de las expectativas en cuanto a cómo los consumidores consideran que será la condición económica del país dentro de 12 meses respecto comparado con la situación actual, ya que éste cayó -3.39%; mientras que el componente de la comparación de las posibilidades de los integrantes del hogar, comparadas con las de hace un año, para realizar compras de muebles, televisor, lavadora, otros aparatos electrodomésticos, etc., disminuyó -3.06%.
Cabe señalar que el creciente pesimismo no es exclusivo de México y que la situación en los Estados Unidos es aun peor ya que además de la erosión del poder adquisitivo, allá las familias están enfrentando un grave problema de destrucción de valor de su riqueza ante la implosión de la burbuja del todo tras los incrementos en la tasa de interés por parte del Banco de la Reserva Federal (FED). En Estados Unidos muchas familias tienen pensiones y fondos de retiro ligadas a las bolsas de valores y hemos visto como el índice S&P 500 ha caído 20% en lo que va del año, mientras que el índice tecnológico Nasdaq acumula una pérdida de -29.5% en los primeros 6 meses de 2022. A esas malas noticias hay que agregar que el valor de las criptodivisas se ha desplomado en 2 billones de dólares desde su nivel máximo de noviembre de 2021. Derivado de lo anterior, los hogares estadounidenses se encuentran ahora en su nivel de depresión más alto desde que la Universidad de Michigan comenzó a elaborar su índice de sentimiento del consumidor en la década de 1950. En otras palabras, ahora están con mayor pesimismo de lo que estuvieron en la década de los setentas cuando registraron una inflación cercana al 14%. Esto lo menciono porque el crecimiento económico de México esta fuertemente influenciado por lo que suceda con el PIB estadounidense.
¿Por qué preocupa que caiga la confianza de los consumidores? La teoría indica que cuando los consumidores están preocupados por sus finanzas y la economía, aumenta el riesgo de que las personas recorten sus gastos, lo que puede provocar una recesión.
Como lo mencioné líneas arriba, una de las principales causas de la actual pérdida de confianza de los consumidores es la creciente y persistente inflación. En el caso de México, el INEGI informó que la inflación anualizada al mes de junio fue de 7.99%, pero no se debe dejar de lado que la inflación en la segunda quincena de ese mes de junio fue de 8.09%, la tasa de inflación quincenal anual más alta desde la primera quincena de enero de 2001. La inflación en México está siendo impulsada por los incrementos de las frutas y verduras, que subieron 15.51%; de los productos pecuarios, que aumentaron 15.90%; y de las mercancías alimentarias que fue de 11.97% en los últimos 12 meses.
A diferencia de Estados Unidos, donde en el último año el combustible para calefacción ha subido 71%, el gas natural 53% y la gasolina 49%, en el caso de México la inflación anual de energéticos en la segunda quincena de junio fue de apenas 5.53%. Sin embargo, es muy preocupante que la inflación de mercancías no alimentarias en nuestro país llegó a 7.76%, nivel ligeramente por debajo del 7.80% observado en la quincena inmediata anterior, pero igual es un nivel de inflación subyacente no visto desde septiembre del año 2000. Este tema es preocupante porque es la parte medular de la inflación, aquella que no está sujeta directamente a cuestiones climatológicas o del precio del petróleo (por ejemplo). Esta inflación es fuertemente influenciada por un incremento en costos de producción, pero también por las expectativas inflacionarias, mismas que evidentemente están muy deterioradas.
Pero más allá del problema inflacionario, que merma el poder adquisitivo de las personas, para mi es muy preocupante el “efecto sustitución” que se está dando y que afectará el consumo de bienes que no son de primera necesidad. Veamos un sencillo ejemplo, supongamos que en junio de 2021 una familia tenía un ingreso neto mensual de 12 mil pesos y que de esta cantidad, destinaba el 50% en alimentos. Con un nivel de inflación de alimentos del 15% entre junio de 2021 y el mismo mes de 2022, esa familia pasaría de gastar 6,000 pesos a 6,900 pesos en alimentos (dado que la comida es prioritaria, se asume una demanda perfectamente inelástica). Eso significa que si entre junio de 2021 y el mismo mes de 2022 los ingresos nominales netos de la familia solo crecieron en 5%, pues ahora dicha familia tiene 300 pesos menos para gastar en otras cosas que no sean comida.
De esta manera, se ve impactado negativamente el consumo de ropa, calzado, entretenimiento, viajes y toda clase de artículos varios, que suelen tener una elasticidad-ingreso de la demanda mucho más alta. Esta es una de las razones por las que diversos analistas anticipan una desaceleración económica.
A manera de conclusión podemos mencionar que es altamente probable que la confianza de los consumidores en México seguirá cayendo a medida que continúa la escalada de precios cada vez más altos. La mayoría de analistas anticipa que el pico de inflación se alcanzará en el tercer trimestre de este año y llegará cerca del 8.5%, para comenzar un lento proceso descendente durante los próximos 24 meses.
Y es que más allá del incierto panorama respecto de la guerra de Rusia y Ucrania, que ha exacerbado la crisis energética y alimentaria a nivel global, en el 2023 habrá más complicaciones en materia inflacionaria por el sólo hecho de que las demandas de aumentos salariales serán cada vez más frecuentes y en porcentajes elevados. Esto sin duda alimentará la inflación en un contexto de menor crecimiento económico y de una posible recesión global.