La felicidad de nosotros

arturo mora
Dr. Arturo Mora Alva

“Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia”. -Simone De Beauvior-

“Ya todos estamos en edad de tirar por la borda los sentimientos que no sirven para nada y quedarnos sólo con aquellos que nos ayudan a vivir”. -Isabel Allende-

El ambiente está tan politizado que estornudé en la calle

y una señora dijo “SALUD”

un señor gritó “EDUCACIÓN”

otro más “EMPLEO”

y el de allá “SEGURIDAD”

Y luego cantamos el himno… Fue hermoso  – ANÓNIMO-

¿No les pare extraño que esta sociedad que promueve la búsqueda de la felicidad sea una fábrica de depresivos y neuróticos? Preguntaba el personaje de la serie española Merlí. Cada vez sabemos de más personas ansiosas, depresivas, estresadas, con fatiga crónica, niños y niñas hiperactivos, con alteraciones de la personalidad, así como adiciones cada vez más frecuentes al alcohol, al cigarro y ahora al cristal, a las tachas o drogas de diseño y otras drogas como las bebidas energizantes. Cada vez más personas obsesionadas con el cuidado del cuerpo, de la belleza, entre cirugías estéticas y gimnasios, el mismo Merlí gritó: ¡Menos gimnasio y más psicoanálisis!

Es una época que busca la felicidad como decreto y paradoja, ese querer por deber de “ser feliz todo el tiempo” ha creado nuevas lógicas, caminos y formas de querer lograr ese ideal, a costa del propio sujeto, que no se da cuenta que puede ser feliz, pero que contexto social ha jugado con él y sus aspiraciones, con sus expectativas, con sus sueños y con sus deseos y ha creado un mundo lleno de estímulos y ha instalado un imperativo que se puede formular así: “No hay que sufrir bajo ninguna condición o circunstancia”. La sociedad paliativa, llena de aspirinas y todo tipo de analgésicos de botiquines caseros, una proclividad por el consumo de sedantes: Valium, Clonazepan, Prozac, Tafil, Oxicodona, Ritalin y todas los que se les parezcan.

El tema de la felicidad ha sido abordado en los últimos años por pensadores, filósofos, psicólogos, psicoanalistas, Bruckner, Han, Lipovetsky, Zizek, Ferry, Comte-Sponville, Cyrulnik, Ons, Lutereau, Onfray, Sinay, Marina, y muchos otros, que confirman la amplia esfera de lo humano que envuelve el concepto y la aspiración, y en donde la subjetividad personal, esa que es cada uno, de cada una, lo individual. Subjetividad que es la que dimensiona, acota, amplia, restringe, limita crea, ilusiona o decepciona lo que es para cada uno de nosotros la realidad, es esa manera de tener una noción de lo que es la felicidad y de muchos otros conceptos que nos describen y nos moldean como personas.

El tema es por demás complejo porque la subjetividad como tal, se asocia a la incorporación de emociones y sentimientos al expresar nuestras ideas, pensamientos, percepciones sobre los objetos con los que interactuamos y usamos, sobre las experiencias que vamos viviendo, sobre las situaciones sociales en las que estamos inmersos, sobre las personas que vamos conociendo y nos relacionamos. La subjetividad es inherente a lo humano y es por así decirlo la inevitable forma de expresar nuestro sentir desde una cosmovisión de la realidad que también es una construcción social que tiene en la historia y trayectoria personal su propio sello, una impronta singular que nos lleva al plano del inconsciente y las formar en que se estructura nuestra personalidad y todo aquello que se instala en la memoria y en el cuerpo.

Lo que vemos y percibimos nos hace únicos y única sin duda. La subjetividad es una oportunidad de saber estar con otros, si entendemos que es sólo desde la mirada del otro nos constituimos y es que es a través de la intersubjetividad en donde podemos encontrar espacios, tiempos, palabras, sentidos que nos permitan ir integrando lo que sentimos y pensamos, e ir comprendiendo y entendiendo el mundo que nos ha tocado vivir.

La comunicación, por tanto, es la expresión adecuada y pertinente de lo que se siente y piensa en todas sus facetas incluida la intrapersonal y la comunicación no verbal, se convierte en el espacio, tiempo y territorio para construir las zonas de sentido necesarias para la convivencia y con ello por ejemplo significar la felicidad y poder tocar o acceder a  la consciencia individual y social que nos define como seres humanos en su contexto sociocultural y con ello poder aspirar a sentir y respirar la dicha y la libertad, que no son cosas para nada menores en el contexto de la existencia humana.

Es desde y con la subjetividad que nos vinculamos con otros. Es ahí donde nos enamoramos, donde la ilusión se quiere concretar en el hecho de poder amar, y donde los hijos e hijas, los padres y madres, los amigos y amigas, y la pareja, en la se hacen realidad los deseos, en medida de lo posible y toman su lugar las formas de relación que tenemos, que no están exentas de dolor, de tragedias, de sufrimiento, pero que es paradójicamente lo que nos hace valorar la dicha, el placer, la alegría, la paz, la tranquilidad y la felicidad.

Quien no es feliz con poco, no lo será con mucho y tal ahí este la trampa de la sociedad de mercado que a vendido que solo teniendo más y más es que se hace uno feliz o que para ser feliz no se tiene que sentir y mucho menos pensar, de ahí la enajenación y las nuevas adicciones y obsesiones que dicho sea de paso son mercancías y que poco se parecen a la felicidad, esa que es solamente de nosotros, que nos pertenece como seres humanos integrales, emocionales e inteligentes que aspiramos a ser con consciencia y responsabilidad.