Escucharemos y leeremos en todas partes y a cada momento que las elecciones en México de este año serán las más grandes e importantes de su historia. Ciertamente, lo son. Por otro lado, también estarán condicionadas por muchos aspectos novedosos de la época que nos ha tocado vivir.
Uno de ellos será la posverdad y es importante retomar alguna reflexión al respecto. En este caso, nos basaremos en el trabajo realizado por Alberto Navarro de la universidad de UAM y Tec de Monterrey.
El autor hace una distinción muy interesante desde su definición que podríamos retomar para las presentes elecciones. Esa distinción se toma de la Real Academia Española y el Cambridge Dictionary.
REAL ACADEMIA
Para el diccionario de la Real Academia Española, la definición de la posverdad es: “la distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
Esta definición pone el énfasis en el que comunica y que está consciente de que manipula una realidad con el objetivo de influir.
Es más que claro que durante las campañas electorales existirá publicidad, propaganda e información que no estará basada en hechos sino en las ideas y prejuicios que existen en la sociedad para denostar a sus adversarios políticos. Eso es algo muy difícil de controlar porque, aunque las autoridades electorales vigilen, mucha información aparece de manera anónima y aunque pueda ser eliminado, ya generó el efecto deseado.
CAMBRIDGE DICTIONARY
En cambio, el Cambridge Dictionary define la posverdad (post-truth), como: “está relacionada con personas que son más propensas a aceptar un argumento basado en sus emociones y creencias, en lugar de uno basado en hechos”.
Se concentra más en los receptores y en su responsabilidad por no valorar los hechos. En este caso, se trata de como los ciudadanos buscamos ciertos medios e información que alimenta nuestras creencias y emociones de una forma acrítica.
Se trata de una cuestión más compleja porque no es posible prohibir o limitar al ciudadano en su derecho a informarse. Pongamos un ejemplo muy común de lo anterior. Existen ciudadanos que creen con convicción la existencia de conspiraciones alrededor de los acontecimientos políticos y alimentan esta creencia con información en libros o blogs. Aunque gran parte de esta información no está basada en hechos, no es posible prohibirle que siga accediendo a esta información.
DESPRECIO DE LA REALIDAD
Lo que tienen en común ambas definiciones es que “los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que aquellos que apelan a la emoción o la creencia personal”. De esta manera, existe un desdén por los hechos reales y le damos más importancia a las opiniones personales.
Desde esta perspectiva, es muy probable que veamos unas campañas electorales con un alto componente emocional más allá de un análisis histórico, económico y sociológico. En eso habrá una responsabilidad de las altas esferas de la política, pero también de los propios ciudadanos que preferimos este tipo de información.
A lo anterior, hay que agregar que las redes sociales “han facilitado la aparición de la posverdad”. Es innegable, que las redes sociales nos hacen llegar un cúmulo de información, antes inimaginable, y que somos nosotros mismos los que proveemos información a estas plataformas para hacernos llegar un tipo de información. Nuestro WhatsApp estará saturado de videos e información que alimenta más nuestras creencias y nuestras emociones que información basada en hechos, más aún, nosotros mismos nos encargaremos de darle difusión.
Por esa razón, tienen mucho éxito ciertos comentaristas o líderes de opinión que hacen referencia a nuestras emociones y dejamos de lado leer o atender análisis más racionales, pero menos polémicos.
CONCLUSIÓN
Considerando lo anterior, el tiempo que llevamos de competencia electoral (aproximadamente 2 años), el clima de polarización política, la importancia que tienen las redes sociales para informarse en ciertos sectores sociales y la misma desinformación que generan las esferas políticas no es posible ser optimista sobre las elecciones.
La posverdad predominará en el proceso electoral que concluirá el próximo 2 de junio y los responsables no será solamente la clase política, también lo seremos nosotros los ciudadanos.