Los temas del problema inflacionario y de la desaceleración de la actividad económica, tanto a México como en el resto del mundo, son una constante en la prensa y en las columnas editoriales. Los pronósticos de lo que van a aumentar las tasas de interés y su impacto en la economía real, son materia de múltiples análisis y sin duda son temas importantes que se deben abordar.
Sin embargo, en esta ocasión quiero tratar un tema que resulta por demás interesante y tiene importantes implicaciones en materia económica, aunque para algunos pudiera resultar frívolo, y es el de la economía del arte y más concretamente, la razón por la que ciertas obras pictóricas alcanzan valores estratosféricos. Decidí escribir sobre este tema después de que el pasado 9 de mayo, una imagen de Marilyn Monroe del artista pop Andy Warhol, batió todos los récords para una obra subastada realizada en el siglo XX por un estadounidense. Es una litografía que se vendió por 195 millones de dólares después de honorarios, en una puja que duró menos de cuatro minutos, y que con todo y su elevado precio, no logró el importe esperado.
Es cierto que para muchos la pintura, escultura, diseño de moda, música o hasta el cine son frívolos, pero todo lo que consumimos que pareciera banal, nos impacta a todos económica o culturalmente. Hablar de estos temas en una columna dedicada a temas económicos, podría parecer una pérdida de tiempo ya que el arte es un tópico que no es del interés de muchos, con independencia de su poder adquisitivo. Esto pudiera deberse a que para diversas personas el arte parece algo lejano porque hay una falsa creencia de que comprarlo no está al alcance de todos. Por que como en la moda, en dónde muchos piensan que ésta sólo consiste en tener ropa cara de una casa de modas reconocida (Louis Vuitton, Hermes, Gucci, etc.), en el mundo de la pictórico se piensa que comprar “arte” consiste en adquirir un Picasso o un Van Gogh, cuando el arte puedes comprarlo en una modesta galería local en donde venden todo tipo de obras o fotografías con precios accesibles. Por lo que idealmente, este tema debería ser del interés de amplios sectores sociales.
Regresando al tema. La obra de Andy Warhol de Marilyn Monroe, que recién se vendió en 195 millones de dólares es una serigrafía de 1964 titulada “Shot Sage Blue Marilyn”, y fue creada dos años después de la muerte de la estrella. La obra fue vendida en la subasta inaugural de la temporada por parte de Christie’s en Nueva York. El precio alcanzado, de 170 millones de dólares más los honorarios, lo que da un precio final de 195 millones de dólares, rompió el anterior record, que lo ostentaba una pintura de calavera de 1982 de Jean-Michel Basquiat, amigo, colaborador y rival de Warhol, que se vendió por 110.5 millones de dólares en 2017.
Si le parece que los 195 millones de dólares pagados por la obra de Warhol es demasiado, pues quizás se sorprenda al conocer que dicho precio se quedó corto de las expectativas que se tenían de un precio de 200 millones de dólares. Dicho sea de paso, la “desilusión” causada por no haber llegado al precio objetivo, tras la enorme expectativa que se tenía por ser la primera gran subasta de arte post pandemia covid-19, ocasionó que unos días después se retirarán de subasta dos obras de Jean-Michel Basquiat, tituladas “See Plate 3” y “Portrait of the Artist as a Young Derelict”.
Christie’s dijo a los medios después de la subasta que la razón por la que esas dos obras no salieron a la venta fue porque la casa de subastas y el vendedor creían que “el mercado no estaba listo”; es decir, se preveía que no alcanzarían sus precios meta de 30 millones de dólares y de entre 4 y 6 millones de dólares, respectivamente.
Me parece que es interesante analizar las fuerzas que pueden hacer que una obra de arte, por más especial que sea, llegue a tener valores tan elevados. No debemos olvidar que la obra Salvador Mundi, atribuida a Leonardo da Vinci, fue adquirida en 2017 en una subasta de Christie´s por parte de Mohamed Ben Salmane, príncipe heredero de Arabia Saudita, que pagó por el cuadro 450 millones de dólares, lo que la convierte en la pintura más cara de todos los tiempos. Con estos precios no debería sorprendernos que de acuerdo con el reporte “The Art Market 2022”, por parte de Art Basel y UBS, las ventas globales de arte y antigüedades sumaron unos 65.1 miles de millones de dólares (mmdd) en 2021, lo que implica un crecimiento de 29% respecto a la cifra de 2020 y es una cantidad superior a los 64.23 mmdd de 2019.
Son cifras altísimas y resulta obvio que los 450 millones de dólares pagados por Salvador Mundi de da Vinci o los 195 millones pagados por la Marilyn de Warhol, son suficiente dinero para realizar casi toda clase de inversiones. Es dinero suficiente para comprar un porcentaje considerable de las acciones de alguna de las principales corporaciones del mundo, construir edificios de apartamentos u oficinas, así como arrancar una infinidad de diferentes tipos de negocios o fábricas. Y lo que es mejor es que todas estas inversiones generarían ingresos, permitiéndole al inversionista un retiro cómodo. Una pintura, por el otro lado, con independencia de lo que diga cualquier corredor de arte, es sólo eso: una pintura.
Y aunque se va maravillosa en tu sala u oficina, una pintura nunca generará un flujo de efectivo. La única manera de ganar dinero con una pintura es si hay alguien que esté dispuesto a pagar por ella más de lo que tú pagaste. En esencia, para algunos es la Teoría del Tonto más Grande, el ideal de que algún tonto (o comprador) eventualmente llegue a comprarte tu pieza de arte, con la esperanza de que eventualmente se la podrá revender a otro comprador a un precio aún más alto.
Se puede argumentar que esto no es invertir, sino especular, ya que cualquier incremento en el valor de la pieza se deriva enteramente de la apreciación de quien pretenda comprar la pieza. Y en el caso de Salvador Mundi o la Marilyn, pues sólo hay unos cuantos individuos en el mundo con la capacidad de comprar dichas pinturas.
¿Entonces cómo es que estos activos poco líquidos, reservados para la élite, han sido capaces de alcanzar estos valores estratosféricos? ¿Qué es lo que mueve el mercado? ¿Por qué hay gente que puede tener inactivos millones de dólares en una pintura cuando hay otras muchas formas de generar efectivo? Las respuestas a estas preguntas pueden ser obtenidas del análisis económico, concretamente de la Economía del Arte.
De acuerdo con Bruno Frey, la “economía” y el “arte”, pueden ser combinados de dos maneras diferentes:
1. Como el análisis de los aspectos económicos o materiales de las actividades artísticas, y en el extremo como las transacciones monetarias en el arte;
2. La aplicación del método económico, o más bien, de la elección racional al arte
En esta entrega analizo el tema desde la segunda óptica aplicado exclusivamente al arte pictórico. No abordo el tema de la derrama económica generada por la actividad artística, ni los millones de empleos que ésta genera a nivel mundial. Sin embargo, no está demás mencionar que las cifras del reporte “The Art Market 2021” señalan que se estima que en 2020 había aproximadamente 305,250 negocios operando a nivel mundial en el mercado de arte y antigüedades, mismos que daban empleo a 2.9 millones de personas. Además, se estima que más de 2.6 millones de personas trabajan en el sector de galerías y comercio de obras, en unos 291 mil negocios a nivel mundial.
Volviendo al tema, quiero reiterar que el mercado de obras de arte no está reservado para los súper ricos. De hecho, el mercado de arte tiene una amplia gama de productos, desde impresiones que puedes comprar en línea creadas por artistas independientes hasta obras de alta gama que puedes adquirir en tu galería local. Cómo todo en el universo, el precio de una pintura (independientemente de su origen) es una función de las fuerzas de la oferta y la demanda. Aunque no podemos dejar de lado que en el lado inferior del espectro, el arte proporciona un agradable toque de color a una casa u oficina, por lo que la gente se siente feliz de comprarlo y exhibirlo.
Bruno Frey menciona que el concepto de arte, tal como lo entienden los economistas, parte de las preferencias o valores del individuo. Esto distingue fundamentalmente el concepto económico del arte de otras definiciones de arte que se derivan de principios bastante diferentes; por ejemplo, de una noción de belleza estética basada en fundamentos filosóficos más profundos. También difiere mucho del concepto de arte definido por los expertos en arte (historiadores del arte, gente de museos, críticos de arte y periodistas, galeristas y los propios artistas) que tienen un conocimiento profesional superior de los diversos aspectos de las actividades artísticas y derivan de ello la autoridad para juzgar qué es el arte.
El enfoque económico del arte se centra en el hecho de que existe escasez con respecto a los recursos (capital y trabajo, recursos naturales y medio ambiente), el tiempo y el potencial tanto físico como psíquico de las personas.
Con esto en mente, pues en principio, mientras que la gente esté dispuesta a pagar para cubrir los costos de los materiales y de realización de la obra, así como los costos de la galería que vende el arte (en su caso), pues ya estarían dadas las condiciones para que se den las transacciones de compra-venta. Mucha gente podrá decir que el arte que apenas cubre los costos de elaboración del mismo no es verdadero arte (imagínese una reproducción de La Noche Estrellada de Vincent van Gogh que es vendida en 50 dólares en una tienda departamental), pero como ya se señaló, en esta entrega la intención no es determinar eso, sino explicar la forma cómo funciona el mercado.
El precio de una obra, explicado desde un punto de vista técnico funciona más o menos así: partimos de que existe una función de demanda del consumidor que depende de la utilidad marginal o satisfacción personal que le genera poseer una obra de arte (satisfacción emocional principalmente). Esto implica que a mayor utilidad marginal percibida de la obra, más estará dispuesta a pagar por ella. ¿A usted que le genera más satisfacción, tener un Picasso original en la sala de su casa o tener un poster de El Beso de Gustav Klimt? ¿Por cuál estaría dispuesto a pagar más? Por otra parte, tenemos una función de oferta que depende del costo marginal de producción de dicha obra. Si la satisfacción para el consumidor es baja porque no es exclusiva (es una obra que puedes encontrar en cualquier tienda departamental y se han impreso miles de ellas), y además tiene un costo marginal de producción bajo porque las producen en serie, pues estamos hablando de una obra que va tendrá un precio reducido. Pero si estamos hablando de una obra única que da estatus y además es bella, pues no es difícil imaginar que la curva de demanda estaría muy por arriba (hay una elevada utilidad marginal por parte del consumidor), y si a esto le sumamos que es una obra única (tiene una curva de oferta vertical o perfectamente inelástica), esto ocasionará que la obra tenga un precio muy elevado.
En términos más simples, lo que la teoría económica nos dice es que conforme una pieza es más rara o única, la función de oferta ya no depende sólo del costo de realizar la obra, sino de cuantos ejemplares de la misma hay disponibles físicamente. Si asumimos que un Picasso es inherentemente más placentero a la vista que una impresión de un poster de $100 dólares comprada en una tienda departamental, entonces la gente preferirá el Picasso. Pero dado que sólo hay unos cuantos cientos de cuadros de Picasso, entonces estas piezas serán asignadas a las personas que más las valoran y que tienen mayor capacidad económica de comprarlas. El tema de escasez se vuelve aún más relevante cuando consideramos que esas personas sólo las podrán comprar de gente que ya las posee. Estos son los cimientos de un artículo de colección.
Los artículos de colección son una gran anormalidad económica en lo que respecta a las funciones normales de oferta y demanda. Un artículo de colección normalmente se define como cualquier artículo que ya no se puede producir, tiene una oferta relativamente limitada y es tentador el poseerla debido a que provee cierto beneficio material. Las pinturas de artistas reconocidos encajan con esta descripción.
La incapacidad de producir nuevas piezas y la cantidad limitada en la oferta son algunas de las razones por las que la gente bromea de que la obra de un artista es más valiosa después de que muere. Ya no hay más producción de Picassos, Warhols, Basquiats, por lo que si quieres uno debes buscar alguno de los que quedan en la tierra y que ya está en manos de algún coleccionista.
Aunado a lo anterior, es verdad que nosotros valoramos más algo que poseemos respecto a algo que no tenemos; es decir, le agregamos valor sentimental a nuestras posesiones. Este hecho también provoca que los precios de una obra tengan una tendencia a subir, dado que exigiremos un precio más alto para compensarnos por deshacernos de algo que estuvo exhibido en la pared de la sala durante cierto tiempo. Y pues precisamente porque la gente observa una tendencia ascendente en los precios de las obras, es que ven la compra de ciertas pinturas u obras de arte como una inversión. Evidentemente estamos lidiando con una burbuja de activos. Para ilustrar esto, tenemos el caso de la infame pintura de Jean-Michel Basquiat de 1982 de un demonio con cuernos, que se vendió el pasado 18 de mayo de este año, por 85 millones de dólares. Esta pieza originalmente se vendió en 2004 por 4.5 millones de dólares y nuevamente en 2016 por 57.3 millones de dólares.
Es así que en cuanto al equilibrio de la demanda y la oferta, Frey nos menciona que el equilibrio entre demanda y oferta determina en gran medida lo que es un artista desde el punto de vista económico. Si bien todo oferente es libre de llamarse a sí mismo como artista en la sociedad actual, el término artista se define mejor cuando se toma en cuenta la interacción con la demanda. Por ejemplo., si una joven que trabaja como camarera puede querer considerarse a sí misma una cantante de ópera (incluso sin la educación adecuada), tiene poco sentido contarla entre los artistas si la demanda de sus servicios es tan baja que trabaja cero horas como cantante de ópera porque nadie la contrata.
En algunos países, a saber, aquellos influidos por el romanticismo alemán, se rechaza tal punto de vista y existe una fuerte tradición que sugiere que un “verdadero artista” debe ser pobre. En contra de lo que se ha argumentado, esta tradición propone una relación negativa entre la calidad del arte y su comerciabilidad. Sin embargo, esta visión es puramente idealista y tiene poco que ver con la realidad. La evidencia empírica muestra que:
1. Ciertamente, no todos los artistas son pobres (van Gogh y Gauguin son excepciones y ciertamente no son la regla);
2. Los artistas de altos ingresos no son necesariamente de “mala” calidad (definidos según las evaluaciones de los historiadores del arte)
3. Muchos artistas de mayor “calidad” han recibido ingresos muy altos.
Hasta ahora parece que ha quedado claro por qué los precios de las pinturas suben, pero lo que nos falta por responder es lo que motiva a las personas a pagar tan altas sumas de dinero por una obra.
Históricamente las obras de arte han sido una buena inversión (ahí está el ejemplo del diablo de Basquiat), pero los inversionistas potenciales deben estar conscientes de que el valor actual de una obra depende de lo que la gente piense que valdrá en el futuro, en lugar de estar basado en beneficios tangibles tales como flujos de efectivo o capacidad productiva esperada. También debe reconocerse que mucho de este tipo de especulación va más allá del arte. Esto puede verse en muchos de los mercados de alta gama, tales como automóviles, relojes, botellas de whiskey y vino. Cualquier cosa con una oferta limitada, con un poco de prestigio es un bien candidato a tener este comportamiento especulativo.
A manera de conclusión podemos señalar que todo indica que este fenómeno de excesivo encarecimiento de las obras de arte de los grandes artistas es algo que seguiremos viendo en los próximos años. Para muchos es una gran oportunidad de obtener enormes ganancias, si se elige la pieza adecuada, aunque desde un punto de vista económico pudiera parecer un desperdicio tener una fuerte suma de recursos “invertidos” o congelados en obras de arte que no genera ningún beneficio económico en cuanto a flujo de efectivo, producción o empleo. Es el gusto de cada quien, y si la gente tiene la capacidad económica para comprarse una pieza de arte, y con eso alegrar su casa u oficina, pues también es una magnífica elección, es correcto y se debe disfrutar. Si bien no abordo el tema de las políticas públicas y el arte, a mi me gustaría ver más acciones por parte de los tres órdenes de gobierno que incentiven la actividad artística en todas sus expresiones.