La deuda pública es el mayor lastre para México

Alejandro Gómez Tamez, director general de G.A.E.A.P

La deuda pública es el mayor lastre en materia económica con el que carga el país y es responsable de muchos de los recortes presupuestales que se han propuesto para el 2019, además de ser la causa de los mayores controles fiscales propuestos, los cuales sin duda afectarán los flujos operativos de las empresas. En esta entrega se explica lo que la deuda pública representa para las finanzas de México y como ésta limita las posibilidades de desarrollo económico y social.

Al mes de octubre de 2018, el saldo total de la deuda neta se ubicó en 10.517 billones de pesos, de los cuales 6.602 billones de pesos correspondían a deuda interna neta y el resto, el equivalente a 3.915 billones de pesos eran deuda externa neta (197,731 millones de dólares). Aunque diversos economistas y analistas lo nieguen, este nivel de endeudamiento representa una pesada carga fiscal para el país.

Diversos economistas dicen que el saldo de la deuda pública no representa un problema porque equivale a apenas el 45% de un PIB nominal, que ascendió a 23.425 billones de pesos al tercer trimestre de 2018. Argumentan inclusive que México todavía se puede endeudar más y ponen como ejemplo la situación fiscal de naciones desarrolladas, como Japón que tiene una deuda pública que representa el 253% de su PIB, o los Estados Unidos con una que representa el 105.4% de su PIB.

Estas comparaciones son irresponsables, porque pretenden hacer creer que todavía nos podemos endeudar más como país, siendo que ya hemos llegado al límite del endeudamiento en función de nuestra capacidad de hacer frente al costo financiero de dicha deuda. Para el año 2018 el costo financiero de la deuda se estima que será de 630.791 miles de millones de pesos (mmdp), cifra que representa el 12.35% de los 5.106 billones de pesos que se tendrán de ingresos presupuestarios por parte del sector público.  Para el 2019 el costo financiero se pronostica en 749.574 mmdp, cantidad que representa el 14.21% de los ingresos presupuestarios del sector público previstos para dicho año. Vemos pues que para el 2019 se espera que tan sólo por los intereses que genera la deuda del sector público se eroguen casi 120 mmdp adicionales respecto a este año, y pues de algún lugar debe salir ese dinero extra que se requiere.

Es así que sin duda, este mayor costo financiero, sumado al capricho de cancelar el aeropuerto de Texcoco, así como la necesidad de cumplir promesas de campaña, explican varios de los  muy sensibles recortes planteados en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2019. En otras palabras, dados los compromisos existentes, el costo de tener finanzas públicas ”equilibradas” es el recorte presupuestal planteado. Y no, no se trata de estar en crisis para que sea justificable realizar ajustes presupuestales (como recientemente lo dijo el columnista Pablo Hiriart), sino que los recortes al gasto son precisamente una condición indispensable para evitar esa crisis.

Al final de cuentas, debemos quedarnos con el dato de que tan sólo el pagar los intereses de la deuda del sector público se lleva casi uno de cada siete pesos que eroga todo el sector público federal; y lo peor es que en tanto no bajen las tasas de interés en México, éste se ha convertido en un problema crónico para las finanzas públicas del país. ¿Cómo fue que llegamos a esta lamentable situación?

En el año 2006 el costo financiero de la deuda pública en México fue de apenas 250.065 mmdp, para el año 2012 fue de 305.118 mmdp, ya en el año 2015 fue de 408.287 mmdp, y como ya se señaló, en el 2018 se estima que será de 630.791 mmdp, hasta llegar a los casi 750 mmdp en 2019. Estas mayores erogaciones son producto de tres factores: 1) El incremento irresponsable del saldo de la deuda pública en el sexenio de Enrique Peña Nieto (creció 96.5% entre el 31 de diciembre de 2012 y el 31 de octubre de 2018), 2) El aumento en las tasas de interés en México a partir de diciembre de 2015 (los Cetes a 28 días pasaron de 3.14 en diciembre de 2015 a 7.83% en noviembre de 2018), y 3) Por la reciente alza en las tasas de interés en los Estados Unidos (la tasa de fondos federales pasó de 0.12% en noviembre de 2015 a 2.20% en noviembre de 2018).

Cabe señalar que en 2019 la deuda del sector público seguirá aumentando en términos nominales. Para dicho año se plantea un superávit de 245.733 mmdp, pero al restarle los intereses de la deuda por 749.574 mmdp, pues acabamos con un balance económico deficitario por 503.841 mmdp, y es precisamente en este monto en lo que veremos aumentar la deuda del sector público el año que viene. En otras palabras, la deuda del sector público federal aumentará el año que viene en más de medio billón de pesos para rebasar los 11 billones al cierre de 2019.

Una de las peores cosas de toda esta situación es que el crecimiento de la deuda pública en México no se ha traducido en un país más competitivo o un país con mucha mayor infraestructura física. ¡El ritmo de endeudamiento durante el sexenio de Enrique Peña Nieto fue equivalente a 2,700 millones de pesos diarios! ¿Y para qué sirvió todo ese dinero? Los responsables del endeudamiento deberían dar una explicación, pero lo que si es una realidad es que no fue dinero que fuera para inversión física.

De acuerdo a cifras de la Secretaría de Hacienda, el gasto en inversión física directa estuvo muy por debajo del ritmo de endeudamiento y vino hacía menos en los últimos años del sexenio de Peña Nieto. En 2016 dicho gasto fue de 455.074 mmdp, en 2017 cayó a 321.225 mmdp, y en los primeros 10 meses de 2018 es de tan sólo 279.085 mmdp. Queda claro que lo que se invirtió en infraestructura por parte de sector público en el pasado sexenio fue tan sólo una parte del monto en el que endeudaron al país, por eso la forma como nos endeudaron fue irresponsable y ahora pagamos las consecuencias.

A manera de conclusión podemos decir que la herencia fiscal de Enrique Peña Nieto trascenderá su sexenio y limitará mucho lo que se pueda hacer en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. La apuesta del gobierno no es lograr un balance económico positivo (superávit fiscal) sino simplemente lograr que la deuda crezca a una tasa inferior a lo que crece el PIB nominal para que éste tenga cada vez un menor peso en la economía. Sin embargo, lo que se debe cuidar es que el costo financiero de la deuda sea cada vez un porcentaje más bajo de los ingresos presupuestarios del país. Esta es la única manera en que las calificadoras de deuda soberana nos podrán ver como un país con finanzas públicas sólidas.

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