La crisis global de deuda que está por llegar

Alejandro Gómez Tamez es economista y especialista en el análisis finaiciero.

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) informó que, al cierre de agosto de este año, la deuda bruta del sector público federal sumó 14.877 billones de pesos, cifra casi 700 mil millones de pesos más alta respecto de los 14.188 billones de pesos de deuda pública que teníamos en agosto de 2022. Esto implica que en un año el tamaño relativo de la deuda pública pasó de representar el 48.3% del Producto Interno Bruto (PIB) a ser el 47.7%. ¿Cómo es que, aunque la deuda pública creció 5%, su peso respecto al PIB nominal disminuyó ligeramente? Pues se debe a una variable que actúa en contra de los ciudadanos, pero que en este caso le ayuda al gobierno: la inflación que se traduce en un mayor PIB nominal aunque el real no crezca a tasas elevadas.

Este punto, pero aplicado a las grandes economías, es abordado en un artículo editorial por parte de James Rickards, publicado en el sitio de DailyReckoning.com el pasado 4 de octubre y titulado “Algo ´grande y estúpido´ se avecina…”.

El artículo comienza mencionando que con niveles de deuda alcanzando máximos históricos en las principales economías desarrolladas y en desarrollo, y con relaciones deuda/PIB también en niveles récord (y eso es sin incluir pasivos contingentes como pensiones, Seguridad Social, atención sanitaria y otros derechos, que empeoran las finanzas públicas), parece que es momento de considerar cómo es que las naciones más endeudadas abordarán este problema.

La crisis de la deuda tal vez no sea inminente, pero sí es inevitable. Cuando esto suceda, puede implicar el mayor desastre financiero de todos los tiempos. Por lo tanto nunca es demasiado pronto para que los inversionistas consideren las consecuencias.

Veamos el caso de Estados Unidos: cuando el país más poderoso del mundo emite deuda en los dólares que imprime, no hay necesidad de caer en default o incumplimiento en el sentido de falta de pago. Puedes simplemente hacer que el banco central compre la deuda en manos del público inversionista imprimiendo más dinero. Ésta es la situación actual en Estados Unidos, Japón, el Reino Unido y la Unión Monetaria Europea (los países que utilizan el euro). Todos tienen enormes cargas de deuda, pero todos emiten monedas de reserva y tienen bancos centrales que pueden simplemente comprar la deuda imprimiendo dinero para evitar el incumplimiento de pago.

La falta de pago no es el problema

Hay muchas consecuencias negativas por imprimir dinero y acumular deuda en los balances de los bancos centrales, pero el impago de la deuda no es una de ellas. Este es el mantra de los teóricos monetarios modernos (TMM) y su líder intelectual Stephanie Kelton.

En opinión de muchos, la TMM es basura como política económica, pero el principio de no default es válido. George Soros dice lo mismo. La TMM es una corriente de pensamiento que afirma que los gobiernos que emiten su propia moneda no enfrentan una restricción presupuestaria; sin embargo, la evidencia muestra que la TMM se basa en un estado obsoleto de la ciencia económica y que sus afirmaciones sobre las políticas económicas son muy exageradas: el significado de la TMM es más el de un manifiesto político que el de una auténtica teoría económica (pero este es asunto para otra entrega).

Habiendo dicho lo anterior, muchos países desarrollados y en desarrollo, ya han superado con creces el punto en el que la deuda puede gestionarse a través del crecimiento del PIB en términos nominales. Ese umbral es aproximadamente una relación deuda-PIB del 90%. Una relación deuda/PIB del 60% es aún más cómoda y puede gestionarse. Como ya se mencionó, México tiene una relación de 48% aproximadamente, por lo que bajo está lógica la deuda pública de México es manejable en la actualidad. Obvio, que si México mantiene déficits fiscales en torno al 4.9% del PIB como se espera en 2024, pronto nuestra deuda dejará de ser manejable.

Volviendo al tema, pues las estadísticas muestran que las principales economías con monedas de reserva han superado con creces la proporción del 90%, al igual que las de muchos países más pequeños. La proporción de Estados Unidos es del 134%, un máximo histórico. La proporción del Reino Unido es del 102%. Francia es el 111%. España es el 112%. Italia es el 145%.

China informa una cifra oficial del 77%, pero esto es muy engañoso porque ignora la deuda de sus gobiernos provinciales de la que Beijing es el responsable en última instancia. Al considerar estas deudas locales, la cifra real de China supera el 200% si se incluye la deuda provisional.

El principal deudor del mudo es Japón con un 261%. La única economía importante con una proporción medio respetable es Alemania, con un 67%. Es una desgracia para Alemania que probablemente sea responsable del resto de Europa a través del sistema Target2 del Banco Central Europeo (BCE).

Todos estos países se dirigen a una situación de default o de impago. Pero debemos considerar las diferentes formas de llevar a cabo un default.

Hay tres formas básicas de impago: suspensión de pagos, reestructuración de la deuda o generación de inflación. Se puede eliminar la suspensión de pagos por el motivo mencionado anteriormente ya que para hacer frente a los compromisos de deuda siempre se puede simplemente imprimir más dinero. Lo mismo ocurre con la reestructuración.

Es por ello que la inflación es claramente la mejor manera de evitar caer en default. Se devuelve el dinero en términos nominales, pero vale muy poco en términos reales. El acreedor pierde y los países deudores ganan.

Hacerlo de manera agradable y fácil

La clave para desinflar el valor relativo de la deuda es haciéndolo lentamente como lo hizo Estados Unidos entre 1945 y 1980. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la relación deuda-PIB de Estados Unidos era del 120% (más o menos donde está ahora). En 1980, la proporción era del 30%, lo cual era totalmente manejable.

Por supuesto, la deuda nominal y el PIB crecieron de manera importante, pero el PIB nominal aumentó más rápido que la deuda nominal, por lo que la proporción de deuda a PIB cayó. Si se puede mantener la inflación en torno al 3% y las tasas de interés en torno al 2% y ejercer disciplina fiscal (lo que hizo Estados Unidos en las presidencias de Eisenhower, Kennedy, Nixon y Ford), el PIB nominal crecerá más rápido que la deuda nominal (debido a las tasas de interés topadas por parte del Banco de la Reserva Federal).

Si se mejora la proporción en, digamos, a razón de 2 puntos porcentuales por año y se mantiene así durante 35 años (1945-1980), se puede reducir la proporción en un 70%. Y eso es lo que hizo Estados Unidos de 1945 a 1980.

El secreto consistió en hacerlo lentamente. Casi nadie notó la disminución paulatina del valor real del dinero hasta que Estados Unidos llegó a la etapa de acelerada inflación de 1978 a 1981. Pero para entonces la misión de bajar el peso de la deuda respecto del PIB ya estaba cumplida.

Por tanto, hay dos formas de abordar el exceso de deuda: disciplina fiscal e inflación. Entre 1945 y 1980, Estados Unidos hizo precisamente eso. Si la inflación es del 3% y las tasas de interés son del 2%, se derrite el valor real de la deuda. Si se ejerce disciplina fiscal en relación con el PIB, se reduce la relación deuda nominal/PIB. Estados Unidos hizo ambas cosas.

México ha hecho algo similar, al generar inflación, se le da margen al gobierno de seguir aumentando la deuda pública sin que ésta se dispare como proporción del PIB. Con la inflación poco a poco nos empobrecemos, pero el gobierno gana en sus posibilidades de endeudarse.

La razón por la que la relación deuda/PIB volvió a subir en Estados Unidos hasta llegar al actual 134% es que los presidentes Bush hijo, Obama, Trump y Biden ignoraron la fórmula. Desde 2000, la política fiscal ha sido imprudente, por lo que la fórmula dejó de funcionar. Su saldo de la deuda subió más de lo que creció su PIB real más la inflación. En este contexto el problema no es realmente la “impresión de dinero” (la mayor parte del dinero que la Reserva Federal imprime simplemente regresa a la Reserva Federal como exceso de reservas, por lo que no hace nada en la economía real).

El problema desde el año 2000 es que la deuda nominal está aumentando más rápido que el PIB nominal (PIB real más inflación), por lo que la relación deuda/PIB aumenta. Esta dinámica empeorará mucho con el enorme aumento de las tasas de interés en los últimos 18 meses.

No se puede pedir prestado para salir de una crisis de deuda. Tampoco es que Estados Unidos haya podido generar mucha inflación. La inflación estuvo por debajo del 2% promedio anual durante casi todo el periodo de recuperación post crisis financiera de 2009-2019.

En el caso de México, hemos mantenido el porcentaje de deuda respecto al PIB a raya gracias a nuestra persistente inflación, de manera que el PIB nominal ha crecido más de lo que aumentó el saldo de la deuda total del sector público federal. Esto fue el factor que nos ayudó a mantener nuestro grado de inversión en nuestra deuda pública, no obstante que en la presidencia del presidente López Obrador el saldo de ésta creció en más de 3.8 billones de pesos.

Japón escrito en grande

Al observar el panorama global, es importante comprender que Japón es simplemente una versión más grande del problema que enfrenta Estados Unidos. No tiene disciplina fiscal y no puede lograr que la inflación les salve la vida. La única salida para Japón es la hiperinflación, que llegará, pero no todavía.

Probablemente Japón pueda mantener el juego de la deuda por un tiempo. La crisis se producirá cuando su moneda, el yen, colapse. Hace unos 12 años el tipo de cambio del yen por dólar era en torno a 80, ahora es de 149 por dólar. De este tamaño ha sido la depreciación reciente del yen frente a dólar.

Rickards finaliza mencionando que una crisis de deuda está en camino. Algo grande y estúpido (en palabras de la brillante analista Stephanie Pomboy) está surgiendo de los responsables de las políticas para abordar el problema. Pero la solución no será una política ni un plan. Una crisis sucederá casi de la noche a la mañana y parecerá surgir de la nada. Pero llegará.