Los hechos en el estadio de Querétaro no solo impactaron a nuestro país sino al mundo entero y se añadieron a la violencia que se vive a diario en nuestro País y al tema de Ucrania con la invasión rusa, como acciones que nos hacen pensar en el odio y la maldad humana.
A raíz de esta barbarie que empaña al futbol, recordé lo sucedido en el estadio de Heysel, en Bruselas, donde murieron 39 personas, en una final de la Copa de Europa, pero ocurrieron por una estampida, propiciada por los hinchas ingleses.
En Querétaro quedamos impactados por la violencia exacerbada, totalmente criminal, al grado que vimos personas inertes a quienes todo mundo creyó muertas. Hechos inéditos y formas de crueldad más propias de células del narco.
En este momento no falta un día en que no veamos noticias terribles, empezando por nuestra Nación, con homicidios, atrocidades o matanzas colectivas (en los que Guanajuato sigue siendo Entidad líder), confrontaciones y polarización ideológica como nunca se había visto (seguramente porque antes no había redes sociales ni medios de difusión como ahora), etc.
¿Qué pasa en el mundo, pero en especial en México? ¿Cuánto tiempo ha pasado con esta Nueva Normalidad de la violencia? ¿Ya es parte de nosotros o tenemos esperanza de una distinta realidad, de un nuevo estadio, de un nuevo mundo?
Aunque la RAE lo hace, el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico no contiene una definición de maldad y ni tampoco de bondad, ¿por qué? Porque para el Derecho como ciencia, solo se incluyen catálogos de delitos o crímenes y su proceso y enjuiciamiento habla de agravantes o atenuantes, sin calificar si hay algo bueno o malo en la conducta, en el hecho.
Llegó a mis manos (redes) un artículo interesante y profundo de Bruno Velázquez, asesor e investigador en Filosofía de la UNAM, en el que diserta sobre la crisis moral y la crueldad en nuestra República, con tremendos argumentos y desesperanzas, y eso que aún no pasaba lo de La Corregidora.
Sin embargo, como una plaga, la violencia ha asentado sus reales en nuestros estados, en nuestras ciudades, pero creo que somos muchos quienes no podemos acostumbrarnos.
De la violencia estructural que nos la definen como esa forma injusta de oportunidades y posibilidades, que son pare de los sistemas socieconómicos, en especial políticos, hemos transitado a la violencia directa, de facto, como una parte inherente a la sociedad.
Antes y después de Freud la violencia y su naturaleza se han debatido y fundado en lo que como seres vivos, como animales, heredamos o tenemos los humanos
Si se acuerdan ustedes, en la novela (y luego película) El señor de las moscas, de William Golding, se planteaba la idea de que la maldad está en la naturaleza humana más que la bondad, y un grupo de niños y jóvenes que naufragan y quedan a su suerte en una isla, lo que se desarrolla en ellos es la maldad, el egoísmo, la crueldad y la violencia a muerte.
Años más tarde a 1983 cuando Golding recibió el Nobel de Literatura, ocurrió algo que no fue ficción sino realidad, cuando un grupo de estudiantes de Tora, una isla en el Pacífico Sur, naufragaron en otra isla abandonada, durante 15 meses, en los que sobrevivieron gracias a que en ellos nació la lealtad, la solidaridad y, con problemas y todo, triunfó la sociedad humana.
¿Podremos salir de esta Nueva Normalidad de la violencia? Prefiero creer que sí, aunque no sea fácil porque el mal se ha enraizado, se ha enredado en el tejido social. Prefiero creer en esa parte de nuestra naturaleza que siempre nos salva, a diferencia del odio, del rencor y del resentimiento; prefiero la esperanza en el amor.