La comunidad Le Baron, el nuevo México rojo

Le Barón, el nuevo México Rojo

Con los hechos violentos que se suceden a diario en el México actual, sobraría material para una segunda parte del clásico Libro Rojo, de Manuel Payno y Vicente Riva Palacio, que ahora podrían asumir otros escritores. Aun así, la historia de los LeBaron, tendría que incluirse por la saga trágica que significa y que se ha revivido con la reciente masacre y el saldo de nueve miembros de la familia muertos, incluyendo mujeres y niños.

Hace algunos años estuve en varias ciudades del estado de Chihuahua y, la verdad, es un terror lo que se siente y se vive ahí. Todos los días ves desfilar a plena luz del sol a grupos de criminales armados y ninguna autoridad hace o dice nada.

La sociedad conviviendo con el crimen organizado. En el Pueblo Mágico de Creel, a las 7:00 p.m. es tierra de nadie. Todo mundo se mete, se esconde en sus casas y se percibe el terror; quizá se oigan balaceras pero si tu familia está completa, no tienes por qué salir. Y si eres turista, más vale seguir las recomendaciones. No salgas. En los caminos, los únicos retenes son de los grupos delincuenciales.

Platicando con la gente, te cuenta lo que pasa y te sientes parte de esa psicosis. Los malandros les cargan la mano a los grupos étnicos y no hay institución “indigenista” o misionero que los defienda. Sufren muchos problemas como la tala de árboles que se convirtió en industria ilegal.

Pero todo es una problemática que lleva lustros, décadas y no cambia, sin autoridad que se haga presente. Por eso las Muertas de Juárez, por eso los tarahumaras asesinados, por eso los secuestros, por eso las extorsiones, por eso los cobros de piso, por eso la familia LeBaron, que formó su comunidad en la boca del lobo que es el México rojo.

LeBaron está junto a Nuevo Casas Grandes y como a unos 13 kilómetros de Galeana. Muchos todavía recordamos las noticias del año 2009, cuando primero fue secuestrado Erick LeBaron, menor de edad; y por su liberación se exigió un millón de dólares.

Ante el hecho, la comunidad completa anunció públicamente su decisión de no pagar el rescate y, por el contrario, buscar la liberación del joven; lo que finalmente ocurrió, sin pagar un centavo, gracias a que el hecho estaba a la vista de todo el mundo en los noticiarios.

Unos meses después fueron secuestrados y posteriormente asesinados Benjamín LeBarón, hermano de Erick, y Luis Widmar Stubbs, otro miembro de la comunidad, por desconocidos que dejaron una manta frente a sus domicilios donde decían que el asesinato era una represalia por su activismo en contra de la inseguridad.

Lo sucedido ahora es un hecho inaudito, infame, que de manera independiente a las creencias religiosas que solo incumben a esa comunidad, no se justifica el atentado brutal que hoy es una historia que acapara la atención mundial, pero en especial de Estados Unidos, lugar de procedencia de la familia.

El ofrecimiento de Trump de apoyar en el combate a los grupos de “bad hombres”, del narcotráfico, es más bien una advertencia. El Gobierno Federal no ha aceptado la ayuda; entonces, deberá investigar y hacer justicia. Una justicia que, de haberse aplicado antes, habría evitado lo que hoy se está viviendo.