El 19 de julio de 1902 en la Cámara de Diputados el poeta Amado Nervo leyó, en honor a Juárez, “La raza de bronce”. Se trata de una leyenda heroica, con una serie de nueve numerales, donde se hace patente el amor a la Patria: «Amar, eso es todo; querer, ¡todo es eso!». Después sobreviene un gran beso: “un beso de amores ha creado los mundos”. Uno de luz por supuesto: arriba los astros. Y el otro de bronce: abajo los hombres de leyes.
Nuestro Juárez observa la mesura, guarda las distancias y sigue la Naturaleza. Nervo pulsa la lira de azur de los cielos y escuchamos:
IX
Mas al irte, Señor, hacia el ribazo
donde moran las sombras, un gran lazo
dejaban, que te unía con los tuyos,
un lazo entre la tierra y el arcano,
y ese lazo era otro indio: Altamirano;
bronce también, más bronce con arrullos.
Nos le diste en herencia, y luego, Juárez,
te arropaste en las noches tutelares
con tus amigos pálidos; entonces,
comprendiendo lo eterno de tu ausencia,
repitieron mi labio y mi conciencia:
Señor, alma de luz, cuerpo de bronce
soy una chispa: ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un guijarro: ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!
Tú escuchaste mi grito, sonreíste
y en la sombra infinita te perdiste
cantando con los otros almo coro.
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro.
Quien también pulsó, el Azar y la Fortuna, cincel y martillo, fue Ildefonso Lorea q.e.p.d. quien supo realizar una magnífica escultura del Tribuno de bronce: Benito Juárez. Al observarla, en ocasión de su homenaje reciente en el segundo patio del Archivo Histórico Municipal de León, no pude sino recordar el poema citado, pero también a quienes quieren quitar del tablero a Juárez porque son hombres de reyes y no de leyes. No por nada el poeta ruso Yevgueni Yevtushenko preguntaba en El ajedrez de México: “¿Cuándo cambiaremos las reglas / de este maldito juego? / ¿Cuándo? /…”.
Pero, el ajedrez político de México continúa… y los eternos anhelos de nuestro lado permanecen: “amar…, ¡eso es todo!; querer, ¡todo es eso!”.