José Díaz (?) un poeta de Silao en la Trapa leonesa

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

León Guanajuato a 9 de agosto de 2021.-Un inesperado movimiento literario surgió en León de los Aldama, Guanajuato en junio de 1922 a raíz de la publicación del poema “Yo soy un viejo monje de la Trapa” de José Ruiz Miranda oriundo del Barrio de Arriba quien desde los quince años comenzó su fecunda labor en la escritura al realizar la crónica sobre la coronación de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos (1904) que publicó el diario local El Pueblo Católico y reprodujo en su tiempo y forma Revista de Revistas semanario del periódico Excélsior. “Desde entonces no dejé ni he dejado de escribir para los periódicos, especialmente sobre asuntos religiosos”, apunta en sus memorias.

Con una formación cultural venida por sus estudios de Contabilidad y Matemáticas, así como de Castellano, inglés, Literatura y otras materias afines, el cronista y poeta se convirtió luego en corresponsal del citado diario capitalino como también en relator de los trágicos sucesos de 1914 al 1918 donde la Revolución mexicana sentó sus reales por nuestras tierras.

En aquellos años no dejó de contar en su obra Recuerdos de mi vida (1918) inédito cómo decidió viajar en el ferrocarril de las 9 de la mañana, a la Ciudad de México, el 6 de agosto de 1916 para comerciar pieles y zapatos: “Mi equipaje era: una petaquilla de mano con cuellos, pañuelos, etc. y mi abrigo. 50 pesos en billetes “provisionales” para el camino; una botella de leche, unas tortas con bistec y sopa y, una media botella de coñac”.

El tren, señala, iba protegido por quince hombres armados que se dispusieron a repeler cualquier agresión, como la que tuvieron cerca de la Estación de Salamanca: “A las 12 del día llegamos a la Estación de Salamanca desde donde se nos dijo que se había oído el tiroteo. En la refriega yo caí sobre unas canastas de fresas y todo me levanté manchado; mi sombrero “bola” rodó entre los pies de las gentes y lo recogí después hecho pedazos”.

Este es el último recuerdo que aparece en la libreta de 190 páginas numeradas donde, en 131 de ellas, de puño y letra, cuenta lo que vio… Fecha su final el 3 de junio de 1918 en León. En dicho año, por cierto, comienza la reorganización de los católicos en el país a través de la ACJM ya que se instalaron en Guanajuato siete centros locales.

Lo mismo vendrá la configuración de la Unión de Damas Católicas y la de los Caballeros de Colón. Dichas organizaciones, “todas ellas, unidas, contribuyeron a que la acción tendiente a lograr la “implantación del reinado temporal de Cristo” y la “libertad de los derechos esenciales”, su común finalidad, pudiera progresar”. (Alicia Olivera Sedano: [1966] 1987).

Nuestro personaje no dejó de participar, por su filiación religiosa, en los Caballeros de Colón donde logró destacar. Pero aquel desempeño, relacionado más con la beneficencia que con la toma de armas, no pasó por alto trabajar como jefe de Redacción del periódico El Presente donde colocó la sección “Paréntesis literario” que daría cuenta del trabajo de los escritores del rumbo.

“Un buen día de junio de 1922 escribí una pequeña composición que comienza con este verso: Yo soy un viejo monje de la Trapa… Confieso que al darla a la publicidad no le concedí importancia alguna. Sorprendido quedé, sin embargo, cuando vi publicada en “El Presente”, periódico-diario /“Escucha, viejo monje”/, que había dado cabida a mis versos, una bella glosa de ellos en un poemita que firmaba Vicente González del Castillo; al día siguiente fue Manuel Alcocer Marmolejo quien terciaba con una composición que tituló “Yo también soy un monje…”.

Después, dentro del mismo mes de junio, el delicado poeta laguense José Villalobos Ortiz, y el joven Estanislao Velázquez R., hoy Canónigo Magistral y Canciller de la Sagrada Mitra. En el mes siguiente llegaron, de San Luis Potosí unos versos titulados “Oh, monjes soñadores…”, firmados con el pseudónimo “Cucufate”, y otros de Silao, que se intitulaban “Quisiera ser un monje…” calzados con un pseudónimo también, “José Díaz”. A estos di contestación al día siguiente.

José Ruiz Miranda en su estudio del Barrio de Arriba en León. Archivo JRM.
José Ruiz Miranda en su estudio del Barrio de Arriba en León. Archivo JRM.

Luego, fechados en la H. Veracruz llegaron a “El Presente” unos versos firmados por “El Naúfrago”. A este inesperado movimiento literario, se sumó el 29 de julio, nada menos que el Señor Pbro. Dr. Don J. Jesús Ríos, que humildemente solicitaba ser recibido como hermano “de la virtud en la pujante brega.” Ya en el mes de agosto insistió “José Díaz” con hermosos versos, pidiendo ser aceptado como monje:

“Venid, hermanos, recibidme luego……
imponedme el sayal y la cogulla,
atadme la aspereza del cilicio
y el rosario y la cuerda a la cintura.”

Le contesté:

“Tomad vuestra cogulla,
y venid a la Trapa del ensueño:
el ideal será nuestra clausura.”

El siguiente poeta, contagiado por quienes se habían ya sumado a la trapense aventura fue el inspirado cantor de la Virgencita del Seminario, Pbro. [Ángel] Aranda, quien nos dio interesantes consejos en dos hermosos sonetos que tituló, respectivamente: “¿Qué es la Trapa?”, y “¿Cómo son sus Monjes?”. En la imposibilidad de copiar todas las composiciones de aquel verdadero torneo literario, ya que no es ese el objeto de este artículo, no resisto a transcribir los tercetos de los del P. Aranda, que son, seguramente, puedo decirlo la profesión de fe de “La Trapa” que después floreció:

“Esa Trapa nacida en un ensueño,
de blanca una al resplandor risueño,
la formarán resueltos soñadores,

que lucharán por conservar sin mengua
y en todo el esplendor de sus primores
del Manco de Lepanto la áurea lengua.”

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“Pero en medio de todas sus tristezas,
y en medio de su gris ascetismo,
guardarán el precepto soberano

de al decir sus dolores o ternezas
evitar todo fútil modernismo
y escribir en correcto castellano.”

Siguió el entusiasmo literario trapense. Esta vez fue [José] Villalobos Ortiz quien reanudó el fuego con unos versos, “Un Monje más…”, dedicados a “José Díaz”, y más tarde Pablo López, actual director de Educación en el Estado, quien escribió una hermosa composición titulada “Almas Dolientes”, con esta sentida dedicatoria: “Humildemente, a los Hermanos Trapenses”. Y ya en el mes de noviembre del citado año de 1922, tuvimos la satisfacción de agregar a los prestigiosos nombres que honraban el movimiento brevemente descrito, el de un insigne poeta laguense, Francisco González León, quien con su estilo tan personal principiaba su contribución al torneo, de esta guisa:

“CÍSTER”

“Oh mi Padre San Bernardo,
oh mi Padre San Bernardo…

Mi Trapa,
mi Trapa,
mi sayal tan pardo.”

Y cierro mi información relativa con el nombre del entonces jefe de Redacción de “El Presente”, a quien había yo dejado el puesto al renunciar a él, y quien complacido había insertado todas las composiciones a que me he referido, Gabriel López Arce, que escribió unos versos que tuvo la gentileza de dedicarme, con el título de “Al Monje Gris”.

La calidad de firmas mencionadas no es discutible. Aquellos personajes formaron entonces una Hermandad literaria donde la guisa, a manera de identificación de los participantes era la palabra “Trapense”. Entre ellos, como ya se vio, aparece el nombre de “José Díaz” quien escribió dos de los poemas (el 7º. y el 12º.) de la saga: “Quisiera ser monje…” dedicado a José Ruiz Miranda y a José Villalobos Ortiz. Está fechado en Silao el 9 de julio de 1922. Allí confiesa que: “un soñador que canta ser un monje/ podrá soñarlo, pero serlo ¡nunca!”. Es decir, se entristece porque no podrá ingresar a donde lo invitan.

En “Perdonad, viejos monjes…” vuelve a solicitar la venia de sus mayores para “afinar el místico salterio/ que vuestra mano de trapense pulsa/ para engarzar mis penas a la cuerda/ que añoramos tristezas de una a una…”. Luego pide su recepción para que le impongan el sayal y la cogulla. Y con ello pertenecer al bendito rincón de clausura literaria. El poema lo fecha desde Silao el 12 de agosto de 1922.

José Ruiz Miranda le responde con “Venid” donde lo invita a pertenecer a la Trapa del ensueño. Pero da una seña de identidad desconocida del poeta silaoense al poner la dedicatoria: A José Díaz (?). Es decir, desconoce quién se esconde detrás de este pseudónimo.

En cuanto a José Villalobos Ortiz este lo suma al movimiento literario con “Un monje más”, 12 de octubre de 1922, donde le dice: “¡Ven, hermano, a la Trapa,/ y verás cuán hermosos, cuán bellos/ desde aquí se contemplan/ la tierra y el cielo!”. Pero también da cuenta con la dedicatoria que es “mi incógnito hermano”.

Le reitera, de manera respetuosa, también en “Por la Trapa”, último poema de la serie del movimiento referido, donde le dice: “El poeta es un monje, y nunca en vano/ cantará su tristeza ni sus dudas”.

Pues bien, el poeta José Díaz (?) oriundo de Silao de la Victoria canta bajo el gris de la cogulla, de manera incógnita, a través de sus poemas que dan seguimiento al fondo y la forma del primer poema propuesto escrito en magistrales endecasílabos asonantes de ligereza casi alada (Mariano González-Leal dixit) con su extraordinaria carga de saudade. Su trabajo está bien logrado pues lleva la exquisitez de la belleza poética ya que con la misma métrica retoma la idea central propuesta: la tristeza que deriva en amargura.

José Díaz es un magnífico poeta que atesoramos hoy en día.