AGENCIAS., 29 de Septiembre.- Si Joker no se llamara así, probablemente no te darías cuenta de que es una película del universo DC. Hay algunos personajes con el apellido Wayne y tiene lugar en una ciudad llamada Gotham, pero no hay nada más en la película de Todd Philips que la señale como una película de cómics en el sentido clásico.
El resultado, sin embargo, es un film sólido con un cierto componente de crisis de identidad. Joker parece no estar muy segura sobre qué película quiere ser. El film narra la historia de un hombre perturbado llamado Arthur Fleck (Joaquin Phoenix). Arthur es un payaso profesional que vive con su madre Penny (Frances Conroy) en una ciudad cuya sociedad es un polvorín a punto de explotar. Casi sin ser consciente de que sus acciones tienen impacto más allá de su mundo, Arthur se convertirá en el detonante de esa explosión.
Joker es una historia de origen legendaria en los cómics pero que tiene muy poco de cómic en ella. En lugar de fijarse en otras películas de DC como el Batman de Tim Burton o la venerada trilogía de Nolan, todo el film rinde homenaje al cine de los 70 y 80. Con una estética siniestra y cruel, Philips disecciona las cosas que hacen real a un supervillano de cómic en lugar de tratar de hacer real al personaje en sí mismo. El resultado es tremendamente efectivo. Arthur es un personaje fascinante e irresistible. Es, al mismo tiempo aterrador y exuda una extraña simpatía que te atrapa desde el primer momento.
Esa simpatía que sientes por él es también el lugar desde el que nace buena parte del miedo que provoca la película. Es el Joker. No debería de gustarnos esa persona, y sin embargo la película te engaña una y otra vez para que empatices con el monstruo. Joker te enseña cosas que no son del todo exactas o no ocurren en realidad porque parten del punto de vista de Arthur, que está completamente desequilibrado. Algunas escenas te zarandean entre la simpatía, la compasión, la inquietud y el humor en cuestión de segundos. Hacer que el espectador no sepa en qué creer o cómo sentirte es uno de los logros más potentes de Joker.
La interpretación de Phoenix es, sin duda alguna, el plato fuerte de la película. Es una de las transformaciones físicas y mentales más poderosas de su dilatada e ilustre carrera. Phoenix lleva muy lejos al personaje, con risas en momentos en los que no debería reírse que crean una incomodidad terrible y definen perfectamente al personaje. Ves la película y quieres amar a Arthur, y aplaudirle. A veces hasta lo haces, pero en última instancia sabes de qué personaje estamos hablando e intuyes que su camino le lleva hacia un lugar muy oscuro.
Todd Philips es popular por comedias más o menos insustanciales como la saga The Hangover, pero Joker es, de lejos, su película más compleja hasta la fecha. El guión corre a cargo del propio Philips junto a Scott Silver (The Fighter, 8 Mile) y no tiene ningún mensaje dominante. La película trata tantos temas diferentes a la vez que te dejará con la cabeza dándote vueltas.
Algunos elementos de la película tratan sobre la lucha de clases y cómo la clase trabajadora se alza contra las clases altas. Otros tocan temas como el abuso y las secuelas mentales que deja. Otros momentos del film tratan el bullying, el control de armas en la sociedad, los medios de comunicación… Hay casi de todo. Si lo ves de cierta manera, Joker es un hombre que, sin pretenderlo, incita a la violencia y al odio y se convierte en un líder por sus retorcidas ideas. ¿Suena familiar? A pesar de que la historia tiene lugar 40 años en el pasado, Lo que Joker cuenta es tan atemporal y maleable que se adapta perfectamente a los tiempos actuales. Sin embargo, nunca deja un mensaje claro al respecto de nada.
Esa indefinición es a la vez lo mejor y lo peor de la película. Sales del cine con unas ganas locas de hablar de lo que has visto. ¿Era eso real? ¿Es ese mensaje algo intencionado? ¿Por qué pasa eso otro? Del mismo modo, intentar hablar de todo hace que corras el riesgo de terminar no tratando nada. No existe una imagen clara o una idea de lo que pretende transmitir. No hay ningún mensaje que prevalezca sobre los otros. El contexto es borroso y solo el personaje de Arthur es el que lo hila todo, lo que no ayuda precisamente a aportar claridad.
El protagonismo de Arthur en su camino a convertirse en el Joker es tan dominante que el resto de personajes pasa a un segundo plano. Hay pocos que tengan más de 10 minutos en pantalla, y eso incluye a estrellas como Zazie Beetz, Robert De Niro, Marc Maron, o Brian Tyree Henry. Otros salen hasta menos que eso. Muchos de ellos ayudan de forma muy efectiva a hacer rodar la historia, pero es inevitable quedarse con ganas de verlos más.
Todo gira alrededor de Arthur, y pese a ello la película no da ninguna base sobre la que podamos decidir cómo sentirnos sobre él. Philips deja ese sentimiento en manos del público, lo que a día de hoy roza lo irresponsable. Los momentos de violencia se reservan para la última parte y son esporádicos pero muy intensos. El director usa el sonido y una edición muy rápida a lo Martin Scorsese para amplificar estos episodios de violencia, y aún así el shock que producen está teñido de la sensación de que Arthur está parcialmente justificado. Muchos personajes lo acosan y abusan de él. ¿Qué otra salida le queda salvo la venganza?
Esta perspectiva de perdedor patético y antihéroe no está equilibrada. Arthur recibe un refuerzo positivo, primero del público y después de su propio viaje de descubrimiento personal a través de la violencia. Como resultado, sales del cine con la sensación de que más de un espectador puede llegar a vitorear los triunfos del Joker en lugar de sentir rechazo por ellos. No hay claves que permitan interpretar el personaje ni indicios que te digan “esto está mal” más allá del hecho de que sabemos que el Joker es un supervillano de cómic.
Philips toca cuestiones muy espinosas, lo que hace que la película sea muy interesante, pero su nivel de ambición está muy por encima de lo que la gente espera de una película de cómic. Quizá Joker sea la película que abra el género a un público más amplio que busca obras más complejas, pero teniendo en cuenta lo pesimista del mundo que refleja, probablemente no lo sea.
Visualmente, Joker es suntuosa gracias al trabajo de cinematografía de Lawrence Sher y al vestuario de Mark Bridges. El reslismo de los escenarios contrasta con la locura que se percibe cuando el personaje se enfunda su traje o se maquilla. Todo ello está al servicio de hacer aún más llamativas las escenas de violencia cuando estas por fin llegan.
Las referencias a los cómics son oscuras y confusas. Para ser una película independiente del resto del universo DC, está llena de cabos sueltos que los fans sabrán reconocer y que podrían generar múltiples secuelas o spinoffs. Algunos fans se alegrarán de ello, pero la película no debería dejarnos con ganas de saber qué pasa después. El personaje protagonista es demasiado humano. Está demasiado roto. El escenario es demasiado fantástico y, sin embargo, la película trata de equilibrar una y otra vez todos esos elementos.
Pese a todo, la película transcurre en Gotham y hay miembros de la familia Wayne implicados. Quizá el caos y la crisis de identidad que muestra el film sean precisamente su intención desde un principio. Quizá su único objetivo sea precisamente confundir a la audiencia y provocar una respuesta emocional, sea del tipo que sea.
Históricamente, el personaje del Joker no tiene un origen claro. Es justo que su película tampoco lo sea. ¿Es un film poderoso y provocativo? Sin duda, pero también es frustrante y poco claro, y todos estos elementos encajan perfectamente con el personaje. Esos elementos son lo que lo hacen tan icónico, chocante y polarizador. Lo que ha hecho Philips es exactamente lo que hay que hacer a la hora de rodar una película sobre el Joker: crear una historia confusa, malinterpretable y probablemente muy clara desde su propio y retorcido punto de vista.
Joker acaba de debutar en el Festival de Venecia y se estrena en cines el próximo 4 de octubre; aquí el trailer