Jitomate mexicano: El reto no es lo que vendes, sino cómo lo vendes

"Todo esto nos coloca ante un escenario complejo pero lleno de oportunidades brillantemente disfrazadas de problemas"

Luis Ernesto Rojas, director general de COFOCE y columnista en Platino News.

Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el comercio internacional ha vivido momentos de incertidumbre sin precedentes. Hemos sido testigos de decisiones abruptas que alteran el equilibrio global y, muchas veces, pareciera que cada mañana el mundo amanece esperando cuál será el siguiente país, sector o producto que recibirá un nuevo arancel.

Esta vez, el golpe ha sido al sector agroalimentario mexicano, particularmente al jitomate: uno de los productos más sensibles de nuestra exportación agrícola, el 70% de lo que se consume en EE.UU es jitomate mexicano. No es menor decir que 3 de cada 4 jitomates que se consumen en Estados Unidos son de origen mexicano. La reciente imposición de aranceles amenaza no solo a esta industria, sino al sustento de miles de familias que dependen directa o indirectamente de esta cadena productiva.

Sabemos que nuestras autoridades federales están trabajando para revertir esta medida, pero hoy quiero invitar a una reflexión desde una óptica de mercado.

En los últimos encuentros que he tenido con grandes compañías del sector alimentos en Estados Unidos, un tema ha resaltado con fuerza: el mercado del foodservice, es decir, el de los restaurantes. ¿Por qué poner la lupa en este segmento? Porque no solo está estrechamente vinculado con la cocina mexicana —gran consumidora de jitomate en todas sus formas— sino porque representa una de las mayores oportunidades de crecimiento para los productos agroalimentarios de valor agregado.

Solo en 2024, el mercado del foodservice en EE.UU. superó los 1.1 billones de dólares,   y se pronostica un crecimiento estimado del 4% al 5% anual hacia 2030. Este ecosistema abarca más de un millón de establecimientos, dentro de los cuales los restaurantes mexicanos tienen un peso creciente, estimado entre 60 y 70 mil millones de dólares al año. Es también el segmento donde más se consume tequila, aguacate, nachos, salsas y, por supuesto, jitomate.

Sin embargo, este mismo sector enfrenta una de las crisis más profundas de su historia reciente, derivada de la pandemia. Durante la emergencia sanitaria, millones de trabajadores de la industria restaurantera recibieron apoyos del gobierno estadounidense que les permitieron sobrellevar el desempleo. Muchos de ellos —cocineros, meseros, operadores— al concluir la emergencia sanitaria decidieron no regresar a sus empleos, lo que ha provocado desde entonces una escasez estructural de mano de obra.

Esta crisis aún se agrava debido a la dramática disminución de los operadores logísticos —choferes de camiones— en los EE.UU quienes son los responsables de  transportar la comida dentro del país, lo que ha obligado a importar operadores logísticos desde México para compensar este déficit.

Todo esto nos coloca ante un escenario complejo pero lleno de oportunidades brillantemente disfrazadas de problemas. Y aquí lanzo una propuesta: ¿qué pasaría si, además de exportar jitomate fresco, comenzáramos a desarrollar y exportar productos derivados con alto valor agregado, enfocados al mercado del foodservice?

Me refiero a jitomates liofilizados, deshidratados, en puré, en salsas, en conservas o incluso en ensaladas listas para servirse, en envases con alta vida de anaquel y listos para colocarse en las cocinas de los restaurantes en Estados Unidos. Es decir, entrar al juego de los alimentos conocidos como cuarta y quinta gama—listos para comerse, listos para servirse— segmentos donde los márgenes de ganancia se multiplican y donde el arancel aplicable al jitomate simplemente queda fuera de la jugada.

Este tipo de transformación abriría la puerta a uno de los mercados más dinámicos y exigentes del mundo. Porque cuando hablamos del crecimiento de la comida mexicana en EE.UU., no lo decimos a la ligera. Hoy rebasa todas las expectativas de expansión, y lo mismo ocurre con otras cocinas como la italiana, donde el jitomate también es ingrediente clave y la base de su cocina.

¿No sería el momento ideal para alinear esfuerzos entre institutos de innovación, laboratorios de desarrollo de alimentos, agencias de desarrollo tecnológico, instancias gubernamentales y empresas privadas para acelerar la creación de nuevos productos de cuarta y quinta gama basados en el jitomate?

Recuerdo una reunión que tuve en 2020 en el norte de California con directivos de importantes cadenas de restaurantes. Me dijeron claramente: “Luis, ya no nos vendas brócoli, véndenos ensaladas lista para servirse. Véndenos soluciones, no ingredientes” se referían a la crisis laboral que veían ya crecer en la industria restaurantera de EE.UU.

Esa frase se me quedó grabada. Porque eso es lo que hoy demanda el mercado: productos con alto valor agregado, con mayor elaboración, con empaques de alta tecnología, calidad y listos para servirse y comerse en el mercado restaurantero de EEUU.

Es indudable que México tiene la capacidad, el talento agrícola, la logística y la cercanía geográfica para ser líder mundial en el abastecimiento del mercado foodservice en EE.UU. Ni China, ni Vietnam, ni Tailandia pueden competir en tiempo, calidad ni consistencia con lo que nosotros podríamos ofrecer… si apostamos al valor agregado.

Desde el Gobierno de la Gente, y con la visión de nuestra Gobernadora Libia Dennise García Muñoz Ledo, en COFOCE queremos no solo acompañarte en este camino, sino inspirarte e impulsarte a innovar, transformar tu producto y conquistar mejores oportunidades en los mercados globales. Esta es la ruta que estamos trazando: pasar de la exportación tradicional a una exportación con inteligencia, con diferenciación y con verdadero valor agregado.

Hoy enfrentamos un arancel. Pero mañana podríamos estar liderando una industria entera.

La pregunta no es si podemos hacerlo. La verdadera pregunta es: ¿vamos a atrevernos a hacerlo?