“Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda”. César Vallejo
“La eternidad no nos pertenece más allá de este instante. Respira hondo…Calma es mirar al mar y el mar nunca está quieto.” Sara Búho
“Puedo darte mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón, estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro con derrota.” Jorge Luis Borges
“El tiempo no espera por nadie. Así que no te retrases con tus sueños…” Toffano
“Debes plantarte ante tu propio abismo, no para caer en él, sino para comprender lo que llama desde sus profundidades.”Carl Jung
“Me encanta estar sola, amo mi soledad y voy en busca de esos momentos precisamente porque los necesito. Tanto mental como físicamente. Creo que es una forma de poder dar más valor a la palabra juntos.” Claudia Venuti
“La vida de una persona está, generalmente, compuesta de cosas sin importancia que se ponen de acuerdo para tener consecuencias importantes.” Carmen Kurtz
“Cuando explicamos la poesía se vuelve banal. Mejor que cualquier explicación es la experiencia directa de las emociones, que la poesía revela a un alma predispuesta a comprenderla.” Jan Neruda
“No sé si el alma vive en el corazón, o si el corazón vive en el alma, ¡pero una cosa es cierta! Quien tiene un gran corazón siempre tiene un alma hermosa… “ Adalbert Szekely
“En la raíz de la mentira se encuentra la imagen idealizada que tenemos de nosotros mismos y que deseamos imponer a los demás.” Anaïs Nin
“Incluso en tus días más oscuros, tu luz es la linterna que alguien necesita.” Galina Khamzina
“La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”. Federico García Lorca
“Las flores no necesitan leer un libro de texto sobre cómo florecer bajo el sol”. Neem Karoli Baba
El 24 de agosto es el Día del Lector, en honor a Jorge Luis Borges, quien nació un 24 de agosto de 1899. Pensarme como lector es aceptar que mi mirada del mundo está filtrada por las palabras de muchos autores: hombres y mujeres que han compartido su forma de ver el mundo y de narrar lo que han sentido, pensado, creado, imaginado, soñado, descubierto; lo que han aprendido, llorado, entendido y descifrado del mundo y de la vida que les ha tocado vivir.
La palabra nos constituye aun antes de nacer; el lenguaje nos da estructura y es la forma en que podemos pensar y, aún, sentir. Aunque hay situaciones de la vida que se hacen innombrables e imborrables, palabras que se esconden, que se escabullen y se nos van de las manos, de la boca, son parte de eso que nos hace encontrar en la poesía y en las diversas narrativas esas formas lingüísticas que nos permiten dar un cierto sentido a nuestros pensamientos y sentimientos.
Ahora estoy frente a una hoja en blanco. Escribir es un conjuro y un sortilegio en el que navego con apenas unas cuantas tablas atadas con lazos y unos nudos —mi historia y mi memoria—, y voy observando las estrellas como única guía —mis deseos y mis convicciones—.
La lectura es una herramienta de la cultura que nos hace únicos, y la escritura nos da la oportunidad de singularizar nuestra existencia. Al compartir lo que escribimos, nos arriesgamos a provocar un diálogo interno y otro externo, ambos introspectivos. Y si nos lo proponemos, desde una mínima honestidad, podemos ser críticos de nuestra propia existencia, aunque nos desborde la realidad humana y las palabras no nos alcancen para decir todo lo que se piensa y se siente —de hecho, hoy sabemos que expresamos, en promedio, apenas un 7 % de lo que pensamos y sentimos—.
Comparto unos textos breves de algunos autores bajo el pretexto de revelarme como lector e invitarnos a este reto de leer y de pensar, de recorrer con la mirada las letras y las palabras que se forman y crean un decir, que, al ser leídos, toman su papel del otro, de la otra, de la alteridad, del extranjero, de lo diferente, que nos confronta, nos cuestiona, nos reafirma y nos permite ese diálogo a cuatro manos que posibilita el poder leer.
Alejandra Pizarnik nos dice en una breve introspección:
“Jamás hubo tanta distancia entre mi sueño y mi acción. No salgo, no llamo a nadie. Cumplo una extraña penitencia. Y me duele funestamente el corazón. Tanta soledad. Tanto deseo. Y la familia rondándome, pesándome con su horrible carga de problemas cotidianos. Pero no los veo. Es como si no existieran. Siento, cuando se me acercan, una aproximación de sombras fastidiosas. En verdad, casi todos los seres me fastidian. Quiero llorar. Lo hago. Lloro porque no hay seres mágicos. Mi ser no tiembla ante ningún nombre ni ninguna mirada. Todo es pobre y sin sentido. No digamos que yo soy culpable de ello. No hablemos de culpables.”
Juan Gelman escribe en un ejercicio de comunicación intrapersonal:
“Tengo muchos motivos de tristeza interior y exterior, como cualquier persona; pero eso no me quita que viva esperanzado y consolado. La poesía es un gran consuelo. Recuerdo un poema chino, anónimo, escrito hace tres mil quinientos años: un pastor cuida el rebaño, con un frío intenso, lejos de su mujer que está en el hogar e imagina al lado del fuego, cosiendo; el último verso dice: Él escucha el ruido de sus tijeras bajo la noche profunda. El hecho de que ese poema se haya escrito hace tantos años y todavía nos emocione, quiere decir que hay un tejido humano imposible de romper, una capacidad de belleza imposible de aniquilar. Después, cada cual con sus dolores se las arregla como puede.”
Jean Paul Sartre afirma:
“[…] El hombre está siempre inacabado, siempre aplazado. Para decidir lo que es, es necesario seguirlo hasta su última hora pues sólo la muerte totaliza la vida. Al mismo tiempo, el instante supremo hace relumbrar la totalidad y la aniquila. Esta incertidumbre tiene tan grandes ventajas que tenemos que felicitarnos, ponerse a prueba, arriesgarse, descubrirse descubriendo las cosas, cambiarse cambiando el mundo, es vivir. ¿Qué puede haber mejor?”
Isabel Allende escribe:
“Todos nacemos felices. En el camino, la vida se ensucia, pero podemos limpiarla. La felicidad no es exuberante ni ruidosa, como el placer o la alegría. Es silenciosa, tranquila, dulce, es un estado de ánimo que comienza al quererse a sí mismo”.
Kahlil Gibran reflexiona:
“La soledad puede soportar mucho mientras pueda soportarse a sí misma. Puede vivir sin esperanza, sin amigos, sin libros, incluso sin música, siempre que pueda escuchar sus propios pensamientos. Cuando aprende a hablar, aprende a traducir. La soledad es donde depositamos nuestro caos para que descanse y despierte nuestra paz interior. La soledad es una tormenta silenciosa que derriba todas nuestras ramas muertas; sin embargo, hunde nuestras raíces vivas en el corazón vivo de la Tierra Viviente.”
Dario Ambrosi admite:
“Admiro a quienes saben mirar más allá de lo evidente: los que se enamoran de tu esencia, de tu forma de ver la vida, de cómo se te enciende el alma cuando hablas de lo que sueñas. Son esos que descubren detalles invisibles para otros y que, con un gesto sincero, hacen sentir hogar en su abrazo. La atracción puede empezar por lo externo, pero lo eterno se construye en las palabras compartidas, en las risas que sanan y en ese silencio cómplice que no necesita explicación. Al final, el verdadero amor siempre se reconoce en la profundidad de lo invisible.”
Nikita Gill nos hace ver que:
“Algunas personas sobreviven y hablan de ello. Algunas personas sobreviven y guardan silencio. Algunas personas sobreviven y crean. Todo el mundo lidia con un dolor inimaginable a su manera, y todo el mundo tiene derecho a eso, sin juicio. Así que la próxima vez que mires la vida de alguien codiciadamente, recuerda … puede que no quieras soportar lo que están soportando ahora mismo, en este momento, mientras están sentados tan tranquilamente delante de ti, con aspecto de un océano tranquilo en un día soleado.”
Ray Bradbury postula:
“No podemos decir el momento preciso en que se forma la amistad. Como al llenar un recipiente gota a gota, al final hay una gota que lo hace recorrer; así que en una serie de bondades hay al final una que hace que el corazón se desborde.”
Y Jorge Luis Borges escribe en una hermosa introspección:
“Tampoco jugaré a ser una persona feliz, porque lo soy a ratos perdidos. Pero a veces, caminando por la calle, siento una racha de felicidad, y trato de no indagar la razón; porque si lo hago, comprobaré con harta facilidad que me sobran motivos de desventura. Mejor es aceptar con humildad, esos dones secretos.”
En esta aventura de la lectura, asumirnos como lectores es también acercarnos a la poesía. Comparto tres poemas cortos que forman parte de la infinita posibilidad de expresar ideas, emociones, experiencias y sentimientos. Son formas de decirnos quiénes somos frente al espejo de las palabras escritas, que, como lectores, nos confrontan y, en un sentido profundo, nos hacen humanos, desde un ser colectivo y social que, al mismo tiempo, nos permite ser uno mismo.
“Otra vez la tristeza insondable
que el tiempo jamás podrá disipar
o curar, esa tristeza infinita de
saber que no hay nada que le pueda
ayudar a uno, aunque la vida le
haya colmado de favores”.
Sören Kierkegaard
Por la inmensidad
de tu ardor
sé que por dentro llevas
todas esas constelaciones
que faltan
en el cielo
Orlando Medina
Nunca sabrás que tu alma viaja,
Dulcemente refugiada en el fondo de mi corazón,
Y que nada, ni el tiempo ni la edad ni otros amores,
Impedirá que hayas existido.
Ahora la belleza del mundo toma tu rostro,
Se alimenta de tu dulzura y se engalana con tu claridad.
El lago pensativo al fondo del paisaje
Me vuelve a hablar de tu serenidad.
Los caminos que seguiste, hoy me señalan el mío,
Aunque jamás sabrás que te llevo conmigo
Como una lámpara de oro para alumbrarme el camino,
Ni que tu voz aún traspasa mi alma.
Suave antorcha tus rayos, dulce hoguera tu espíritu;
aún vives un poco porque yo te sobrevivo”.
Marguerite Yourcenar