Infancias

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

Lo que no se siente no se recuerda, porque sin emoción no hay memoria“. –Siri Hustvedt- 

“Las infancias nunca duran. Pero todo el mundo se merece una” –Wendy Dale

En tiempos de ira que sean el amor y la gratitud nuestro acto de rebeldía.” Orkcen Suvroc-

Hoy los niños y las niñas sucumben ante el abandono pragmático de muchas parejas que llegaron a ser padres y madres entre la tormenta del ejercicio de la sexualidad que ha inundado la vida y las experiencias de placer, a la vez en la mayoría de los casos con una escisión en relación a lo afectivo y la dimensión amorosa de las relaciones interpersonales.

Las infancias están en el abandono emocional de quienes los cuidan con una crianza de manual improvisado y con profundas contradicciones para educar, desde la permisividad absoluta, y ahí el abandono, hasta sobre exigencia, a la par de la sobreprotección que anula las diversas etapas del desarrollo infantil, pasando cómo nunca en la historia a qué los hijos e hijas sean en mucho instrumentos para intentar realizar los deseos de los padres y de las madres que ven en los hijos un símbolo de realización y hasta de justificación de sus ilusiones y de intentar llenar sus vacíos y carencias.

La infancia es una etapa crucial en el desarrollo de la persona y de los atributos particulares en los que se forma el carácter y en mucho de lo que se irá perfilando en la adolescencia y en lo que será el mundo adulto, con todo lo implica, con reminiscencias, con modelaje y testimonio, con vínculos y relaciones que configuran las expresiones del inconsciente y del proyecto de vida.

Uno escucha a los padres y madres de clases medias y altas decir maravillas de sus retoños, son genios, son talentosos, tiene capacidades atléticas y deportivas que los harán deportistas de alto rendimiento, son los  campeones y las campeonas olímpicas de los próximos años o son estrellas del espectáculo y al mismo tiempo se quejan de son muy nerviosos, tienen ansiedad, hacen berrinches por todo, no tienen capacidad de frustración, no toleran estar sin una pantalla, comen de forma muy selectiva y caprichosa, les cuesta trabajo dormir, no quieren atener mínimas obligaciones,  a la vez de estar muchas y muchos de ellos aprendiendo adaptarse como pueden a los nuevos modelos de familia y de familias disfuncionales.

Hoy se necesita pensar y actuar pronto ante las diversas condiciones de vida de las infancias. La reducción del número de hijos en las familias es también hoy un nuevo escenario y la prevalencia de situaciones asociadas al aislamiento, a la ausencia de las figuras maternas y paternas y en donde muchos infantes que son cuidados por otros, nanas, tías, abuelas y abuelos, entrenadores, instructores, maestros privados, o por parte cuidadoras en estancias y guarderías no logran suplir esa representación y ese vínculo. Estamos en dinámicas que se mueven entre la sobre estimulación lúdica y la saturación de actividades -natación, taekwondo, danza, ballet, piano, futbol entre otras- para hacer que las niñas y los niños “aprendan algo útil”, que “no pierdan el tiempo”, replicando y fomentando con esto el modelo auto explotación que la sociedad del rendimiento ha impuesto.

Las niñas y los niños merecen jugar, merecen ser queridos por sus progenitores, con una crianza respetuosa, digna, amable, amorosa, comprensiva, contextualizada y protectora de sus derechos humanos. Si bien hemos avanzado en sancionar las violencias en contra de las niñas, niños y adolescentes, las prácticas culturales siguen vigentes, actitudes en donde la autoridad se impone sin establecer de forma dialógica límites y demandas con criterios formativos y educativos, que le dan valor a la persona es cada niño y cada niña, con su especificidad.

Las infancias y su realidad muestran el saldo social en números rojos y las condiciones de desventaja y de vulnerabilidad en las que se encuentran millones de niños y niñas. Algunos datos*:

  • De los casi 40 millones de niños, niñas y adolescentes que viven en México, más de la mitad se encuentran en situación de pobreza
  • 4 millones viven en pobreza extrema,
  • el 91% de niñas, niños y adolescentes indígenas viven en condiciones de pobreza.
  • 1 de cada 10 niños y niñas menores de 5 años en México registra desnutrición crónica.
  • 1 de cada 3 niños y niñas de 6 a 11 años presenta sobrepeso y obesidad.
  • 8 de cada 10 niñas y niños de 6° de primaria no alcanzan los logros esperados en las áreas de lenguaje y comunicación.
  • Casi 3 de cada 10 adolescentes de entre 15 y 17 años se encuentran fuera de la escuela.
  • En México, 6 de cada 10 niñas y niños de 1 a 14 años han experimentado algún método de disciplina violenta.

Como podemos observar el acceso a las oportunidades para su desarrollo humano integral son escasas y las opciones reales para su bienestar son muy reducidas, el que puedan lograr la movilidad social y económica es una aspiración inalcanzable en los hechos. El acceso a la salud, a la educación, a la recreación, al descanso, al desarrollo humanos son hoy una restricción y desde los datos que tenemos sobre los niños y niñas en México y en el mundo, podemos encontrar que hay elementos suficientes que nos permiten afirmar, que hay una deuda social, moral y ética para con las niñas y los niños que es urgente atender y remediar.

Entender la responsabilidad que se debe y se tiene para el cuidado de las infancias no admite ninguna excusa ni por parte del estado, sus instituciones y de todas y todos que como adultos tenemos como obligación para garantizar todas las dignidades y los derechos de las infancias.

Santiago Ramírez, psicólogo mexicano acuñó en 1975  la idea de que “infancia es destino”, si bien hay un troquel del alma en las primeras etapas del desarrollo infantil, habrá que decir también que “infancia no es destino“, porque  si algo tiene el ser humano y que le inherente a su condición es la capacidad que tiene de resiliencia, la capacidad de aprendizaje y la capacidad de tomar consciencia de sí mismo y de los demás y con ello poder actuar responsablemente para evitar la repetición y para dar sentido al dolor, al sufrimiento y para poder entender en lo que se puede, que eso que nos “falta’, es lo que nos permite ubicar la nostalgia de recordar los momentos de felicidad, de cariño, y de sentir la protección, la confianza, la alegría, las palabras dulces y sanas y de poder  buscar volver a sentir el calorcito de unos brazos amorosos y del sonido de los latidos del corazón de quienes nos criaron y cuidaron.

Hoy el punto critico es aceptar que las pantallas y gadgets no sienten y no pueden sustituir la ausencia de quienes huyen de la responsabilidad hacerse presentes y de que ponen de pretexto el mundo laboral en el que están atrapados, bajo el argumento de trabajar para obtener los recursos económicos para darles todo, incluido el poder pagar a psiquiatras y a psicólogos para sus hijos e hijas, cuando lo que se requiere es estar y ser con las niñas y los niños, asumiendo los desafíos de acompañar el proceso de ver crecer amorosamente a las infancias, y en donde la infancia de cada uno es mucho más que una etapa de vida y habrá que evitar romantizar lo que es la infancia.

*https://www.unicef.org/lac/comunicados-prensa/analisis-sobre-la-situacion-de-la-infancia-en-mexico#:~:text=De%20los%20casi%2040%20millones,viven%20en%20condiciones%20de%20pobreza