“Aunque no lo crean, durante siglos pensábamos que la Tierra era algo especial, único, diferente. Que el Universo era aquella cosa lejana que quién sabe qué tenía que ver. Pero ahora, con las herramientas contemporáneas, hemos descubierto que somos parte de lo mismo.” Julieta Fierro 1948-2025 “In Memoriam”
“Valiente es quien continúa siendo humilde en un mundo que incita a tanta soberbia.” Amilè Morosi
“Si no puedes ser lo que eres, sé con sinceridad lo que puedas.” Henrik Ibsen
“Nosotros, los locos, razonamos con el corazón.” Jim Morrison
“La vida a veces te rompe sólo para enseñarte que tu lado más bonito es el de adentro.” Juanma Quelle
“Para ser escuchado, debes estar en silencio de vez en cuando.” Stanislaw Jerzy Lec
“No me gusta aparentar qué no tengo nada dentro de mí…” Jhay Ruiz
“No es el otro el que hiere. El otro sólo te muestra, dónde estás herido…” Ciocale
“Cuando envejezcas, no intentes parecer más joven; intenta ser más feliz, porque te sentirás más joven.” Meryl Streep
“Lo inesperado es parte de la vida. Nos suceden cosas extrañas. Pensamos que están fuera de la norma, pero es así. Esa es la manera en que funciona la vida.” Paul Auster
“Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan más.” Ernesto Sabato
“No he cultivado mi fama, que será efímera” Jorge Luis Borges
“Si no te quieres a ti no, no es que no vayan a quererte. Es que van a quererte mal.” Monica Gae
Dejar una huella significativa en las personas que conocemos y que nos importan, a partir de la consciencia de uno mismo —desde el amor, la amistad, el compañerismo y la solidaridad— es una consigna que opera en el inconsciente. Está enmarcada en el deseo de ser auténticos y de trascender. No todas las personas se plantean esta posibilidad. “Solo unos pocos tienen interés en usar esta vida para desenterrar su esencia y desarrollar el alma. Muchos mueren como llegaron”, escribió P. D. Ouspensky.
Uno desea permanecer en la memoria del otro, no necesariamente por vanidad, sino porque parte del sentido de la vida reside en lo que queremos ser, y también en las razones por las cuales deseamos ser recordados. Nadie actúa por el otro con esa intención explícita, pero lo cierto es que existe una necesidad humana de reconocernos en el otro. La existencia, desde el vínculo, se manifiesta en acciones; el deseo es fuerza, es lo que impulsa el hacer y el estar desde los hechos.
Dar valor a las personas y a uno mismo implica la capacidad de admirar y observar lo que los demás hacen en nuestro entorno inmediato. Es la posibilidad de encontrar, en la palabra amable, en el gesto sincero, en la acción solidaria y desinteresada, una vía para tomar consciencia. Es esa capacidad, a posteriori, de reflexionar sobre los hechos y sentirnos bien con lo realizado, sin esperar reconocimiento público.
Las huellas se olvidan con el tiempo y desaparecen, salvo aquellas fosilizadas que tuvieron la fortuna de ser conservadas por la intemperie mediante procesos físicos y químicos. Solo existen cuando son descubiertas, atrapadas por el azar, y deben ser descifradas para adquirir sentido y valor histórico. Sin embargo, dejar huella desde la convicción de dar valor a nuestras acciones en vida, con humildad y conocimiento de la bondad, es otra dimensión que nos hace verdaderamente humanos.
Hay quienes dejan huella desde el horror y la atrocidad, desde la mentira y el dolor, desde el sufrimiento y la muerte en sus formas más crueles y bestiales. Hoy en día, figuras como Netanyahu y Trump forman parte de esa minoría que será nombrada y asociada —con justa razón— con lo peor de la condición humana.
Indeleble es aquello que permanece, que se arraiga en lo profundo y se niega a desaparecer. Es la tinta que no se borra, el recuerdo que persiste a pesar del tiempo, la emoción que deja una huella imborrable en el corazón. Lo indeleble nos recuerda que hay momentos, palabras y personas que, por su intensidad o belleza, se graban para siempre en nuestra esencia, convirtiéndose en parte de quienes somos.
Vivir el presente implica reconocer lo que hemos aprendido. El dolor humano, si no se reflexiona, no enseña nada. Ya Freud decía que, si el dolor enseñara algo, el mundo estaría lleno de sabios. El dolor, la pena y el duelo que no se llevan al plano de la reflexión y el aprendizaje están condenados a la repetición, y a vivir bajo un sufrimiento permanente que se vuelve indeleble.
Tomar consciencia de sí es, a su vez, dar sentido al aquí y ahora de la existencia, en un mundo machacado por el pasado —como culpa y arrepentimiento— y que ha vendido el futuro como miedo a la incertidumbre. Vivimos bajo la sobrevaloración de las expectativas que depositamos en las personas y en las situaciones, buscando ser importantes, vistos y valorados, muchas veces desde la vanidad, la arrogancia, la soberbia y el egoísmo.
Vivimos en una cultura que nos invita a asumirnos como víctimas y a caer en la “tentación de la inocencia”, como escribió el filósofo Pascal Bruckner, para eludir la responsabilidad del compromiso con los otros. Desde el pensamiento crítico, esto conlleva a la necesaria acción de hacerse cargo de las consecuencias de nuestras decisiones y a aceptar que somos parte de una construcción social, cultural y económica de la realidad. Una realidad que, aunque injusta la mayoría de las veces, sí puede transformarse junto con los demás.
Lo indeleble también se manifiesta en la forma en que experimentamos la dicha, la felicidad, la alegría, la esperanza, la solidaridad y el amor. El problema es que la prisa y la cosificación mercantil de lo que nos brinda placer, tranquilidad y confianza nos lleva a exigir resultados y experiencias inmediatas. “La misma esperanza deja de ser felicidad cuando va acompañada de la impaciencia”, dijo John Ruskin. De ahí que todo se vuelva fugaz, que lo vivido se quede en lo efímero. Lo que se escribe sobre una vida feliz, lo que logramos sentir, se registra con tinta china sobre papel mojado, sin alcanzar a perdurar lo suficiente para convertirse en recuerdo. Cuando la insatisfacción se instala como estilo de vida, parece que compramos emociones desechables, vistas como meros productos del mercado.
Y, sin embargo:
Viktor Frankl escribió: “La felicidad es como una mariposa. Cuanto más la persigues, más huye. Pero si vuelves la atención hacia otras cosas, ella viene y suavemente se posa en tu hombro. La felicidad no es una posada en el camino, sino una forma de caminar por la vida.” Maya Angelou dijo: “Lo mejor es enamorarse. Lo segundo mejor es estar enamorado. Lo peor es desenamorarse. Pero cualquiera de estas opciones es mejor que nunca haber estado enamorado.” Isabel Allende expresó: “Mi vida está hecha de contrastes. He aprendido a ver los dos lados de la moneda. En los momentos de más éxito no pierdo de vista que otros de gran dolor me aguardan en el camino, y cuando estoy sumida en la desgracia, espero el sol que saldrá más adelante.”
Hacer de la vida una narración indeleble es un reto que se construye en momentos particulares, con personas de rostro y nombre concreto, con acciones que se convierten en recuerdos, pero también en surcos que calan en la piel y en el alma. Son palabras que se graban en la mente y en el corazón. Es la posibilidad de saber que somos historia compartida, colectiva, y que hemos sido y seremos importantes para alguien, para otros, desde la alteridad, desde la honestidad y la valentía de ser la mejor versión de nosotros mismos, y que vamos tejiendo el compromiso de ser con y para los demás, para el bien común, para la justicia, y para dejar en nuestra existencia la posibilidad de ser indelebles.
Porque también necesitamos:
“Un mundo con más cielos estrellados,
más viajes en bicicleta,
más magia y menos ilusión,
menos observar el mundo desde el televisor,
más ojos enamorados,
menos miradas de decepción.”
Osmar García Opa
Y porque, además:
De todo quedaron tres cosas
De todo, quedaron tres cosas:
la certeza de que estaba
siempre comenzando,
la certeza de que
había que seguir
y la certeza de que sería
interrumpido antes de terminar.
Hacer de la interrupción un camino nuevo,
hacer de la caída, un paso de danza,
del miedo, una escalera,
del sueño, un puente,
de la búsqueda…un encuentro.
Fernando Pessoa