Homenaje literario a Alejandro Aura (1944-2008)

Juancarlos Porras y Manrique, promotor cultural, escritor, poeta, cronista de la ciudad y columnista Platino.

Una de las recientes preocupaciones del ser humano, por aquello de la aparición de la Inteligencia Artificial, IA está vinculada a la desaparición de ciertas profesiones que serán extintas, de manera paulatina, según el avance tecnológico. Entre ellas: escritores y autores que son dos términos tan pero tan abiertos que todavía, en este siglo XXI, no nos ponemos de acuerdo quién es uno y otro y aún más que hace este y aquel.

Porque la profesión de escritor tendrá al menos un siglo en boga: hablo de la remuneración por ejercer dicha labor y no por el buen oficio. En cuanto al otro término, está más encaminado a abarcar a todo tipo de artes: plástica, teatral, de la lente, danza, en fin, hasta de la farándula sin dejar de lado a los murmurantes del reguetón y del corrido tumbado. Escapan, para fortuna de todos, los poetas. 

Aunque estos estén en peligro de desaparecer (tengamos en cuenta a la Sociedad de Poetas en Peligro de Extinción la cual presido) las habilidades de la IA no tocan a los poetas ya que no tiene idea de anunciar y denunciar lo que ve desde dentro y hacia fuera como bien nos enseñó León Felipe en su Poeta prometeico. 

En el caso que nos convoca Alejandro Aura, AA (Ciudad de México, 2 de marzo de 1944) a la edad de quince años se interesó de manera viva por el Arte dramático y la declamación. Así que como incipiente “actor y declamador, participó en más de doscientos festivales, llevados a cabo en hospitales, asilos, cárceles, escuelas, colonias proletarias, así como en diversas poblaciones del interior de la República mexicana y en varios teatros de la capital”. 

Si bien a los trece años escribió sus primeros poemas, como una especie de desahogo, a los dieciocho supo que “escribir era su verdadera vocación y así encontró un medio dúctil para su expresión emocional. (…) A mediados de 1963 se integró al grupo Cafés Literarios de la Juventud. Luego publicó algunos poemas en la hoja literaria Búsqueda (órgano del mismo grupo). En ese mismo año ingresó al taller literario de Juan José Arreola, y en los números 1 y 2 de la revista Mester publicó varios poemas; después en Cuadernos del Viento y en Pájaro Cascabel. Dirigió la revista Volantín (1963-1964). En septiembre de 1970 montó una exposición con los manuscritos de sus poemas y ocho viñetas”. 

En 1964-65 solicitó su ingreso como becario al Centro Mexicano de Escritores, CME donde propuso como proyecto un poemario donde presentó una muestra que justificó con los siguientes motivos: 

  1. Expresión consciente de los problemas que padece la juventud de mi tiempo, 
  2. La definición de la nueva actitud revolucionaria
  3. Y la concepción personal de la expresión humana amorosa. 

Por supuesto que la IA no tendrá idea de dichos elementos de la vida cotidiana… pero AA sí. Porque su ilustración como poeta le permite coincidir con nuestra condición humana. Entonces “el poeta se hace inaudible para que las palabras escritas sean percibidas a través de la unidad, interior y exterior, de la obra”. Por eso el poeta sale de casa y vuelve cuando quiere. Es decir, poemas como Vértigo —junto con Despedida (2007); Lo de nosotros (1964); Hay un muchacho (2007)— son para Alejandro, el deseo [que] significa entrar a la esfera de las posibilidades donde la memoria y la verdad revelan las experiencias básicas de su andar por la vida; dialoga con su mundo (inmediato) y se dispone a proyectar, por orden de reflexión, el sentir filosófico de su espíritu. Luego, desde la orilla de la página se lanza y se nos arroja, a la manera de Razis (o Razías hombre amante de la ciudad y de buena opinión) y, viene hacia los lectores con un enjambre de palabras.

La IA lamento insistir no tiene dicho enjambre natural porque no sabe de los silencios nuestros como tampoco de la realidad ya que no sabe lo que significa viajar ni mucho menos ir a otros lados: 

1

Un día 

Abandonaremos 

la Ciudad de México; 

la dejaremos en pie y desierta

para que 

las conjeturas 

crezcan 

y nos iremos a fundar 

en otra parte 

nuestras maravillas. 

 

[De Volver a casa, 1973. 

 

Como la tampoco la IA no sabe lo que es estar o no. Y vislumbrar el dilema como propone AA: 

 

ESTAR

Lo que quiero es estar, 

y estando, no dejar que el agua se detenga, 

como un pez lujurioso, 

 

estar, y estar moviéndome en el aire

para que como en aspas todo avance 

hacia un júbilo movible, 

nada más estar me gusta, 

y si la tierra no para de menearse, 

no cesa de frotarme, 

 

sé que estando nada más

habré de ser caldero de cenizas

nomás de puro estar. 

 

[De Júbilo, 1997. 

 

De esto mismo, de querer estar habla en El clima poético de mi país (conferencia ofrecida en la ciudad de Bogotá, el 27 de agosto de 1973) donde historia, sin ser erudito apunta, que: “(…) en mi país ha habido siempre abundante poesía, no sólo escrita sino sembrada, saboreada, edificada, pintada, puesta encima, cantada, es bien sabido que México es un país que canta. 

En México llueve poesía y hay frondosísimos árboles de versos de donde los jóvenes tomamos las frutas que pulimos y cultivamos a fin de encontrarles la semilla que hará posible que la Belleza continúe su noble tarea de hacernos dignos seres humanos”. 

Por supuesto que de dignidad humana no se apaña la IA, pero alguien como un poeta que hizo en vida lo que le dio la gana, como vagar, publicar libros de poesía, teatro y cuentos, actuar en numerosas obras y dirigir otras tantas y desenvolverse en numerosas actividades artísticas y culturales en el cine, la radio, la televisión y el cabaret, merece ser homenajeado a quince años de su desaparición física el 30 de julio de 2008 en Madrid, España donde, doña Milagros Revenga estuvo con él. 

Así pues, amigos todos, aquí comienza este homenaje literario a nuestro querido y admirado AA.