Espero que haya días en los que tu café sepa a magia, que los extraños te hagan sonreír, y el cielo sea más azul. Espero que los buenos momentos toquen tu alma. Espero que haya días en los que te enamores de estar vivo. –Brooke Hampton–
El mundo hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida, porque acaba siendo verdad. –María Matute-
Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza hecha echa luz –José Martí-
En memoria de Raúl Azcué
Hace unos años que desarrollé mi investigación en el doctorado y dentro del esquema riguroso que se tiene que realizar para dar cuenta de los hallazgos, me permití utilizar la analogía del tejido, de los textiles, de lo que implica bordar y el poder plasmar en lienzos con hilos de colores y con la habilidad de las mujeres con la que ponen en su mente las imágenes que se van dibujando con los hilos y con ello dar forma a las emociones que ellas registran en sus corazones y que se ponen sobre la tela.
Escribir sobre la vida es poner los sentidos en un telar y que entretejidos los hilos se transforman en las emociones, las experiencias, los sentidos y los sentimientos que se van trenzando, se van combinando y que con los “apretones” que se le dan en el telar, -las imágenes, las grecas, los símbolos, los paisajes-, la vida queda “atrapada” en ese lienzo y que las más de las veces hay que deshilar, destejer, reiniciar sobre la marcha de lo que es la vida, y poder dar sentido y un lugar a nuestra historia, que es historia que también es tejida con hilos de otros, hilos de colores, con grosor y texturas diferentes y con materiales diversos como el algodón, la lana, el ixtle, el cáñamo, la seda y aún el oro.
La vida se teje, se entreteje, desteje dice Irene Vallejo a propósito de lo que escribe: “Escribo porque no sé coser, ni hacer punto; nunca aprendí a bordar, pero me fascina la delicada urdimbre de las palabras. Me siento heredera de esas mujeres que desde siempre han tejido y destejido historias. Escribo para que no se rompa el viejo hilo de voz.”
Ese tejido es presente y es registro de lo vivido, es leyenda, es mito, es realidad, es memoria. También eso que se teje en vida que llega ser olvido. La memoria se inscribe en la rueca del cerebro que hace sus hilos propios, estos formados de neuronas, en un entramando de poco más de 100 mil de millones de células nerviosas que se conectan y que usan sus dendritas, axones, somas y terminales para conectar y tejer la vida en un gran mosaico metabólico y fisiológico que expresa también nuestra memoria genética y la historia evolutiva de lo que somos y de lo que vamos a llegar a ser como civilización, si es que usamos la inteligencia y la memoria, como aprendizaje, para revertir la infame destrucción que estamos haciendo del planeta y también en el daño que hemos estado creado en la condición y en el espíritu humano.
Marguerite Yourcenar escribió: “Lo mejor para las turbulencias del espíritu, es aprender. Es lo único que jamás se malogra. Puedes envejecer y temblar, anatómicamente hablando; puedes velar en las noches escuchando el desorden de tus venas, puede que te falte tu único amor y puedes perder tu dinero por causa de un monstruo; puedes ver el mundo que te rodea, devastado por locos peligrosos, o saber que tu honor es pisoteado en las cloacas de los espíritus más viles. Sólo se puede hacer una cosa en tales condiciones: aprender.”
El tejido social está roto en muchos lugares y de muchas formas. Hay intentos por repararlo, tiene infinidad de parches, remiendos, con zurcidos unos invisibles y otros son grotescos, realmente siniestros y ominosos. Un tejido social que se ha desgastado de tanto usar la esperanza, de tanta explotación, de tanto abuso, de corrupción, de injusticia, de maldad. Un tejido social que se ha roto también con el uso de las violencias, con la intolerancia, con la discriminación, con el clasicismo, con el racismo, con el machismo, y con la ignorancia.
Ese tejido social como está ahora, afecta nuestro propio tejido personal y familiar y nos debería de llevar a trabajar tanto en él, como en la dinámica estructural de la vida, en todas sus dimensiones, tejido que necesita nuevos hilos, renovar colores, reforzar lienzos, telas y telares, se necesita la creatividad para imaginar nuevas formas de ver el mundo, se requiere trenzar nuevos materiales para crear hilos más resistentes y más fáciles de utilizar. Se requiere un tejido individual y colectivo que se nutra de la sororidad, de la fraternidad, de la compasión, de la bondad, de la dignidad, de la solidaridad, de los sueños, de la necesidad de saber que no estamos solos, con la franqueza de hablar de frente y de construir nuevos mundos posibles con los demás -para todas y todos-, con sensibilidad, con reconocimiento con respeto y con amor.
Hoy se tira “hilo” en las redes sociales en alusión a responder a una pregunta, a una opinión, sin embargo, lo que se alcanza a observar es que lo se pone ahí, solo son hilos trozados a propósito, o cortados de origen por la ignorancia, ni siquiera hay un intento de hacer nudos con los pedacitos de texto que las y los cibernautas comparten. El “hilo” de origen en las redes sociales está roto, se muestra en fragmentos -cortos, torpes, groseros, insulsos, ignorantes-. Ahí no hay posibilidad para el dialogo, para tejer desde las ideas: propuestas, soluciones, alternativas, o salidas, ya que no hay argumentos, o una mínima inteligencia y como dijo José Antonio Marina, filósofo español a propósito del debate en política, en Twitter (X), no se puede escribir un argumento con 140 caracteres. Es lamentable ver como el debate público sobre la vida en sociedad, en todas sus dimensiones se reduce a trozar, romper, dividir, cortar y destruir el tejido social como si fuera el mandato que hay que cumplir que ha sido impuesto por las élites del poder.
Tejer desde lo humano es urgente. Tejer desde la justicia lo es más, tanto como personas en nuestra individualidad, como por ser parte de la sociedad. Intentar dar sentido a la vida desde aceptar lo que somos y lo que hacemos desde la responsabilidad es un principio moral y ético que nos puede ayudar crear nuevos lazos, nuevos hilos y tejer la vida con un sentido agradecimiento y de humidad que permita llegar a ser las mejores personas que podamos ser.