“Yo sé, sin embargo, que odiar es perder el tiempo”.
Roque Dalton
Las personas son como las ventanas con vidrieras: a la luz del sol brillan y relucen, pero en la oscuridad sólo son bellas si algo en su interior las ilumina. Elisabeth Kübler-Ross
“Construye un pensamiento feliz, ahora mismo, mientras lees. Un pensamiento irracional, despeinado y libre, y sonríele…” Dubois
Somos un cuerpo, somos realidad viva, una unidad cuerpo-alma, materia-espíritu. Nos exponemos a la realidad y sus condiciones, hay otros, otras, y una cantidad infinita de posibilidades para que en la piel y en el alma vayamos experimentado usa serie riesgos en donde la piel, el cuerpo, y el espíritu pueden sufrir cualquier agresión externa. Las emociones son parte de nuestros recursos evolutivos para sobrevivir, para mantenernos a salvo. Los afectos y los sentimientos son nuestras formas de elaborar los mensajes, las experiencias y el contenido de las palabras para intentar armonizar nuestro ser personal en el contexto de la realidad material y social en el que vamos existiendo.
Las heridas son el resultado de esos riesgos a los que nos exponemos todos los días. Hay heridas que dañan la piel y depende se su profundidad, nos hieren en lo más superficial o hasta lo más profundo, dañando la epidermis o algún tejido u órgano vital. Las heridas emocionales pueden ser analogía de las heridas físicas. Las heridas en la dimensión subjetiva se pueden hacer con actitudes, con conductas, con palabras y su símil con las heridas físicas. Podemos hablar de quemaduras leves, ampollas, mordiscos, arañazos, laceraciones, rasguños y cortes.
También podemos clasificar por el tipo de herida por su aspecto, por el mecanismo de acción que la causo, y si comprometen otras estructuras cutáneas por su profundidad y amplitud, y también si hay perdidas de sustancias corporales y si la herida penetra en alguna cavidad o compartimento. Todas las heridas dejan huellas, todas las heridas tienen sus propias cicatrices.
Las heridas pueden simbolizar dolor y sufrimiento emocional, pérdidas, traumas, amores y desamores, melancolía, nostalgia, fracaso, soledad, hay heridas cierran rápido, que no se infectan con rencor y odio, otras que no cierran nunca, son vacíos que no se llenan con nada, otras más se hacen silencio, y que luego estallan y abren la piel desde adentro. Hay heridas que se hicieron en el pasado, y duelen hasta ahora, hay heridas que dañaron la voz y otras que a fuerza de repetir van siendo más hondas y dolorosas.
El cuerpo desde su condición metabólica y fisiológica reacciona y atiende desde adentro las heridas, las más leves y superficiales las puede remediar el propio cuerpo: el sistema inmunológico actúa, la sangre, si la hay, se coagula, se seca y se oxida, y forma una costra, en lo que la las células de la piel se restituyen. Otras heridas, requieren suturas, antibióticos, vendajes y tratamientos especiales. Otras más requieren intervenciones quirúrgicas.
El alma, puede llegar a tener heridas abiertas, sangrantes, dolorosas. Puede haber heridas que parecen cerradas, pero están latentes. Hay heridas incurables anidadas en el rencor y la desolación, hay heridas perpetuas que se buscan esconder en el olvido pero que no dejan de afectar al ser humano. Hay heridas sanadas, con sus cicatrices que dicen aquí dolió, aquí paso. La superación de una herida, de un trauma, se pude decir que es la capacidad que tenemos para “pasar a hacer otra cosa” que es “sanar” y que es poner en nuestra vida una narrativa amable, aun amorosa, de poder aceptar y comprender lo que nos sucedió, lo que nos hicieron, esto es, el poder contarnos a nosotros mismos, a nosotras mismas qué es lo que nos pasó, cómo lo vivimos, cómo lo pudimos poner en palabras y cómo usamos nuestra consciencia de sí mismos, para no quedarnos en el dolor de las heridas y del recuerdo de cuando nos hirieron y a veces de cuando nos herimos nosotros mismos.
Marion Woodman escribió: “Sanar no significa revolcarse en la herida o identificarse con ella. Tampoco significa una inacción defensiva. Significa tener el coraje de ver, reconocer, lamentar y reparar los agujeros nosotros mismos (si tenemos suerte con la ayuda amorosa de otros). Significa seguir adelante con parches y todo”. Y Haruki Murakami plasmó: “Pero no podemos simplemente sentarnos y mirar nuestras heridas para siempre”.
El bálsamo que cura las heridas esta hecho: de escucha, de comprensión, de ternura, de empatía, de cariño, de esperanza, de consuelo, de compasión, de aceptación, de reconocimiento, de perdón, de consciencia, de confrontación, de resiliencia, de lealtad, de confianza, de autoconocimiento, de reconciliación, de autocrítica y de amor. Esta salpicado de la ayuda de los demás, porque nadie sana solo, en especial cuando las heridas son graves, difíciles o peligrosas, que ponen en riesgo nuestra salud emocional y nuestra condición mental. “Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarse a que devore desde el interior” sentenció Frida Kahlo.
Darnos la oportunidad de buscar atender las heridas emocionales es muy importante, al igual que cualquier herida física que lleguemos a sufrir, porque la vida misma nos pone en la condición de la sobrevivencia, sentir el dolor en la piel y la capacidad de reacción que tiene nuestro organismo, es equivalente a como recocemos las emociones en nuestro ser, ambos, son los dispositivos que tenemos para enfrentar la vida e ir haciendo que la vida sea en nosotros algo que toma formas inimaginables y grandiosas de la naturaleza humana.
Ernesto Sábato escribió: “No eran las ideas las que salvaban al mundo, no era el intelecto ni la razón, sino todo lo contrario: aquellas insensatas esperanzas de los hombres, su furia persistente para sobrevivir, su anhelo de respirar mientras sea posible, su pequeño, testarudo y grotesco heroísmo de todos los días frente al infortunio”.
Las heridas pueden sanar. Las heridas son nuestra historia, las cicatrices son el testimonio de que hemos vivido y de que estamos vivos. Las heridas que no se curan están mermando nuestra salud física y emocional. Algo nos dice nuestro cuerpo y nuestra mente al reconocer las heridas que hemos tenido y tenemos, y tal vez, esas heridas nos avisan algo muy simple y humano, y es que nunca es tarde para sanar y para hacer valiosa, por ser única e irrepetible nuestra propia historia.