Guerra de narrativas

Francisco Meza es académico y analista de los tiempos. Es columnista en Platino News.

Tenemos mucho tiempo en plena competencia electoral y prevalece en el ambiente una guerra de narrativas que probablemente pueda afectar el interés de los electores apartidistas.

Ha sido un tiempo considerable el que han tenido los actores políticos para posicionarse con el electorado y ganar espacios en donde pueden influir. Vivimos una etapa que no está contemplada en la ley en la que designaron a sus coordinadores (precandidatos), ya tuvimos las precampañas que sirvió como round de sombra y ya estamos en las intercampañas en donde no habrá proselitismo, pero no se van a quedar quietos.

En todo lo anterior, han existido slogans, publicidad, discursos, manejo de redes sociales, campañas negativas, etcétera. Tenemos un posicionamiento por parte del electorado que se mide hasta donde es posible por las encuestas, pero alrededor de todo esto también hay una narrativa que explica el momento político. Naturalmente, existe una narrativa por parte del oficialismo y una narrativa distinta para la oposición. Demos un breve repaso.

OFICIALISMO

Desde la 4T el país vive los cambios más importantes en la época contemporánea. El presidente lidera esa transformación y ha sentado las bases para que se continúen en los próximos gobiernos que pudieran provenir de su movimiento.

Sin embargo, todavía existen resistencias que es necesario superar en las próximas elecciones con las propuestas de la 4T y que los ciudadanos deben respaldar. Por esa razón, no es suficiente apoyar a los candidatos para la presidencia o para gubernaturas, es necesario también conseguir mayorías calificadas en el Congreso de la Unión y los congresos locales.

Como parte de estas resistencias están los medios de comunicación y comunicadores que se oponen al movimiento de la 4T y difunden información tergiversada y falsa. De ahí la necesidad de que el propio presidente haga llegar la información y a su vez, una red de comunicadores hace eco de la misma.

Como parte de esta narrativa, se destaca que la precandidata, Claudia Sheinbaum tiene una ventaja inalcanzable por sus cualidades de liderazgo, preparación académica y lealtad al movimiento. En cambio, Xóchitl Gálvez se ha desinflado porque no tiene contenido y es instrumento de los que ejercen el poder detrás de los partidos.

OPOSICIÓN

Para los partidos de oposición, el país ha vivido una regresión y, por lo tanto, crecen algunos de sus problemas. El presidente se empecina en sus proyectos y abandona áreas de oportunidad que le darían al país mayor desarrollo. Por esa razón, es necesario dar un giro en las próximas elecciones antes de que sea demasiado tarde.

El país ha resistido porque se mantienen contrapesos con algunas instituciones y existen límites en la ley; sin embargo, se encuentran bajo asedio de la 4T que busca eliminar todo lo que le impida ejerce el poder. De acuerdo con lo anterior, las elecciones son la oportunidad para fortalecer la democracia y evitar que el poder se concentre en un solo partido como ocurrió en el México del viejo PRI.

Respecto a los medios de comunicación, el presidente y la 4T busca controlar toda la información, adoctrinar a sus seguidores y ejercer censura a los medios y comunicadores que no se inclinan por la transformación de México.

En el caso de la competencia electoral, la candidata oficial lleva la delantera por las políticas clientelistas y porque todo el aparato del estado opera a su favor. A pesar de que la candidata es plana y no tiene ideas propias. Por su parte, Xóchitl Gálvez, rema contracorriente, logra conectar con la sociedad mexicana y conoce la problemática del país.  Por eso mismo, busca debatir con la candidata oficial y reducir esa ventaja en las encuestas.

PROBABLE APATÍA

Estas narrativas están bien asimiladas por sus respectivos seguidores y no existe posibilidad de diálogo entre ellas. En todo caso, se trata de un diálogo entre sordos en donde no hay argumentos sino gritos. Al final, lo que se busca es que también se termine por imponer una de estas narrativas.

Esa situación termina por afectar al electorado que se considera apartidista o no simpatiza con ninguna fuerza política porque atestigua esta alegata interminable y no le ayuda a encontrar incentivos para discernir su voto.

Es muy probable que este ciudadano no se interese por las elecciones de este año por esta guerra de narrativas tan polarizadas. Es como esas discusiones que evitan las personas cuando familiares cercanos se enfrascan en disputas sobre equipos o religión en donde nadie cede y se apaga el ambiente de convivencia. Para el ciudadano que se preocupa por salir adelante día a día y que debe atender los problemas de su hogar, estas discusiones lo desalientan.

La comprobación de la hipótesis la tendremos con la participación electoral del 2 de junio y las referencias serán las elecciones anteriores. En el 2018 se tuvo una participación del 63.48%, en el 2012 del 63.1%, en el 2006 participó el 58.55% y en el 2000, el 63.97%.

Una población politizada tendría una alta participación; mientras que, si existe un desaliento, la participación disminuiría.