León Guanajuato a 8 de Marzo.- En esta casa, llena de mujeres, amanecimos tensas. Desde ayer, al sentarse a comer, nos invadía un ambiente algo amargo.
Las discusiones sobre el tema han sido constantes. El llanto ocurre en nuestros cuartos, seguramente; puedo afirmarlo por mi parte. Nos hemos vuelto más cercanas y constantemente preguntamos al llegar: ¿cómo estás?
Nunca un 8 de marzo se había sentido tan fuerte. Ni había sido tan largo y tan lleno de energía. Mucho menos en León.
Desde la mañana, con actividades que las distintas colectivas de la ciudad organizaron, se reunieron cientos de niñas, jóvenes y adultas para presenciar talleres y charlas. Para las 3.30, la Calzada estaba abarrotada de pancartas, brillantina, polvo y consignas que exigen la caída del patriarcado.
Los contingentes salieron poco más de las 4 p.m. Con las familias de Francia, Dulce Ivana y Nadia liderando la marcha, miles de mujeres salieron a exigir justicia por los miles de feminicidios ocurridos en el país los últimos años.
Duró casi dos horas, pero nos enfrentamos a años de miedos, silencios, corajes y encierros. Sorprendió la cantidad de personas que llenaron el Blvd López Mateos y cerró el tráfico por casi una hora. Al ritmo de “y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”, varias familias y miles de mujeres arribaron a la calle Libertad aplaudiendo, como si fuera un mensaje directo que estuvieron esperando largo tiempo.
Los grupos opositores, que sorprendentemente no hicieron ruido antes de la manifestación, se hicieron presentes hacia la Catedral de la ciudad, tomados de la mano y rezando en voz alta, con la indicación de no responder a agresiones. Pero esta vez, por primera, éramos más las que íbamos dentro.
En el cruce de la calle Hidalgo y Álvaro Obregón nos detuvimos. La cadena que cierra la calle al paso a automóviles, al inicio de la zona peatonal, impedía entrar. Las autoridades dieron dos opciones a las líderes: esperaban a que llegara la llave, o pasaban por encima de ella. La marcha siguió, porque no importan las cadenas. Se sigue andando.
La valla humana de gente rezando se repitió en el templo de la Tercera Orden, frente a la Fuente de los Leones. Y al unísono de los que rezaban, una señora de la marcha se unió a este y gritó “por la Sangre de Cristo también estoy aquí. No se confundan, todas vamos de este lado porque nos están matando”. Siguió andando.
Al llegar a Presidencia, varias mujeres policía cerraban el paso a la puerta. Alrededor de una rueda de cruces moradas con consignas feministas, se colocaron algunas de las familias de las asesinadas. Se ofreció el micrófono a las que quisieron hablar y una señora habló sobre un familiar, acusándolo de abusar de su hija menor y que formaba parte de la cadena de personas protegiendo catedral. La rabia se hizo presente y el grito de “hipócrita, diga su nombre” inundó el espacio.
Siguió el turno de las amigas de Nadia, que entre lágrimas leyeron la última publicación de su excompañera, sobre cómo deseaba ser recordada si era asesinada. El padre de Francia Ruth tomó el micrófono para hablar sobre las trabas que la Procuraduría y defensa del inculpado han presentado, señalando incoherencias y cambios en el expediente de la joven.
La prima de Dulce Ivana habló sobre lo llena de vida que estaba. Sobre sus ganas de vivir y la felicidad que les traía. Los tres casos nos anegaron los ojos de lágrimas. Las mujeres ya no cabían en las explanadas. Se perdían las consignas o llegaban tarde hacia atrás, pero en ningún momento faltó el apoyo.
Hacia las 6 de las tarde, los contingentes se dispersaron. Las mujeres iban abandonando las explanadas y un gran contingente, con muchas menos mujeres y las más jóvenes, volvieron a tomar la calle Madero.
Al llegar al Arco, el sol se iba escondiendo. Cantaron otro poco, gritaron su rabia, soltaron su llanto y con el atardecer a sus espaldas, dejaron marcado de pintura el emblemático Arco de la Calzada, donde además, pegaron muchos de sus carteles, con el sol cayendo, pero nunca la esperanza.