Felices y exitosos

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

“Saber mantener el equilibrio justo entre soledad y gente, esa es la clave, esa es la táctica, para no acabar en el manicomio” Charles Bukowski-

“La soledad era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas.” –Hermann Hesse

“El destino. Ha estado aquí esperándonos con las piernas cruzadas, éste es el gran defecto de los destinos, no hacen nada, se ponen a la espera, a ver, y somos nosotros quienes tenemos que hacerlo todo”José Saramago-

“El equilibrio no significa evitar conflictos. Implica la fuerza para tolerar emociones dolorosas y poder manejarlas.” –Melanie Klein-

Leí un cartel de Tute, caricaturista argentino, que hace los honores a Quino, y Fontanarrosa, al poner como ellos la realidad como teatralidad para ver si somos capaces de vernos reflejados como sociedad a la que le falta en mucho pensarse y ser en realidad críticos de nosotros mismos, en un contexto por demás cargado de contradicciones e injusticias. En la caricatura, que es el noveno arte, esta una persona diciendo “Cada vez hay más gente explicando cómo vivir mejor y menos gente viviendo mejor.”

Ello me llevo rápidamente a pensar en varios personajes que se dedican a decirle a las personas qué hacer, cómo vivir, en qué creer y qué pensar. Hay personajes con las formas más variadas como mercaderes de la felicidad y del éxito, algunos de ellos son: David Habif, César Lozano, Diego Dreyfus, Carlos Muñoz, Odín Dupeyrón, o Martha Debayle, entre otro tanto de influencers, youtubers que tienen las respuestas y las soluciones a los problemas de la existencia humana y material  y que además de ser personajes famosos, se dan a la tarea de “impartir” sabiduría de la vida, para que otros sean felices o millonarios como ellos, ya que son testimonio vivo de su predicar.

Es claro que su éxito se finca en la necesidad de muchas personas de poder tener en sus manos la receta o la formula mágica para el éxito, para poder salir de la forma más rápita de las crisis que todos experimentamos, para encontrar de alguna manera cierta paz interior ante la intranquilidad que se experimenta, en un mundo por demás cruel, rudo, sin misericordia y sin piedad, que explota, exprime y desecha sin ningún pudor a las personas que dejan de ser consumidores, por edad, por pobreza, por endeudamientos y a los que se rebelan ante la injusticia estructural de la economía y los que piensan con criterio propio ante los controles y estructuras de poder real y factico que operan en la sociedad como moral social y económica.

La sociedad de mercado transforma todo en mercancía. La necesidad de buscar el éxito, la felicidad es hoy un gran negocio. No solo es haber podido transformar la lucha de clases en un continuo amorfo en el que la segmentación social pasa el tipo de celular que se tiene, o por la velocidad de conexión a redes que se pueda comprar. En la canasta básica no se considera lo que se gasta en “datos” para estar conectado. Así, pasa ahora con la infinidad de gurús, hombres y mujeres que venden “sus experiencias y sus conocimientos” para mostrar a las personas que los sigan, el cómo pueden a llegar a ser como ellos.

Otra vertiente este fenómeno es la cantidad de libros de autoayuda que se venden en el mundo, cifra que debe rondar en más de 25 millones de libros en todo el mundo en el último año y que si sumamos los que se han vendido en una década se podrá apreciar el gran negocio que es y con ello comprobar varias cosas a la vez, junto con los cientos de miles de seguidores de gurús, de iniciados, y de iluminados, que escriben libros, hacen podcast, videos, dictan conferencias y dan asesorías como coach de vida, espiritual o de negocio entre otras florituras con las que se venden bien.

Son tiempos álgidos, son tiempos de zozobra, de dolor, de penas acumuladas, de cambios, de rupturas afectivas cada vez más frecuentes, de más soledad y vacío existencial, de dudas y de respuestas fáciles, del dominio de las pantallas, pero también del imperio de las adicciones y de la docilidad de los estados ante el poder del dinero. Esta realidad del nuevo milenio muestra la fractura en los sistemas mundo que operaron para explicar y justificar la existencia humana.

Las religiones están en crisis, las ideologías en las que se articularon las polaridades sociales están en crisis también, lo económico se mueve entre los que tienen todo y los “nadie” de Eduardo Galeano. Las generaciones que se permitieron soñar en el cambio social y político, hoy se ven atrapadas en la maraña del eclecticismo y anomia social, entre todo cabe, todo se vale, y en el que “el aquí y el ahora” que se confunde con el placer instantáneo, y en el que el presente se obtiene estatus de existencia a través de depresión, la ansiedad y la angustia, -la enfermedad mental- se instala como el signo de nuestros tiempos dirá Byung -Chul Han por una parte, pero por otra, las nuevas identidades sociales pasan por la aceptación maniaca de asumirse como solitario, como alcohólico, o adicto al trabajo, a las drogas, al sexo, a las series, a las redes sociales, a la comida chatarra, y que a la vez,  da paso una pasividad, propia de la resignación del medioevo y donde todo es culpa de los gobiernos en turno, de las empresas trasnacionales, del narco y hasta de los extraterrestres.

De ahí que los nuevo ídolos de las redes sociales, estos chamanes modernos, gurúes y hasta filántropos como se anuncian algunos de ellos, tengan un mercado cautivo, en donde la banalidad, frivolidad,  las recetas mágicas, la irresponsabilidad en muchas de las instrucciones de vida que dan y que se convierten para algunos en dogmas de fe y en que la que la ignorancia y la ingenuidad, en el mejor de los casos, crea personas que ceden su voluntad, sus recursos económicos y sus necesidades emocionales y afectivas, al mejor “charlatán”, al “motivador” que está de moda, al que tiene más seguidores en sus cuentas o al mejor “escritor” de superación personal, que al final del cuentas, son los emisarios del éxito de la sociedad de mercado y son los voceros del discurso del poder, ya que si uno es pobre, infeliz, triste, amargado, desempleado, deprimido, y hasta feo, lo es porque uno quiere.

Se nace dos veces, dice un proverbio, una vez cuando llegamos al mundo y la otra cuando nos damos cuenta del tiempo que nos queda. Tener la necesidad de tomar consciencia personal y social es un desafío y el reto es entonces, enfrentar la realidad humana y nuestro ser persona, que pasa necesariamente por acepar la insatisfacción y asumir el coraje y la rebeldía para no quedarnos en la idea de una vida determinada por otros, o por la fatalidad de un destino que nadie dictó, pero en el que es más fácil sucumbir a ominoso y trágico,  que a vivir, con todo lo que implica tener consciencia individual y compromiso colectivo, entre ser persona y ser corresponsables del bien y del bienestar de los otros, de al menos, a quienes amamos, de los más cercanos y de los que están en nuestro rededor.

Annie Ernaux escribió:

“Todo se borrará en un segundo. El diccionario acumulado de la cuna hasta el lecho de muerte se eliminará. Llegará el silencio y no habrá palabras para decirlo. De la boca abierta no saldrá nada. Ni yo ni mí. La lengua seguirá poniendo el mundo en palabras. En las conversaciones en torno a una mesa familiar seremos tan solo un nombre, cada vez más sin rostro, hasta desaparecer en la masa anónima de una generación remota.”

Wislawa Szymborska escribió:

“La vida en la tierra sale bastante barata.

Por los sueños, por ejemplo, no se paga ni un céntimo.

Por las ilusiones, sólo cuando se pierden.

Por poseer un cuerpo, se paga con el cuerpo”

Habrá que aceptar que sí se necesita a un “otro”, a los “otros”, para pensar, para dialogar, para trabajar, para contrastar, para soñar, para sentir la vida, para amar, para crear, para cuestionar, para construir respuestas, para ser libres, para lograr metas y producir cambios en nuestra vida y en la de nuestro entorno. Pero, ¿En verdad la sociedad y las personas necesitan a estos gurúes? ¿Por qué abdicar nuestra voluntad y libertad a estas alegorías de éxito y a estos espejismos de felicidad que venden esos egos narcisistas? ¿No sería mejor pensar y sentir para actuar con la audacia y el valor de construir nuestra propia felicidad y nuestra propia realidad y pagar el precio que sea, desde la consciencia de ser humanamente libres, en dignidad y en derechos?