Expectativas

arturo mora
Dr. Arturo Mora Alva

“En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser” –William Shakespeare

“La única manera de enfrentarse a un mundo que no es libre es volverse tan absolutamente libre que tu propia existencia sea un acto de rebelión”

Danilo Barba

“El miedo no evita la muerte, el miedo evita la vida” –Naguib Mahfouz

No hay nada tan humano como hacernos expectativas. Pero al mismo tiempo nada tan duro como las expectativas que hacemos con relación a otra persona. Cuando la expectativa se cumple la felicidad aparece, el gozo toma forma, el deseo se cumple. Sin embargo, es una apuesta que tiene cargados los dados en sentido contrario y no es un asunto de suerte, sino de partir falsamente de que la otra persona, el otro tiene más o menos las mismas expectativas de él o ella sobre sí mismo, o al menos la voluntad expresa apunta al mismo ideal, logro o meta compartida.

En cualquier caso, las expectativas se pueden construir desde uno mismo, como soliloquio o bien, puede ser una expectativa que se construye desde la comunicación y el dialogo con otro, con otra.  Lo que es claro es que no hay garantía de nada ante los supuestos, la fantasía, el deseo puesto en otro, en otra persona, que es al final una ilusión, un ideal, y su contrario es la realidad, lo real.

La fragilidad y la contradicción que nos define como persona humana, la más de las veces convierte en fragmentos lo imaginado y lo esperado de un otro, y hace girones lo que idealizamos junto con nuestros deseos, -conscientes o inconscientes-, rompiendo la imagen puesta en el futuro de lo que podríamos llegar a ser o hacer con alguien, y esto, pasa en todas las esferas de lo humano, ya sea el trabajo, sea en la familia, en la escuela, sea en la pareja, o sea en el amor.

Javier Marías escribió “Lo más intolerable es que se convierta en pasado quien uno imaginaba como futuro”, la expectativa y el deseo se disuelven entonces en despedidas, en los adioses, en los silencios, en las razones y motivos que no explican nada cuando la realidad se impone ante las expectativas hechas de futuro.

En lo emocional las expectativas no cumplidas, cobran facturas propias del desamor, en los afectos lacerados que nos llevan a los duelos infinitos, que intentan armonizar y paliar el desencanto y el dolor, para volver a ponernos de pie ante la realidad y como Sísifo reiniciar perpetuamente la condena de iniciar a hacer nuevas expectativas, con lo que implica hacernos cargo de nuestros deseos e intentar, soñar, y esperar -sin esperar-,  que un día se cumplan, aún, si es con la frugalidad y fugacidad que el otro, la otra, los demás condicionan desde su propio ser y su propio deseo y por tanto, desde sus propias expectativas ante el otro que lo idealiza, lo supone o lo imagina.

La decepción amorosa, el fracaso de las relaciones de pareja, las separaciones y los divorcios dan cuenta con absurda repetición de esta situación por la que pasamos todas y todos. El desencanto, y la frustración se manifiestan ante la expectativa no cumplida, ante la promesa olvidada, ante el compromiso roto.

La decepción y el rechazo son lo que nos mueve emocionalmente en una cotidianidad en el dolor y sufrimiento están presentes la más de las veces.  No es casual, que de las 6 emociones que llamamos básicas, 4 sean negativas (Miedo, Ira, Asco, Tristeza) y solamente 2 positivas (Sorpresa y Alegría). Sus matices y precisiones desde el lenguaje, desde la forma en como las nombramos son un abanico de emociones que se expande y que nos hemos dado como sociedad -occidental- para poder nombrar lo que nos pasa, lo que se siente con el cuerpo y con el alma, y con ello poder narrar la vida que vamos teniendo, pese a todo y a pesar de todo.

Son tiempos que nos van marcando de forma diferente cada uno, a cada una de nosotras. Oscilamos entre la audacia, la osadía, la valentía, el deseo y la vida, por una parte, y por la otra está el temor, la duda, la culpa, el remordimiento, el miedo, las creencias, los mitos y la muerte. Entre ese movimiento pendular vamos tejiendo, hilvanando y deshilvanando, trenzando, cosiendo, tiñendo nuestros deseos y aspiraciones de poder ser uno mismo, de ser una misma, desde la autonomía, la libertad y la independencia, para poder estar en el mundo con los otros, las otras, con los demás, con integridad y con dignidad, en la mejor de las expectativas que podemos tener de los seres humanos, de las personas.

Sin embargo, como escribió el mismo Javier Marías: “Uno ignora lo que el tiempo hará de nosotros con sus capas finas que se superponen indistinguibles, en qué es capaz de convertirnos”. Y por eso, es que la constante reflexión personal, el autoconocimiento, el discernimiento, el poder revisarnos desde la psicoterapia o el psicoanálisis, -para preguntarnos y contestarnos- sin ingenuidad, sin autoengaño, sin temor a la pregunta nunca acabada, de intentar saber quién soy, quien voy siendo, se convierte en una necesidad y en un imperativo, para poder vivir más allá de lo que no podemos llegar a ser, para así, poder elegir y para poder optar desde la imperfección, desde la falta, partir del deseo, y desde el inalcanzable objeto perdido, que nos constituye hace que seamos en buena parte  lo que somos y de lo que podremos llegar a ser.

Tener expectativas en estos tiempos es apostar por el futuro, por la esperanza, por el gozo, por la felicidad. Podemos hacer nuestras las palabras de Javier Marías “…y lo que me hace levantarme por las mañanas sigue siendo la espera de lo que está por llegar y no se anuncia, es la espera de lo inesperado, y no ceso de fantasear con lo que ha de venir” y de ahí con el deseo de hacer que la vida valga el esfuerzo, en donde desafío de lo humano sea “Honrar la Vida” * y no sólo sea permanecer y transcurrir, pese la certeza de la muerte.