“Guardo una bestia, un ángel y un loco dentro de mí.” Dylan Thomas
“Ando por la vida sintiendo tanto. Lloro mucho y amo mucho y a veces pesa, pero siempre me recuerdo: quien no habita la vida desde la ternura no está viviendo en realidad.” Emilia Sosa
“Búscame donde sobreviven los sueños y en algún lugar del mundo, yo te estaré esperando…” Alexa Durs
“Mientras el miedo es el padre de todos los muros, la confianza es la madre de todos los puentes.” Charles Didier
“El amor recibido y el amor dado constituyen la mejor forma de terapia.” Gordon W. Allport
“Espero poder ser la hoja del otoño, que miró al cielo y vivió. Y cuando llegó el momento de irse, con gracia supo que la vida era un regalo… Estar, el verbo que nos hace humanos”. Brenda Navarro
“En la medida en que la poesía tiene una función social, es despertar a los durmientes por otros medios que no sean el shock.” Denise Levertov
“El elegante instante en que te retiras sin hacer ruido, sin romper, sin dejar heridas. Con la misma belleza con la que llegaste.” Elena Poe
“Me gustaba todo lo que era simple y tosco —todo lo que tenía un no sé qué de montañés y descuidado, todo lo que daba el sentido de la dureza, de la soledad, de la vida sana y sin jardineros.” Giovanni Papini
“La única manera de comprender el cambio es sumergirse en él, moverse con él y sumarse a la danza.” Alan Watts
“El secreto de la alegría es el dominio del dolor.” Anaïs Nin
“Aislados, separados del mundo, todo se nos vuelve inaccesible. La muerte más profunda, la verdadera muerte, es la muerte causada por la soledad, cuando hasta la luz se convierte en un principio de muerte.” Emil Cioran
“No conozco placer mayor, en toda mi vida, que poder dormir. La disolución integral de la vida y del alma, el completo alejamiento de todo cuanto es seres y gente, la noche sin memoria ni ilusión, el no tener pasado ni futuro…” Fernando Pessoa
“Y aunque ninguno de los dos lo diga, en ese instante los dos se entienden sin palabras. Él con su miedo, tú con tu nostalgia. Dos almas que se reconocen, aunque ya no sepan cómo encontrarse.” Ziania C. R.
“Hay una vida y hay una muerte, y hay belleza y melancolía en medio.” Albert Camus
“No existe el azar, solo consecuencias. Tu hoy es el resultado matemático de cada “sí” y cada “no” que pronunciaste en el ayer.” Ralph Waldo Emerson
Cada vez nos decimos que la realidad supera la ficción. La crueldad humana, las formas que adquiere el mal y la normalización de todo ello están generando un aplanamiento emocional. Nada nos mueve, nada nos conmueve. La banalidad del mal adquiere una dimensión que, en el fondo, niega el sentir con el otro; la compasión y la empatía se quedan en el fondo de la conciencia, porque es más fácil, más cómodo, pensar que eso no me incumbe, no me afecta. Así vamos creando una especie de película invisible que no deja entrar en nosotros lo que sucede en el mundo, porque es cruel, doloroso, inhumano, atroz, inmoral, despiadado, aberrante y ominoso.
La inmunidad y el descargo de conciencia se construyen con los ojos cerrados, con la negación de la realidad, con el individualismo que acota nuestro compromiso con el otro, sea vecino, hermano, hijo o hija, padre o madre, amigo o amiga, compañero o compañera. Pareciera que nuestra ceguera es directamente proporcional a la relación afectiva; entre más lejos suceda lo malo, más tranquilo es nuestro sueño. Somos conscientemente más ajenos al mundo, aunque la información de lo que sucede a nuestro alrededor, en cualquiera de las escalas de interacción, sea de alto impacto y nos implique tomar una posición, emitir un juicio de valor y realizar una acción. La anomia se apodera de cada uno de nosotros, la ataraxia se hace presente y paraliza. Nos negamos a aceptar ser parte de la realidad, aunque la realidad esté cavando nuestra tumba, lo que equivale a un no vivir.
Cada día que pasa, la realidad me pesa, me abruma; la desilusión se hace presente, la desesperanza echa raíces y la impotencia es una emoción que carcome el espíritu.
Byung-Chul Han describió, con una claridad aterradora, el mundo en el que estamos en su discurso al recibir el Premio Princesa de Asturias, y no hay buenos augurios. La realidad humana se desmorona y se destruye desde el ejercicio del poder. El anuncio de esta semana de Rusia y Estados Unidos sobre sus arsenales y armas nucleares, y el reinicio de alguna manera de la Guerra Fría, junto con las bravuconerías nacidas de la arrogancia, la soberbia y el interés económico, ponen en riesgo, una vez más, la ya frágil viabilidad del planeta.
El problema es que nos vamos justificando de todas las maneras posibles, huimos del compromiso y nos ponemos a la defensiva. Si bien el individualismo impera como mandato social que se arropa de vanidad, mercancías, sueños de éxito inalcanzables, optimismos aberrantes, narcisismo y ostracismo, todo ello nos lleva a eximirnos de cualquier responsabilidad: “No hice todo bien, pero nunca hice nada con malas intenciones…”. Esto nos tienta a la inocencia; solo podemos vernos como víctimas, no somos responsables de nada. La ingenuidad se nutre de la ignorancia y es un refugio para la ignominia y la excusa fácil.
Eduardo Galeano nos conmina a actuar en tiempos oscuros. Habrá que reconocer que estamos, desde hace unas décadas, en una larga noche para la humanidad. Si bien esta noche desconcierta por los avances científicos y tecnológicos, lo real es que la noche para el proyecto de desarrollo social humano, con justicia, paz y dignidad, ha quedado sepultado por los miles de millones de dólares, armas y poder que el 1% de la población mundial ostenta, especialmente una élite que no rebasa las 100 personas y que lo tiene todo a costa de todos.
“En tiempos oscuros, tengamos el talento suficiente para aprender a volar en la noche… como murciélagos… En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente sanos, como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar… cada día… En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente valientes como para tener el coraje de estar solos… y lo suficientemente valientes como para arriesgarnos a estar juntos… En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente maduros como para saber que podemos ser compatriotas y contemporáneos de todos los que tienen una voluntad de belleza y una voluntad de justicia, sin importar dónde nacieron ni dónde se encuentran… porque no creemos en las fronteras de los mapas del tiempo… En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente tercos como para seguir creyendo, contra toda evidencia… que la condición humana vale la pena… En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente locos como para ser llamados locos… seamos lo suficientemente inteligentes como para ser desobedientes, cuando recibimos órdenes contradictorias a nuestra conciencia… o contra el sentido común.”
Es un tiempo en el que no basta pensar, estar informado; no es suficiente la racionalización de todo, porque eso hoy es también evasión, es poner barreras. Si bien es necesario hacerlo y hacerlo bien, con un pensamiento crítico —que, dicho sea de paso, la palabra ‘crítico’ tiene su origen en la palabra ‘cribar’, que es pasar semillas, minerales u otras materias por la criba, acción que se hace para separar las partes gruesas de las finas y eliminar impurezas—, es un pensamiento crítico necesario ante tanta basura, ante tantas noticias falsas, ante tantas opiniones que distorsionan la realidad, ante tantos intereses mezquinos, ante tantas medias verdades y tantas medias mentiras.
Habrá que tomar lo que escribió E.E. Cummings y empezar a sentir con el cerebro y a pensar con el corazón, para sentir con los demás, con el otro, con el prójimo, partiendo de ser uno mismo, lo más auténtico y libre que se pueda:
“Mucha gente piensa o cree o sabe que siente – pero eso es pensar o creer o saber; no sentir. Y la poesía es sentir, no saber, creer o pensar. Casi cualquiera puede aprender a pensar, creer o saber, pero a ningún ser humano se le puede enseñar a sentir. ¿Por qué? Porque cada vez que piensas o crees o sabes, eres muchas otras personas: pero en el momento en que te sientes, no eres nadie más que tú mismo. No ser nadie más que tú mismo, en un mundo que está haciendo todo lo posible, noche y día, para convertirte en todos los demás, significa luchar la batalla más dura que cualquier ser humano puede luchar; y nunca dejar de luchar.”
Aceptar que somos seres sociales, que nuestro pensar y nuestro actuar son una construcción social y política en el sentido más amplio. Entender que la conciencia de sí mismo implica reconocer que ‘cambié lo que pude; lo que no pude, me ha cambiado’.
Somos contradicción y somos seres temporales. En el fondo, en un plano existencial, honestamente, no necesitamos a alguien que solo vea lo bueno en nosotros, sino que necesitamos a alguien que vea lo malo que hay en nosotros y, todavía y a pesar de todo, nos quiera. Somos la suma de nuestras decisiones y tenemos que reconocer que, a veces, los recuerdos son las únicas cosas que nos harán sonreír y llorar al mismo tiempo. Habrá que elegir qué recordar, aceptando las consecuencias de nuestras acciones, porque somos lo que hacemos.”
Desde entonces
tengo el trauma del viajero
si me quedo en la ciudad me angustio
si me voy
tengo miedo de no poder volver
Tiemblo antes de hacer una maleta
–cuánto pesa lo imprescindible–
A veces preferiría no ir a ninguna parte
A veces preferiría marcharme.
Cristina Peri Rossi







