Esto de ser piel

arturo mora
Dr. Arturo Mora Alva

“La sabiduría japonesa dice que precisamente porque nada dura, todo importa. Hay que disfrutarlo y amarlo antes de que desaparezca”. –Elsa Punset 

“Uno se deja corromper por esas ausencias que llamamos recuerdos y hay que remendar con palabras y con imágenes tanto hueco insaciable”. –Julio Cortázar

“La verdadera nobleza es caminar toda la vida con pasos que salen del corazón; que tus actos estén de acuerdo con tus ideas, aunque el precio sea alto”. –Rosa Montero-

La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo, nos cubre de pies a cabeza. Nos contiene y nos protege contra el calor, la luz, el agua, y si bien recibe raspones, cortadas y golpes que duelen y sanan. La piel es también es un órgano sensorial, que crea un adentro y un afuera, que regula nuestra interacción con el entorno y nos hace sentir quienes somos cuando nos vemos de cuerpo entero frente al espejo.

La piel es diversa en nosotros mismos. La evolución se dio a la tarea de confeccionar una piel a la medida de lo que hemos venido siendo. La piel de la cabeza tiene más folículos capilares regularmente que en cualquier otra parte de la piel, aunque la genética hace lo suyo en cada persona, pero la piel tiene diversos grosores, suavidades y texturas. Hay partes de la epidermis más gruesa, en otras más flexible y otras partes especialmente sensibles y también tiene sus zonas erógenas y otras más diseñadas para la protección de órganos como lo son por ejemplo los parpados que cubren nuestros ojos o las orejas que cubren nuestros oídos.

Pero la piel es más que lo que habitamos en ella. Es un territorio para las sensaciones, para percibir el mundo. Los ciegos usan la piel de sus manos para descifrar y conocer el mundo. Las caricias son parte del entramado afectivo y amoroso que hace que la piel se constitutiva y se convierta en sensaciones y sentimientos que se convocan al tocar la piel de otro ser humano. Pasa por la caricia a un bebé hasta las formas en que el cuerpo se exalta y reacciona ante lo sublime de un beso y de la ternura, o de la solidaridad que se expresa en un abrazo al consolar a alguien que ha perdido un cuerpo, -una piel-, entre la muerte y la ausencia del otro.

El arte, la pintura, la escultura, el cine, la fotografía y la poesía han tomado a la piel como metáfora de lo que no se puede nombrar. Lo que se siente en la piel en cada uno de nosotros, de nosotras, es innombrable, solo la piel lo sabe. Desde la comezón en el lugar inalcanzable de la espalda, o el hormigueo de las manos o de las piernas cuando se duermen caprichosas, o los tics que cada uno siente en carne propia. El dolor y la angustia que se siente en la piel y que paraliza y hace que la piel se seque, le salgan escamas, surjan escoriaciones, dermatitis, psoriasis. Piel que delata el temor y el miedo, tensión y sudor que recorre nuestra superficie ante lo incierto, ante la amenaza. La piel es expresión del crecimiento y el desarrollo humano, el acné, las espinillas, los puntos negros son registro hormonal. Piel que hace una danza con nuestros nervios ante los nuevo y nos pone con los pelos los de punta ante inesperado, piel que se eriza como reacción de estar vivos.

La piel es también el lugar para la osadía del amor y del placer. Es también el paraje para el autoconocimiento y es la posibilidad del contacto humano que hace que se den los momentos más sublimes y amorosos que se puede experimentar como parte de la existencia. La madre que siente a su hijo, piel con piel, piel que ofrece calor y seguridad. Las parejas que se toman de las manos, se abrazan, se recorren, se tocan y se entregan sin reservas y sin mediar prendas vestir. La desnudez de la piel es signo de confianza, de deseo, de gozo y de comunicación que solo la piel reconoce y siente en la piel misma, en la que no le alcanzan las palabras para nombrar lo que se siente en el otro y para el otro.

La enfermedad, y la violencia se siente en la piel. Por eso tenemos que cuidarnos y erradicar en medida de lo posible todas las enfermedades contagiosas, y erradicar de tajo todas las violencias, porque todas ellas se sienten en la piel y dejan huella.

En esto de ser piel se nos va la vida. La vida sólo tiene sentido en tanto nos dejamos tocar, en lo real o de forma simbólica por el otro. Nada nos contiene y nos define tan bien como la piel. Cada experiencia de vida nos va haciendo únicos e irrepetibles, cada gesto, cada línea de expresión, cada arruga, cada mancha, cada peca, cada herida, cada raspón, cada corte, deja plasmada la vida en la propia piel.

Desde siempre la piel ha sido decorada, marcada y tatuada. La piel es territorio de la identidad individual y colectiva, y parece ser que es hoy un lugar casi único para expresarse para sentir que es uno mismo. Nada tan permanente y tan simbólico como un tatuaje. La piel como territorio para marcar el ser uno, sin igual, signo de singularidad ante la masificación del ser, reducto de la libertad que habla, grita, recuerda, conmemora, escribe y registra la vida con sus significados.

Irene Vallejo escritora española escribió: “Nuestra piel es una página en blanco; el cuerpo, un libro. El tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas. Recién llegados al mundo, nos imprimen en la tripa una gran ‘O’, el ombligo. Después, van apareciendo lentamente otras letras. Las líneas de la mano. Las pecas, como puntos y aparte. Las tachaduras que dejan los médicos cuando abren la carne y luego la cosen. Con el paso de los años, las cicatrices, las arrugas, las manchas y las ramificaciones varicosas trazan las sílabas que relatan una vida”.

En esto de ser piel se nos va la vida y lo que se siente en ella. Nada más real y nada más efímero en la escala del tiempo que la epidermis como registro antropológico. Por ahora sería deseable que todos los afectos y los sentimientos de dicha, placer y felicidad tuvieran en la piel su registro, como lo que es: diario de campo de la vida que nos tocó vivir  y en donde podamos escribir toda la vida y nuestro trayectoria que vamos construyendo día con día y poder entonces, mostrar la piel como evidencia de  nuestra propia historia, con el respeto y el orgullo de los caminos recorridos y de las experiencias que la piel atesora y que junto a los recuerdos que evocan esos trazos en la piel, huellas y registros que nos hacen ser personas únicas con una narrativa que solo tiene sentido y valor si la contamos a otros, a otras, en especial a las personas que queremos y amamos, porque ahí está la mirada y la piel sobre piel del otro que nos constituye, que nos hacer sentir y nos permite ver, sentir y pensar la piel de otras formas y maneras. Esto de ser piel al fin de cuentas es estar vivos.