Cuántas veces nos hemos preguntado en qué momento perdimos el León, el Guanajuato, que eran de los lugares más seguros del país, en dónde quedó esa época en que los niños jugaban en las calles e iban la escuela caminando y jóvenes y adultos paseábamos por nuestros barrios, incluso en la madrugada, sin ningún temor.
Acabo de leer un artículo de la BBC de Londres donde se habla del estado como una de las entidades que tenía un crecimiento económico mayor a la media nacional, y cómo ahora esa bonanza está amenazada por la inseguridad, manifestada especialmente en la incidencia escandalosa de asesinatos, en la que Guanajuato es líder. Pero no es el único medio internacional que está hablando de ello.
Un argumento de las autoridades es que se trata de la lucha de grupos criminales por el control de las plazas, especialmente para el tráfico de drogas y en menor medida para el de los combustibles ilícitos. ¿Ese es el consuelo?
Lo que olvidamos es que tanto las víctimas colaterales como las víctimas directas de esa guerra, son guanajuatenses, son leoneses, son seres humanos, que, por alguna razón, de pronto se vieron cooptados o inmiscuidos por y en el oscuro mundo del crimen.
Esta violencia, esta maldad, no son nuestras ni de nuestra gente; nos las trajeron personas de otras partes; nuestra gente no tiene ese mal corazón. En León y en Guanajuato somos gente de convivencia familiar, de lucha, de trabajo, de construir no de destruir, de buenas familias, de buenas empresas, de buenos trabajadores, de buenos empresarios, de buena gente del campo.
Las imágenes de muertos que vemos a diario en medios y redes sociales en León, de hombres y mujeres, no podemos dejar de imaginar que son trabajadores del calzado o de la curtiduría, que son comerciantes, que deberían de ser emprendedores, con una esperanza de vida mejor, pero no en el negro mundo del crimen sino en el luminoso mundo de la creatividad y de la generación de riqueza.
En el seno de los colegios de Abogados de León y de Guanajuato existe horror por la violencia cotidiana, como en muchos otros grupos sociales. Pero lo que persiste es una decisión de actuar y hacer algo para rescatar nuestras ciudades, nuestros pueblos, nuestra identidad, nuestros valores.
Desde este espacio hacemos una convocatoria, un llamado a la sociedad en general: a los gobiernos, a los trabajadores, empresarios, amas de casa, colegios de profesionistas, universidades, escuelas de todos los niveles, colectivos, ONGs, consejos ciudadanos, asociaciones civiles, a niños, jóvenes y adultos, a una reconciliación por la paz, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la cooperación, la empatía.
La esencia de la participación ciudadana es medular para avanzar en la superación de los complejos problemas que vivimos; ir de la mano con gobiernos en la aportación de propuestas y soluciones será pieza clave para fortalecer nuestra sociedad, para regenerar el tejido social, desde su célula que es la familia, desde la célula urbana que es cada calle, cada colonia, cada barrio.
En otro artículo hablábamos de generar una sinergia del bien para contrarrestar la sinergia del mal, de refundar la ciudad de León, pero también es necesario refundar, reconstruir y recuperar todos los municipios del estado de Guanajuato y así estaremos contribuyendo a reconstruir nuestro México.