Encontrarnos

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

“Somos el tiempo que nos queda” – José M. Caballero Bonald –

“Aunque la ventana sea la misma, no todos los que se asoman ven las mismas cosas: la vista depende de la mirada”. –Alda Merini-

“Todo se borrará en un segundo. El diccionario acumulado de la cuna hasta el lecho de muerte se eliminará. Llegará el silencio y no habrá palabras para decirlo. De la boca abierta no saldrá nada. Ni yo ni mí. La lengua seguirá poniendo el mundo en palabras. En las conversaciones en torno a una mesa familiar seremos tan solo un nombre, cada vez más sin rostro, hasta desaparecer en la masa anónima de una generación remota” – Annie Ernaux-

Esto de buscar el sentido de los eventos que vamos viviendo tiene un componente humano, que es el querer comprender lo que se va experimentando, y es una necesidad intrínseca que se expresa en cada persona. Pasa por tomar consciencia de sí mismos y nuestra relación con los otros.

La cultura en la que vivimos nos dota de explicaciones, la mayoría de ellas sustentadas en las diversas mitologías y en la construcción que hemos hecho de un pensamiento mágico, que tienen un su base casi todas ellas en un determinismo fatalista, que desliga la razón y los hechos, -lo real-, de las creencias y las representaciones -lo ideal-, porque pareciera que preferimos habitar la ilusión y la fantasía que intentan quitar el desazón que se siente en el corazón y en el alma ante la falta de certezas y ante la falta de únicas respuestas ante las interrogantes y dudas que tenemos todas y todos, inquietudes que nos abordan sin cesar.

Por otra parte, la vida en lo material, que esta centrada en la subsistencia y en la necesidad de vivir con un mínimo de dignidad y con una calidad de vida que nos permita no pasar, hambre y evitar estar expuestos a las inclemencias del medioambiente y cuidarnos de los fenómenos naturales, -llamados desastres naturales-, y a evitar tener enfermedades que disminuyen nuestras capacidades o que hacen que podamos morir prematuramente, a la vez de crear las oportunidades como civilización, para que todas las personas puedan sean beneficiarias de los avances científicos y tecnológicos para alcanzar mejoras para existir con dignidad al tener una adecuada y suficiente salud física, social y mental,  si es que asumimos que todas y todos tenemos derecho a vivir las diversas etapas del desarrollo humano y social para con ello poder llegar a ser un ser humano en plenitud con todo lo que implica.

En la construcción social de la realidad hemos inventando explicaciones para mantener el estado de cosas, creando mecanismos de control social y formas para justificar la estratificación económica y la desigualdad social. Los superhéroes encargados de cuidar la narrativa del bien, nunca dejan que triunfen los aquellos que cuestionan el poder, que irrumpen para cambiar el estado de cosas y en donde el mal se convierte en sinónimo de cambio.

Pero no es todo, la sociedad de mercado maquilla desde el consumo la realidad y naturaliza los estereotipos para crear una normalidad como mandato social que se muestra incuestionable y en la se crea a su vez, un deber ser aspiracional, en donde normalizan las desigualdades y las violencias, en la que la exclusión es el distintivo -marcador social, el código QR- con el que clasifica y categoriza a las personas, en donde la trampa y el negocio de la sociedad capitalista de mercado es buscar la aceptación incondicional de que la realidad es así y ya, haciendo que la frustración, el dolor, el sufrimiento y la insatisfacción se vivan desde la negación, aceptando la sumisión y explotación como normal.

A la par, ha logrado que se llegue interiorizar la necesidad de aparentar “algo” que no somos, y nos convertirnos en lo que no podemos ser desde el consumo. Sócrates decía: “Es increíble la cantidad de cosas que no necesito” cuando paseaba por los mercados, sentencia que aplica ahora a todo lo que se vende en los supermercados, plazas comerciales, tiendas de conveniencia y hasta tienditas tianguis, pero sobre todo en el comercio en línea, que demuestra que el “mercado” hace de todo una mercancía y que lo único que le interesa es la ganancia y que no tiene ningún escrúpulo o pudor para lograrlo.

Encontrarnos en lo real es el desafió más grande que el ser humano tiene en estos tiempos en donde la ilusión y el deseo han sido hechos productos. Ilusiones que no son propias, ilusiones que son impuestas desde la mercadotecnia y la publicidad. Las pantallas brillantes de smartphones y computadoras no son espejos, son distractores de la realidad, que mediatizan y atomizan la mirada y condiciona la percepción de lo que vemos y sentimos. Un mercado que ha hecho que los valores humanos se conviertan en monedas de cambio y en dónde todo está permitido, mientras nos mantenga una cierta euforia y una felicidad artificial que es por demás banal y efímera.

El miedo a darnos cuenta de lo que somos y de quienes somos, esto es, encontrarnos y conocernos a nosotros mismos, a nosotras mismas, nos pone en disyuntivas que nos confrontan, pero que nos pueden ayudar a desarrollar un pensamiento autocrítico y conocernos con cierta profundidad y claridad al aceptar nuestra historia con todo lo que nos ha marcado y con la forma en que se fueron desarrollando nuestras relaciones familiares y los vínculos que se establecieron en nuestra trayectoria para ser las personas que vamos siendo. Encontrarnos a nosotros mismo es una posibilidad para poder encontrar sentido y respuesta a nuestras preguntas y a nuestro deseo. El punto central es aceptar que no podemos hacerlo solos y lo más importante es que no podemos hacer desde discursos, narrativas y versiones que ponen fuera de nosotros y de nosotras las causas de lo que nos pasa. Encontrarnos es conocer y saber, y es mejor saber que no saber, aunque sea una ruta difícil y humanamente dolorosa, y que es un camino para la libertad, para encontrar la tranquilidad y la armonía que es lo más parecido a la felicidad.