El valor cultural de los vencidos

Juancarlos Porras y Manrique, promotor cultural, escritor, poeta, cronista de la ciudad y columnista Platino.

A la muerte de José “Fidel” Sandoval Ponce (30 de enero) y José Ruiz Miranda (8 de diciembre) ambos en el año de 1970 en León llegamos a la misma encrucijada. Es decir, a la desmemoria ya que el viejo anhelo de recuperar el Teatro Doblado eslabonado con la pérdida del Convento franciscano (1955) y, por ende, con el extravío de saber dónde colocar una biblioteca pública, así como dotar instalaciones precisas para el resguardo del Archivo Histórico Municipal (1948) junto con una auténtica Casa de la Cultura, forman parte del abismo cultural en que nos metimos.

Si bien la calidad moral e intelectual de los personajes arriba citados era sobrada, quienes tuvieron sus afrentas con ellos por el buen uso de la lengua española en poesía y en discursos con otros de sus contemporáneos, los dos, no fueron ajenos en ser señalados por los que comúnmente se consideraban “andar en trabajo”. O sea, los insolentes de costumbre quienes se dedicaban con ahínco a la industria del insulto.

Para estos últimos fue un respiro su desaparición del plano terrenal puesto que no estorbarían más en proponer exposiciones de pintura, promover la cultura entre la población o mejor aún, consolidar un espacio donde todos los leoneses aprendieran las bellas artes y los oficios pues tanto uno como el otro toda la vida gastaron en buenos propósitos y deseos para mejorar la ciudad que los vio nacer. Pero volvamos al significativo año de 1970 en el mes de marzo cuando se tuvo la idea de la creación de la Sociedad Amigos de León cuya finalidad era “proyectar las aportaciones culturales de toda índole, que culminarán con la celebración del IV Centenario de la Fundación de León”.

En ocho puntos de su programa, que van desde la conservación y rehabilitación del patrimonio tangible, así como la creación de infraestructura cultural (se habla de la creación de una Casa de la Cultura) pasando por el fomento de la Antropología e Historia de León, así como el auspicio de las actividades artísticas y literarias sin dejar de lado la publicación de estas últimas. Para dicha tarea estuvieron asignados el licenciado Eduardo Salceda López como presidente en funciones. El profesor Wigberto Jiménez Moreno como representante en Ciudad de México y el licenciado Arturo Valdés Sánchez como presidente honorario.

Con el paso del tiempo tuvimos Casa de la Cultura (1972) en el edificio de la Casa de las Monas donde, comparada con la de San Luis Potosí por acá se tenía:

“(…) un director haragán, una casa de cultura física, porque las empleadas hacen yoga y gimnasia en los salones; una biblioteca que es un maremágnum de revolturas; unos corredores invadidos de máquinas IBM porque a la Presidencia Municipal le dio por depositarlas indefinidamente allí…”.

En fin. Que el valor cultural de los vencidos se nota. Los artistas afuera. Los funcionarios adentro: complacidos en el ¡vamos con todo! como se da en este aciago tiempo.