La idea de escribir un ensayo sobre la obra de José Alfredo Jiménez tuvo varios precedentes: una convivencia con amistades para contarles un desamor, bohemia con un grupo de amigos que organizan los homenajes al vate de Dolores y el gusto por reflexionar con amigos de la política y la academia sobre el significado de vida y obra de un orgullo de Guanajuato.
Propusieron la escritura de las ideas que al calor de los desamores y los licores surgían y al revisar lo ya escrito sobre José Alfredo me percaté que se había escrito mucho de lo que yo pensaba y sentía sobre esa obra. A pesar de ello, inicié la aventura y en enero de 2022 presenté un breve ensayo sobre el dolorense.
Subí a las redes los avances y con los comentarios y reacciones hubo material para un texto amplio y más completo. Lo conocieron en La Rana, lo editaron, lo imprimieron y fue presentado como cierre de la edición 34 de la Feria Nacional del Libro de León (Fenal).
La comentó Armando Gómez Villalpando y la resumo con esta introducción:
José Alfredo Jiménez fue el patriota que cantó a ese “México completo, donde estemos como estemos, no nos echamos pa’trás”. Fue el hombre de letras, cantinas y campo de fútbol; el depositario de la filosofía popular, plena de frustraciones y anhelos; de patriarcado rapaz que cantó al amor como macho derrotado disfrazado de macho soberbio.
José Alfredo, el bohemio que se empedaba con Chavela Vargas, para ambos llorar por las mujeres; el que dilapidaba el amor y el dinero; que amó y desamó, que amaron y desamaron. Fue el que supo y quiso anunciar su muerte pronosticada, que se gastó el dinero en alcohol y no le alcanzó para comprar otros dos corazones.
José Alfredo fue un prototipo de charro y macho para crear el estereotipo de hombre de amores, desamores, canto y botella. Sus letras construyeron un abanico de personajes que se abría y extendía gracias a quien lo cantaba y, sobre todo, a quien lo escuchaba.
Abordar a José Alfredo desde los adjetivos de “macho”, “borracho”, “mujeriego” o “misógino”, sin entender su tiempo, entorno y circunstancias, se convierte en una postura de simplezas de la moral ideológica. Verlo desde lo “políticamente correcto” sirve para la militancia progresista, pero se corre el riesgo de caer en el lugar común de la etiqueta y la descalificación. Su creación musical y sus letras son algo mucho más complejo, que hay que analizar con apertura de mente y desde una visión de lo social y lo estético.
En el presente texto se hace una reflexión sobre José Alfredo Jiménez Sandoval desde su obra y en su contexto histórico y cultural. Es un trabajo que muestra tres elementos en torno a la obra y persona del vate de Dolores Hidalgo.
La primera es una alusión sobre el proceso de construcción histórica y cultural de la figura del macho mexicano, misma que considero que se fue forjando desde antes de la existencia de México como país. El macho de estas territorialidades tiene precedentes como el tlatoani o el cacique prehispánicos y continúa con la figura y función del encomendero. De ahí habría de derivarse el hacendado, como patrón y dueño de vidas y honras, con la manifestación de su poder patriarcal como base del omnipresente superhombre de la mexicanidad decimonónica. Con el siglo XX, llegó una revolución que tuvo en el hacendado uno de sus villanos (aunque muchos de los que ganaron la revolución también fueron hacendados) y la identidad del macho fue trasladada al centauro que el cine, la literatura y la música lo llevarían a ser representado por el charro. Es el contexto histórico de la música ranchera.
La segunda parte es un recuento sobre lo que a primera mano se tiene sobre la escritura en torno a José Alfredo Jiménez. Si bien es de reconocerse que así como hay miles que lo han interpretado, son múltiples los textos sobre este hombre-personaje. La referencia es sobre los que están al alcance gracias a su difusión o accesibilidad. Abordo a quienes le escriben en el mundo, en México y en Guanajuato y lo que su sangre y sus amores han escrito acerca de él.
Finalmente, cierro con una tercera parte que representa la interpretación de su obra, donde las letras joséalfredianas son reflexión e inspiración a la vez: amores y desamores joséalfredianos sobre el macho correspondido, el macho derrotado, el macho de la ofensa tibia, el rincón de la cantina religión y Muerte, el canto a la tierra, la suerte y el destino y la visión político-ideológica del vate dolorense.
Como cada escucha y cada cantante construye a su propio José Alfredo, estoy consciente de que será un sentir personal que invite al sentir de cada persona que me lea.
Remato con un profundo sentimiento:
Con la interpretación de su obra, durante su vida y, sobre todo, después de muerto, el José Alfredo de los múltiples personajes se reinventa y reconstruye a cada momento, día tras día, mariachi tras mariachi, canción tras canción, olvido tras olvido, recuerdo tras recuerdo, cantina tras cantina, botella tras botella.
Y agrego este texto que no está en el libro:
José Alfredo Jiménez Sandoval
Oda a ti, hijo del pueblo, cansado de rogar a las mujeres. Si nos dejan, estas páginas serán el último trago que demos a la botella que nos queda pa’ todo el año. Nos vamos a donde no haya justicia ni leyes ni nada, donde nos sintamos millonarios para que nos vaya bonito y se nos acaben las penas.
Gracias por alegrarnos y entristecernos el rincón de esta gran cantina donde la vida nada vale, para beber con las canciones que compusiste y lamentamos que no te alcanzara para comprar el par de corazones que soñaste.
Como buenos machos derrotados que somos, vencidos por las mujeres que nos traen volando bajo, alcemos la copa y brindemos por ti, el que se fue, que descansa allá nomás tras lomita, desde donde sigue siendo el rey