En México, cada vez más familias utilizan el crédito como si fuera parte de su ingreso fijo. Tarjetas, préstamos personales e incluso aplicaciones de financiamiento exprés se han vuelto un recurso cotidiano para pagar desde la despensa hasta la luz. A primera vista parece una solución práctica. Pero, en realidad, es una bomba de tiempo.
Cuando el crédito se vuelve una herramienta para cubrir gastos básicos, estamos frente a una señal de alerta financiera. Pedir prestado para comer, para pagar la renta o comprar útiles escolares no es sano, ni sostenible. El costo de ese dinero “rápido” son intereses que se acumulan, pagos mínimos que se eternizan y, en muchos casos, un estrés que termina afectando la salud emocional de la familia.
En mi experiencia como coach en finanzas personales, he visto hogares atrapados en un círculo vicioso: se pide un préstamo para pagar otro, se cubre el mínimo de la tarjeta y se vuelve a usar en cuanto hay línea disponible. Así, el crédito deja de ser una herramienta útil y se convierte en una cadena silenciosa que impide avanzar.
Esto no quiere decir que el crédito sea malo por sí mismo. Al contrario: cuando se usa con propósito (como comprar una casa, invertir en un negocio o estudiar), puede ser una poderosa palanca para mejorar la calidad de vida. El problema es cuando se usa para sobrevivir, no para crecer.
Las causas son múltiples: bajos ingresos, falta de planeación financiera, cultura del gasto inmediato o la ausencia de educación financiera en casa y en las escuelas. Pero la solución también puede construirse desde lo cotidiano: presupuestar, priorizar, ahorrar aunque sea poco, y entender que el crédito no es un ingreso extra, sino una deuda futura.
Antes de solicitar otro préstamo, conviene hacerse una pregunta honesta: ¿realmente lo necesito o estoy tapando un hoyo con otro? Si la respuesta es lo segundo, es momento de poner freno, buscar alternativas, reorganizar el gasto y, si es necesario, pedir ayuda profesional.
Vivir del crédito puede parecer una salida fácil, pero tarde o temprano se convierte en una carga. La verdadera tranquilidad financiera no viene de tener más dinero, sino de saber administrarlo mejor.