El que esté libre de culpa

Portadilla Juan José Alvarado

Si llevamos la consigna “el que esté libre de culpa que lance la primera piedra” pocos, muy pocos podrían opinar.

En todo hay niveles y responsabilidades, cuando un alumno de secundaria o de prepa copia un trabajo, no es correcto, lo sabemos.

Más grave cuando lo hace un alumno de universidad, total es un trabajo de una materia, pero cuando el nivel de responsabilidad es mayor, más delicado es el ser tramposo.

Decían, a manera de broma: vergüenza robar y los chicos contestaban, “robar y que te cachen”. Pero robar es robar, te cachen o no, sea poco o sea mucho. No hay mentiras piadosas, las mentiras son mentiras y punto.

Cuando falsea la información el fontanero que contratamos y altera una nota remisión para ganarse 20 o 30 pesos en grave, pero no tanto, pero cuando el esposo o la esposa falsean información de los gastos de la casa, aún por 20 o 30 pesos es más grave, por el nivel de confianza que debe de haber en la pareja.

Cuando el médico falsea información para hacer una operación que no se necesita, es más grave. Cuando el ingeniero construye con materiales malos es grave, cuando el psicólogo toma partido en una sesión de pareja es muy grave.

Así podemos continuar, pues mentir, falsear información, es grave, más cuando el nivel de confianza que debe de haber es alto.

El que falsea información en una empresa para obtener una ganancia es un delincuente, pero el mismo y con la misma ganancia perpetrado por un servidor público es más grave. El primero se perjudica a un particular, el segundo perjudica al erario, al municipio, al estado, al país.

“El hombre deja de ser honrado cuando comete su primer delito”, le decía Kalimán al pequeño Solín. Y es una mancha que se carga a lo largo de la vida y se arrastra a todos los ámbitos psicosociales en que se interactúa.

No podemos confiar en alguien que ha mentido, que ha delinquido, que ha falseado información. Pese a que hayan transcurrido muchos años. Siempre generan desconfianza esas malas conductas, aunque ya nuestra sociedad las ve como normales, como parte de nuestra idiosincrasia. Vamos, se ha llegado a un comportamiento social más laxo.

El gran riesgo es la normalización del delito.