El poeta Cortés en el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor

Sabemos que la historia se mueve en espirales, es decir, su espacio es curvo. Por ende, volvemos al punto de partida (R. Ballester Escalas dixit). Y al hacerlo absorbemos los intereses del tiempo presente. Entonces llamamos a nuestras filas a lo mejor de la política y los nuevos tiempos nos envuelven con ideas siempre llenas de aventuras.

Allí tenemos por ejemplo los versos más antiguos en Nueva España provenientes de un viejo romance de Calaínos llegado a nuestras costas el 21 de abril de 1519.

Por plática de Bernal Díaz del Castillo (recuérdese: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España) “llegó un caballero que se decía Alonso, Hernández de Puertocarrero, que dijo a Cortés:

“Paréceme, señor, que os han venido diciendo estos caballeros…

Cata Francia, Montesinos; / cata París, la ciudad;

cata las aguas del Duero / dó van a dar en la mar.

Yo digo que mire las tierras ricas, y sabeos gobernar luego.

Y Cortés bien entendió a qué fin fueron aquellas palabras dichas y respondió:

Denos Dios ventura en armas / como al Paladín Roldán:

que en lo demás, teniendo a vuesa merced y a otros caballeros señores,

bien me sabré entender…”.

Esta prolongación de las voces de España pronto cobra su carácter ya propio con lo que cuenta la poesía mexicana más de cuatro centurias de abolengo en verbo español, según apunta Alfonso Méndez Plancarte en sus notas al libro Poetas novohispanos. Primer siglo 1521-1621.

Pues bien. El propio Bernal nos anuncia también el primer poema hispano brotado en estas tierras: “Mañana triste” (20 de abril de 1521) donde luego de salir de aquel templo y mirar desde Tacuba el gran Cu de Huichilobos… y toda la Ciudad y los puentes y las calzadas por donde salimos huyendo. Y en este instante sospiró Cortés con una muy gran tristeza. (…) le dijo un soldado que se decía el Bachiller Alonso Pérez, que después fue fiscal y vecino en México:

“Señor Capitán no esté vuesa merced tan triste, que en las guerras estas cosas suelen acaecer, y no se dirá por vuesa merced:

Mira Neto de Tarpeya / a Roma como se ardía…

Y desde entonces dijeron un cantar o romance:

En Tacuba está Cortés / con su escuadrón esforzado;

triste estaba y muy penoso, / triste y con gran cuidado,

una mano en la mejilla / y la otra en el costado, etcétera.

El, y todo lo demás, que a final de cuentas aparece a propósito, Bernal pide dejar estas pláticas y romances, pues no estábamos en tiempo de ellos. Y en efecto así aparece el abandono del segmento histórico, pero no el de la poesía pues luego otros decían: no nos nombremos conquistadores de la Nueva España, sino conquistados de Hernán Cortés. Y otros decían:

                        Oh qué triste está la anima mea,

hasta que le vuelva todo el oro

que tiene tomado Cortés…

 

Y como Cortés era algo poeta escribió:

Pared blanca, papel de necios;

y amaneció escrito más delante:

Aun de sabios y verdades,

                        e Su Majestad lo sabrá de presto…

y Cortés se enojó, y dijo públicamente que no pusiesen malicias, que castigaría a los ruines desvergonzados…

Entonces volvemos al punto de partida, quiero decir, a que “nuestro marqués Don Hernando―que como prosista de las Cartas de relación merece “rango de clásico” (Agustín Yáñez dixit)―, puede también figurar aquí como algo poeta”.

De allí el movimiento espiral del tiempo presente que ahora se nos da en este día tan especial como es el Mundial del Libro y del Derecho de Autor donde Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega y el canto de las Musas deleitosas parecen decirnos:

donde se habla el español lenguaje

más puro y con mayor cortesanía,

vestido de un bellísimo ropaje

que le da propiedad, gracia y agudeza,

en casto, limpio, liso y grave traje.