“Cuán cierto era que uno necesitaba ser visto por otros para estar seguro de su propia existencia.” A.S. Byatt
“No sé exactamente qué es la magia, pero sé que siempre comienza cuando no quieres irte. De lugares, de pensamientos, de personas.” Cesare Pavese
“Hagan como los árboles: cambien las hojas, pero guarden sus raíces. Cambien sus ideas, pero conserven sus principios.” Víctor Hugo
“El amor es como algo extra en mi vida. No me molesta tenerlo, pero no tengo el ánimo para perseguirlo…” Layla Morales
“El olvido es una casa vacía y absurda, habitada por sombras que murmuran. Si hago memoria hago esperanza.” Liliana Bodoc
“Me entenderás, cuando te duela el alma como a mí”. Frida Kahlo
“Se puede tener, en lo más profundo del alma, un corazón cálido, y sin embargo, puede ser que nadie acuda a él.” Vincent Van Gogh
“Vivir con amor mi divina insignificancia. En eso consiste la felicidad.” Begoña Abad
Las coincidencias no son meras casualidades afirmó Gustav Jung, sino que están relacionadas con la sincronicidad, un concepto que se refiere a la simultaneidad de dos o más eventos no relacionados entre sí por causalidad, pero que tienen un contenido significativo idéntico o semejante. La sincronicidad es una forma de conexión entre el mundo interior y el exterior, donde los eventos no están relacionados por causa y efecto, sino por su significado. Esto significa que las coincidencias no son solo producto del azar, sino que están relacionadas con la psique y el inconsciente.
Hace unos días una amiga entrañable me obsequio una Edición Especial del Laberinto de la Soledad de Octavio Paz que estoy leyendo de nueva cuenta, obra que se publicó en 1950 y que cumple 75 años al igual que su vigencia. Previo a sentarme a escribir, un gran amigo me compartió un poema de su autoría, con una nota, “mañana -31 de marzo- será el 111 natalicio de mi héroe literario Octavio Paz Lozano”. Hay sincronicidad y gratitud, por el libro recibido y por la poesía compartida.
Hoy en día la soledad cruza la vida no sólo de los mexicanos y mexicanas, sino de buena parte de la población occidental, que si bien, como afirma Paz la soledad es una condición fundamental de la existencia humana, y es una experiencia universal que trasciende las culturas y las épocas, habrá que preguntarnos qué ha pasado, entre esa condición humana y las expresiones actuales de aislamiento, vacío, individualismo y de una soledad que cancela al sujeto y que mata.
El libro pone el acento en la búsqueda de la identidad mexicana y de la forma en la que las y los mexicanos se perciben a sí mismos y su lugar en el mundo. Hoy apenas vamos reconociendo lo que corre en las venas de nuestra fragmentada identidad, entre cierto orgullo de origen de la simbiosis entre la cultura indígena y la cultura occidental. Entre una historia revelada a partir de la Revolución Mexicana y una configuración con carga eclesial y una moral católica se entreteje una cosmovisión que tomó la herencia patriarcal, con una buena dosis de clasismo, de laicismo liberal, de discriminación, aderezado de un malinchismo que veía en lo extranjero, en lo ajeno, un camino aspiracional para redefinir diría yo su enojo con todo lo impuesto. Identidad que hoy todavía está en construcción a partir de la globalización y de las nuevas interacciones a través del ciber espacio.
Octavio Paz destaca el papel de la historia en la formación de la identidad y que la comprensión de la historia es esencial para entender la condición actual de México, sin embargo, el tema de quien hace la narrativa de la historia, que se convocó con la historia oficial y como se integran los sucesos a la vida presente es un desafío mayor en este tiempo, en donde la memoria social, colectiva, es cargada de olvido con la inmediatez de la vida, que poco se pregunta ¿Qué ha sido de nosotros? ¿Cómo hemos aceptado el mercado como único criterio de bienestar? ¿En dónde van quedando ritos, tradiciones, prácticas sociales de convivencia y formación de comunidad? ¿Qué es eso del progreso sin historia y sin consecuencias? ¿Qué papel tiene hoy la Revolución Mexicana en el imaginario colectivo? Que si bien fue un momento clave en la historia del país ¿Qué de su legado sigue influyendo en la sociedad mexicana actual?
Hoy estamos en la búsqueda de una identidad auténtica, propia, al menos eso deberíamos hacer, ya Octavio Paz sostenía que las y los mexicanos necesitamos una identidad propia que refleje su experiencia histórica y cultural, en lugar de imitar modelos extranjeros, sin embargo, hoy eso es imposible. Hemos incorporado a la vida cotidiana una especie de resignación ante las inevitables consecuencia de la globalización y de un capitalismo voraz, sin escrúpulos, en donde la ganancia y la acumulación son los principios válidos y en donde la aceptación de lo ajeno es sinónimo de desarrollo social y económico, haciéndonos más intolerantes, más racistas, machistas, clasistas, mas excluyentes, y a la vez más dóciles, sumisos y abnegados, no es casualidad que estemos vaciando de contenido nuestra identidad, aceptado lo desechable -incluidas las personas- y la discriminación como principios morales de convivencia social.
La importancia de la libertad individual para Octavio Paz es fundamental. Entender el contexto en el que se escribió el Laberinto de la Soledad es comprender que era necesario dar lugar a la necesidad de convocar al ejercicio de la libertad de las mexicanas y los mexicanos, para que asumieran la responsabilidad de su propia libertad, en un México posrevolucionario que se hizo rápidamente corporativo, con poca conciencia de clase, con una poder centrado en una élite que se apoderó del discurso político e hizo que se fincará el partido político monolítico que duró hasta el 2000.
La soledad es inherente al mexicano. La lucha interna sigue siendo un proceso personal que reclama convicciones, principios, rebeldía, creatividad, arte, poesía, palabras, pensamiento crítico, y libertad, pero, también es un proceso social colectivo, que se construye en la aceptación de la otredad, de la alteridad y desde la diversidad.
Hoy todavía a 75 años de la publicación del Laberinto de la Soledad, y en los tiempos que corren, se requiere una nueva y renovada identidad cultural, social, política y ambiental. Se requiere pensarnos desde un nosotros y nosotras que permita redefinir la identidad de lo mexicano y el lugar que tenemos en el mundo y pasa por cuestionar las estructuras económicas y de organización social que se han impuesto, en México y en el planeta. Es necesaria una renovación cultural de fondo, es urgente.
Las coincidencias no existen. Es tiempo de converger con otros y con otras. Enfrentar los desafíos de lo que vendrá en los próximos meses y años a escala planetaria es sin duda alguna el reto más importante en el arranque del nuevo milenio. Las tensiones políticas, las guerras, los conflictos comerciales, junto con el uso del poder económico y militar están creado nuevos escenarios geopolíticos, y estamos acostumbrándonos a la tragedia, al dolor, a la injusticia, al ecocidio y a la muerte.
El laberinto tiene salida. La soledad se diluye solo si se comparte. La paradoja es que, para salir del laberinto, debe existir libertad, curiosidad, tenacidad, creatividad, sensibilidad y memoria. Gracias a quienes me hicieron escribir estas líneas, desde la sincronicidad que implica coincidir con Octavio Paz y poder invitarnos a leer sus obras, dejo dos poemas de él.
Entre irse y quedarse
Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.
La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.
Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.
Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.
Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.
La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.
En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.
Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa
El pájaro
Un silencio de aire, luz y cielo.
En el silencio transparente
el día reposaba:
la transparencia del espacio
era la transparencia del silencio.
La inmóvil luz del cielo sosegaba
el crecimiento de las yerbas.
Los bichos de la tierra, entre las piedras,
bajo la luz idéntica, eran piedras.
El tiempo en el minuto se saciaba.
En la quietud absorta
se consumaba el mediodía.
Y un pájaro cantó, delgada flecha.
Pecho de plata herido vibró el cielo,
se movieron las hojas,
las yerbas despertaron…
Y sentí que la muerte era una flecha
que no se sabe quién dispara
y en un abrir los ojos nos morimos.