Perder a tus padres te cambia para siempre. Es perder parte de uno mismo. Hablamos de la conmoción, negación, ira y tristeza de despedir a los que nos trajeron al mundo. La pérdida del ser querido, en particular de los progenitores, debe ser uno de los sentimientos más dolorosos.
Afortunadamente viven mis jefes aún. Hace unos días se me acercó un desconocido, y al ver como abrazaba a mis papás, y ellos a mi hijo menor, me interrumpió para decirme entre lágrimas: disfrútalos, “yo acabo de perder a mis viejos.”
Peor aún cuando la pérdida es violenta. No es lo mismo enterrarlos de viejos, que después de un homicidio y un cáncer en la plenitud de la vida. Eso le pasó a Luis Donaldo Colosio Riojas y a Mariana.
Hace ya varios años, quizá 10, viaje a Monterrey. Comí en el Camino Real De San Pedro y ahí estaba el jovencito. Me presenté y charlamos varios minutos. Me pareció un ser humano excelente, un chavo fabuloso, y un abogado muy elocuente.
Le dije que entrevisté a su papá, que lo conocí muy bien gracias a Heriberto Galindo, Alfonso Durazo y Liébano Saénz. Se sorprendió al decirle que quiero y respeto mucho, a quien considero mi padrino en Nogales, don Nikita Kiriaquis -quizá el mejor amigo de su padre- y quien fue albacea de doña Diana Laura y el nacido en Magdalena.
Llegaron nuestros invitados, me levanté de la mesa que me invitó a compartir, y hasta un abrazo nos dimos. Nunca más lo volví a ver.
Después de una década lo vi como dueño de su propia firma, abrirse. camino certero, y ganar un número impresionante de votos para convertirse en alcalde de Monterrey. Pero seamos claros: de ser un gran chavo, ser hijo del malogrado candidato del PRI a la Presidencia, quedar su hermanita y él huérfanos muy niños, a saltar a Palacio Nacional, me parece muy exagerado.