El embajador Krauze y la historiadora Yuriria Sierra

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

En su más reciente comentario ¿Puede Biden ayudar a contener el declive democrático de México? (NYT, 15 de marzo) Enrique Krauze no hace más aludir a su pintoresca visión del país, así como su anticientífico análisis del mismo. Quiero decir, vuelve compradores a sus asiduos lectores “los valetudinarios porfiristas de época que quedan todavía” junto con los “neoporfiristas católicos que tanto abundan y a quienes les deleita saborear el título” aludido.

Su crítica pública no es más que un asomo de su muy dispareja significación democrática. Ni es dinámica mucho menos interpretativa por ende no alcanza en lo más mínimo el tratamiento de historia. Su pensamiento histórico es legación sin duda de la escasez del conocimiento de los hechos concretos ya que el comentarista se hace un traje a la medida, tal vez un morning dress, para entrar a la ceremonia de hacer el ruido por fuera en lugar de hacer el ruido por dentro.

Para él es preferible que los Estados Unidos de América hagan en pro de la Patria lo que nosotros, como pueblo, no hemos hecho porque no tenemos voluntad democrática. Por eso sus continuas objeciones puestas desde la comodidad de los abajo firmantes donde increpan, callan, amenazan, proponen negociaciones categóricamente, para someter a un gobierno legítimo que lucha contra la descomposición y decadencia a la que fue sometido por el antiguo régimen.

Afín al pensamiento expropiatorio e invasivo el comentarista se vuelve, o, mejor dicho, quiere volverse intermediario, a la manera de un embajador, donde la negociación pase por él primero bajo el halo intelectual, para luego ser comunicada (ya rastrillada) a su mentor en turno. Por eso fija una agenda política bajo la conveniencia de su minúsculo grupo para luego hacer una declaración que impone con la supuesta utilidad pública.

En el caso de la comunicadora Yuriria Sierra convertida en promotora tuitera de la nueva historia nacional no hace más que mostrar el verdadero músculo de ignorancia que practica, venida del círculo de intelectuales que le rodea, pues, cuando afirma “que Cárdenas nacionalizó el petróleo a petición de EU, para evitar que le vendiéramos a los nazis” ya que son “las verdaderas razones detrás de la ‘hazaña soberana y patriotera’”(Tuiter, 18 de marzo); muestra su ruin bagaje cultural y desamor a la Patria.

Y aquí recurro a la Historia cuando el funcionario mexicano Narciso Bassols escribe un telegrama desde Barcelona al presidente Lázaro Cárdenas, 23 de marzo de 1938: “Expropiación petrolera es medida valiente llena de inmensas posibilidades creadoras. Acepte felicitación”. Más adelante, desde París, el 30 de octubre de aquel año escribe a Luis Enrique Erro derivado de una publicación en el Times y le vierte unas ideas sobre los países fascistas para que le comunique al presidente:

(…) sugiero una política de acción rápida cerca de Roosevelt en el sentido de manifestarle que México por solidaridad continental antifascista no venderá petróleo a Alemania ni a Italia, propongo que se ofrezca una solución basada en el ofrecimiento de que México dedicará todo el remanente de lo que produzca la expropiación petrolera al pago de sus obligaciones internacionales y señalo la posibilidad de obtener que mediante influencia de Roosevelt, Francia se convierta en mercado de nuestros crudos —como se dice en la jerga petrolera— en el volumen que no absorba el consumo interior, los países latinoamericanos y España al día siguiente de una eventual victoria del gobierno republicano”.

Más adelante apunta: “Casi es pueril la hipocresía de los ingleses que se niegan a comprarnos el petróleo (que ellos venderían a los fascistas) y se quejan de que nosotros lo vendamos a quien no rehúsa comprárnoslo. Querrían que los aceptáramos como jueces cuando los hemos rechazado como explotadores nuestros.

No se trata, pues, a mis ojos, de los inconvenientes de vender a los fascistas por el descrédito, llamémosle así, que esto pudiera acarrearnos en los países pseudo-democráticos. Supeditar a esa babosería tan imprecisa, una decisión que puede ser vital, sería yo el último en recomendarlo.

Es más: en la medida en que, como hasta ahora, México se encuentre colocado frente a la disyuntiva de ventas a los países fascistas o morirse de hambre, lo que se debe hacer es realizar las ventas”.

Lo anterior nos lleva a recuperar que con el rescate del petróleo para México se tuvieron diversas operaciones de tipo transitorio, “que corresponden a la etapa de negociaciones, lucha, incertidumbre y hasta aparentes contradicciones —o reales no hay que asustarse— que no podía dejar de producirse dada la hostilidad de los truts petroleros nuestros enemigos. Pero es menester no perder de vista la finalidad que a mi juicio debe perseguir México: no vender su petróleo a los fascistas”. Por eso el colaborador de Cárdenas insiste: “¿Qué por qué doy por sentado que no debe México vender su petróleo a los fascistas? ¡Ah! ese es todo el problema político de México por delante”.

De todos es sabido que tenemos que pagar un precio mínimo por la estabilidad del país con respecto a los EE. UU. pero especular arreglos (desde la historia) no es más que una perturbación demagógica que propagan los filiales del régimen anterior que no quiere irse. A ellos no les interesa erradicar la corrupción, construir un Estado de bienestar y de derecho y heredar un país libre, democrático y soberano, en el que la política se oriente por el principio del servicio a los demás y en el que el desarrollo no deje fuera a nadie.

A ellos les interesa tener un embajador con una fábrica de historia donde, de manera anodina, se comunique su propia historia (o su minúscula agenda) a través de una comunicadora junto con otros canallas valetudinarios y neo-porfiristas que quieren imponer su propia causa a otra que es justa llamada 4T.